Por Alejandro Saravia
Impúdicamente, con la impudicia que solamente puede otorgar la impunidad, el intendente de Pichanal en el acto de apertura del año legislativo, en el seno del Concejo Deliberante de aquella localidad, descerrajó la frase que se difundió por toda la geografía nacional: allí, dijo que hasta para robar se necesitaba de inteligencia y que él se consideraba una persona inteligente. Esa decidora frase fue antecedida, en verdad, por versiones que indicaban el éxito económico de ese funcionario que, mediando un cargo en la función pública, pasó de simple despachador de combustible en una estación de servicio a feliz poseedor de varias fincas, vehículos y demás atributos de las consideradas personas ricas. Ya en 2011 Jalit, como contundentemente lo dice una columna en Voces Críticas, habría sido denunciado por enriquecimiento ilícito y malversación de fondos nacionales que deberían haber ido a comedores escolares, hecho que a cambio dejó su lugar a muertes de niños por desnutrición.
Frente a ello, a lo único que se atinó desde la cúspide del poder político provincial es a prometer una auditoría. Promesa que se hizo, a decir verdad, casi de compromiso ante la difusión nacional que había tenido “la especie”. Hasta el Foro de Intendentes de Salta dejó en suspenso la expulsión de Jalit a esperas de esa anunciada auditoría. Pero, me imagino, más de una barba habrá quedado en remojo…
Ahora bien, acá caben algunas preguntas: ¿los fondos que manejan los municipios no son auditados siempre por la Auditoría General de la Provincia? Como se puso en evidencia con la salida de compromiso de prometer una auditoría, pareciera que esas auditorías no se hacen, o bien que en caso de sí habérselas hecho quedan allí, arrumbadas, sin que les siga el paso inmediato posterior que es la persecución penal frente a aparentes hechos ilícitos cometidos por funcionarios públicos.
En efecto, esto último pareciera que es lo sucedido puesto que, según un informe de la Auditoría General de la Provincia, que abarca los años 2012, 2013 y 2014, las mismas contienen numerosas observaciones, recomendaciones e informes que dirigirían la responsabilidad en este camino trunco hacia el Ministerio Público de la provincia que es el órgano destinado por ley a efectuar dichos seguimientos. La Constitución Provincial, en su artículo 164, estipula que entre las atribuciones/deberes del Ministerio Público está el promover la actuación de la Justicia en defensa de la legalidad y de los intereses generales de la sociedad (inc. a). Asimismo, en el inciso g) dicha norma establece que es el Ministerio Público quien debe ejercer la acción penal en los delitos de acción pública, recalcando que debe ejercitar las acciones para hacer efectiva la responsabilidad en que se hubiere incurrido en perjuicio de la Administración Pública.
En el Código Penal, a su vez, existe la norma que castiga el enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos. Y, aún más, pone en cabeza de ese funcionario a quien se le atribuye dicho enriquecimiento la acreditación de que ese incremento patrimonial fue legítimo.
¿Qué pasó con el intendente de Pichanal? Lo de siempre: no se transitó el camino de los controles y el de la responsabilidad penal. Una exculpación que le escuché en alguna de las entrevistas que le hicieron a nivel nacional era, en realidad, un agravante. Decía que Pichanal era una localidad muy pobre de modo que difícilmente podría sacar de esas partidas maneras de enriquecerse.
Pregunto: ¿con los funcionarios públicos no se da demasiado aquello de que hay muchos funcionarios ricos en provincias o ciudades pobres? Es casi un paralelo con la figura asidua en nuestro país de los empresarios ricos dueños de empresas pobres. Quiebran las empresas pero los empresarios salen ricos. Con los funcionarios públicos lo mismo: funcionarios ricos en pueblos pobres. Todos salen siendo felices y tranquilos propietarios de bienes valiosos.
La cuestión es, reitero, que los organismos de control brillan por su ausencia y el camino de las responsabilidades queda siempre trunco. El juego del gran bonete.
Sí, Argentina realmente es un país generoso. Así nos va…