Uno se lava las manos, el otro es un figureti trasnochado: mucho disfraz y poco gauchaje.
¿Hay algo peor que tener un mal Ministro de Seguridad? Sí: un Ministro de Seguridad que ni siquiera se hace cargo de sus errores. Ese es el caso del general Pulleiro, un funcionario especialista en lavarse las manos.
Alguien le debería avisar- de onda- que no es un espectador más, que es uno de los que está dentro de la cancha. Si patea mal corre riesgo la seguridad de todos.
Pulleiro, se hace el que no entiende de esto y hasta ahora no se hace cargo de nada. Ni siquiera tira una frase macrista tipo “mala mía”. El problema siempre son los otros. Ni siquiera del infame número de casos de torturas denunciados contra la policía se hace cargo. Sigue diciendo que tiene una policía fantástica.
El desorden durante el 17 de junio, solo hizo más evidente algo que ya se venía viendo: que a Pulleiro le queda grande el cargo.
Ni siquiera miente bien: el relevamiento de fiscalía de las cámaras prueba que se ve al Ministro de Seguridad junto al grupo K, en distintos momentos. De ser un hombre de bien debería dar un paso al costado.
Pancho Aráoz y su ego
Este mes también sirvió para darle más visibilidad a un figureti trasnochado: el presidente de la agrupación tradicionalista Francisco Aráoz, que se cree el representante de Güemes en la tierra, cuando no es más que un cholo que desempolva su traje de gaucho una vez al año, como un niño saca su disfraz para Halloween.
Se queja del asistencialismo kirchnerista, y un segundo después pide que el Estado le pague un asado de $ 7 millones de pesos para él y sus gauchos. Ni Milagro Sala se animó a tanto. Opa solemne, abanderado de un tradicionalismo rancio y berreta.
El presidente de la Agrupación Tradicionalista de Güemes, de un lado y el ministro de Seguridad del otro, son parte de la incompetencia arrogante que continua dominando la vida publica de Salta.
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