En un acto desesperado la iglesia católica sacó al señor del milagro a la calle para pedir que se rechace la legalización del aborto. Esta vez los poderes de los santos patronos no fueron efectivos.
Tal vez algún despistado que pasó por la catedral ayer pensó que estábamos en septiembre o que la época del Milagro se había adelantado unos meses.
“Hemos decidido sacar al señor por el contexto, él es el maestro de la reconciliación y queremos que los transeúntes puedan estar cerca de una imagen significativa para los salteños”, explicó a la prensa el cura, Lucio Ajaya, al ser consultado sobre la clásica imagen del santo patrono que fue colocada en la entrada.
Mientras en el Congreso se debatía el proyecto de Legalización del Aborto, y en la legislatura salteña una enorme convocatoria (con un notable protagonismo de una ardiente juventud), apoyaba la iniciativa, en la catedral una ronda de poco más de 10 personas rezaban y pedían respetar a “las dos vidas”.
La noche descendía, y el acallado rezo se ahogaba en el pecho de unos pocos, tal como el delirio de un trasnochado luego de una jornada de farra se consume en soledad. No eran trasnochados; era un pequeño grupo que ilusionados con la idea de que el señor del milagro, aquel que según el mito detuvo los temblores en Salta, esta vez iba a impedir la media sanción del aborto legal.
Fue débil la influencia del señor del milagro en esta oportunidad o mejor dicho, la gran fuerza de la marea verde no pudo ser detenida y en todo el país, las mujeres festejaron entre gritos, y algún que otro lagrimon, entre alegría y congoja, un heroico triunfo.