La suerte de casi 700 obreros por el cierre del ingenio San Isidro nos lleva a reseñar la historia de la multinacional peruana Gloria, que maneja esa industria ubicada en Campo Santo.
Reproducimos a continuación los extractos de un artículo escrito por Daniel Avalos en junio de 2015 en el marco de una huelga de los trabajadores del ingenio.
La multinacional en cuestión se denomina Gloria S.A. y posee una subsidiaria -Corporación Azucarera del Perú S.A.- que adquirió el 60% del paquete accionario del ingenio San Isidro S.A. Los términos financieros de la operación nunca fueron conocidos, pero sí la operación que fue reseñada por un artículo del 13 de agosto del año 2011. El mismo fue publicado en el portal web “Diario de Fusiones & Adquisiciones” que desde el año 2010, “y con el aporte financiero de inversores particulares (…) analiza todas las transacciones que se realizan en todo el ámbito de Latinoamérica” (diariodefusiones.com).
Gloria S.A., como toda multinacional, es dueña de una voracidad insaciable que explica el origen del conflicto que ya lleva más de un mes e incluyó enfrentamientos, balaceras, denuncias penales y amenazas de todo tipo. Y es que, increíblemente, la medida de fuerza no se inició porque los trabajadores exigieran mejores salarios, sino por el reclamo para que la empresa se ajustara a las leyes argentinas que resguardan las condiciones de trabajo y regulan los vínculos entre empresa y trabajador: ingreso a planta permanente de 42 trabajadores que ya habían superado los doce meses de trabajo; elementos de protección, de higiene y seguridad; y fin de la exigencia patronal de plantar doce surcos diarios por obrero cuando la tarea se realiza normalmente en dos jornadas. Cada surco mide 100 metros.
La tolerancia de los trabajadores fue bastante amplia al respecto. La Comisión Directiva del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar San Isidro, mocionó ir a huelga el 10 de febrero pasado, pero ese mismo día acató la Conciliación Obligatoria. El armisticio, sin embargo, lejos de mejorar las cosas, terminó empeorándolas. Y es que, a partir de ese día, la empresa fue dando de baja a obreros del surco y a otros trabajadores de fábrica que habían tomado parte en los reclamos. No conforme con eso, la empresa decretó también el final de la temporada de plantación. El resultado está a la vista: desde el 4 de abril pasado se desplegó un conflicto que se tensa cada vez más, y en el cual, a las reivindicaciones originales, se les sumó la exigencia de que la empresa reincorpore a los obreros dados de baja.
Había una vez
La multinacional peruana, insistamos, es como cualquier corporación de este tipo: respira beneficios y se alimenta de los intereses del dinero que siempre proviene de las condiciones de vida de los trabajadores, como así también del deterioro del medioambiente.
Con una historia que se remonta al año 1941, Gloria S.A. se inició con la fabricación de leche evaporada. Con una producción nada despreciable pero enfocada en el territorio incaico, su historia dio un giro en el año 1986, cuando una empresa familiar de transporte peruano -José Rodríguez Banda S.A.- adquirió el porcentaje mayoritario de las acciones. Uno de los líderes del clan es un hombre cuyo nombre recuerda a uno de los clásicos personajes de la literatura gansteril: Don “Vito”. Pero este Vito no es Corleone, sino Vito Modesto Rodríguez Rodríguez, el personaje que desde el 7 de mayo del año 2007 ocupa la vicepresidencia del grupo. La presidencia, mientras tanto, la ejerce su hermano: Jorge Columbo Rodríguez Rodriguez, un ingeniero industrial que ha cumplido el sueño de todo hijo genuino de una burguesía peruana que, dueña de poderosos medios de producción, alberga también un sentimiento de castas en donde la movilidad social parece una mala palabra en una país en donde una elite rica y reducida, convive con una clase media casi inexistente y una sobredimensionada mayoría de pobres con escasos derechos sociales y laborales.
El antes y después de Gloria S.A. se gestó en los 90´. La década en que el presidente peruano Alberto Fujimori declaraba su admiración por un menemismo argentino al que imitó en casi todo lo referido a la privatización de las riquezas nacionales y el encumbramiento de grandes pulpos económicos.
Gloria S.A. empezó entonces un proceso que en economía se denomina de “concentración” y “centralización” del capital. Lo primero se vincula con el proceso por medio del cual ciertas firmas económicas van copando una determinada rama de la producción. El proceso puede rastrearse en la página web de la propia corporación que en lo fundamental muestra que entre 1993 y 2005 fue acaparando numerosas firmas dedicadas a la producción de lácteos. La nómina incluye a una docena de peruanas y otras de Bolivia, Puerto Rico, Colombia, Ecuador e, incluso, Argentina, cuando en el 2006 culminó la construcción de las instalaciones de la Compañía Regional de Lácteos Argentina S.A. –CORLASA-, establecida en febrero de 2005 mediante la compra del 50% de acciones de lo que era Lácteos Santa Fe. Lo último también es característico de las multinacionales, las cuales, llegado un punto, consideran que los estados nacionales representan un obstáculo a su crecimiento e invierten en otros países.
Pero aparte de concentrar capital, Gloria S.A. también lo centralizó. Y es que, no conforme con tener incidencia en una rama determinada de la economía, expandió su presencia en otras ramas de la estructura económica. El proceso empezó también en los 90 cuando el grupo incursiona en los rubros de analgésicos, antiácidos y laxantes; consolida su participación en el transporte; lidera el mercado de helados, caramelos, chocolates, galletas, panetones; se inmiscuye en el mercado de cajas de cartón corrugado; aprovecha el proceso de privatización de empresas estatales impulsado por Fujimori y compra la empresa Cementos Yura S.A. de la ciudad de Arequipa y luego Cemento Sur S.A., ubicada en Puno (sur de Perú). A partir del año 2006, se introduce en el negocio del azúcar. La subsidiaria Corporación Azucarera del Perú S.A. obtuvo el 45% de acciones de la Empresa Agroindustrial Casa Grande S.A.A., que ubicó al Grupo como líder del mercado azucarero del Perú y consolidó la situación en mayo de 2007, al adquirir el 52% de acciones del Complejo Agroindustrial Cartavio S.A.A, previo aterrizaje en Salta cuando compra del 60% de las acciones del Ingenio San Isidro.
Un progreso extraño
Aunque se presentan como portadoras del progreso, las corporaciones como Gloria S.A. siempre terminan involucradas en experiencias cargadas de piquetes, plantas tomadas y marchas que, realizadas por los obreros, cuentan con el apoyo de los vecinos del lugar. Es lo que está ocurriendo en Campo Santo y es lo que ocurrió en la localidad de Cartavio en el norte peruano a fines del 2009, lugar en donde Gloria S.A. adquirió en el 2007 Complejo Agroindustrial Cartavio S.A.
Expropiada por el Estado peruano a una firma inglesa en 1968, ese complejo industrial se convirtió en una cooperativa que duró hasta el año 1996, momento en que empezó el proceso privatizador que culminó en 2007 con el desembarco de Gloria S.A. Dos años después, en diciembre de 2009, la firma terminó envuelta en un conflicto. Alcanza con googlear las palabras “Huelga azucarera en Cartavio” para que los medios peruanos informen al respecto. Todo había empezado por reclamos de mejoras salariales y el pago de un bono que empresa y trabajadores acordaron por productividad para julio y diciembre pero la situación se tensó cuando la empresa despidió a tres obreros a los que acusó de atacar las instalaciones, destruir el cerco perimetral, incendio de oficinas y un saqueo del almacén que la empresa posee en el ingenio.
La reacción de la empresa fue letal: uso de armas de fuego por el que resultaron heridas seis personas entre las que se hallaba un menor de 10 años, y contratación de rompehuelgas que amedrentaban a los dirigentes obreros. La lucha sectorial devino en pueblada y la empresa mostró entonces su peor cara: anunció la clausura del hospital y ordenó el corte del suministro de agua a toda la localidad hasta que los trabajadores terminen con la huelga (http://reporterow.com/2009-12-22-Huelga-y-disturbios-en-cartavio).
Lo uno y lo otro son posibles en economías como la peruana en donde los denominados “enclaves agrarios o mineros” surgidos en el siglo XIX, controlados por el capital exportador, generaron históricamente zonas relativamente desarrolladas pero sin relación con el conjunto de la región. La situación provocaba que hacia el interior de las primeras surgieran normas que prescindían del sistema legal estatal y hasta instituciones que, dependiendo de la empresa, podían suministrar servicios que pudiendo extenderse al resto de la población generaban una situación de dominio de hecho sobre la misma. El control del agua, mientas tanto, también lo posibilitó la geografía andina de un Perú que, presentando una corta distancia entre la costa y las tierras altas, permite a los poderosos controlar el uso del vital líquido apropiándose de las tierras elevadas y desde allí regular su suministro.
Condiciones, en definitiva, que posibilitaron al clan Rodríguez Rodríguez emplear la táctica del “sitio militar”, ese paciente y demoledor trabajo de privar al “provocador” de los recursos indispensables para la supervivencia para así disciplinarlo.
La población responsabilizó al presidente de la firma Gloria S.A., Jorge Columbo Rodríguez Rodríguez, de ser el ideólogo de la orden que provocó no sólo que los vecinos se plegaran a la lucha de los obreros, sino que también lo hicieron las autoridades comunales del lugar. Después del escándalo, la empresa decidió -26/01/10- donar el hospital al municipio. Si esa actitud respondía a planes de “racionalización de gastos” o no, es algo que nos sabemos. Lo que sí se sabe es que la empresa nunca renunció a la propiedad del agua que dice suministrar en forma gratuita, pero manteniendo para sí la propiedad de un elemento vital que el posibilita mecanismos de control sobre una población entera.
Campo Santo
El problema que Gloria S.A. parece encontrar que Campo Santo responde a características que han sido las señas de identidad de los sectores asalariados argentinos: la permanente aspiración de los trabajadores a un tipo de movilidad social que supone el acceso a servicios como la educación, salud, vivienda o ingresos razonables. Aspiraciones que explican también una fuerte tradición sindical a la que los empresarios peruanos suelen no estar acostumbrados. Mariano Ignacio Cuenca, secretario General del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar, no duda en atribuir la obstinación del grupo Gloria S.A. en este conflicto con el objetivo de desactivar al sindicato como entidad de representación de los trabajadores. Cuenca es por ahora el blanco de los ataques legales del grupo. A pesar de ser el hijo del Intendente municipal, en lo que va del conflicto ya fue objeto de 28 denuncias, 7 causas penales y un atentado con arma de fuego en su domicilio. Mientras tanto, la multinacional peruana ya fue objeto de cinco expedientes por incumplimiento de las normativas de trabajo, razón por la cual el Ministerio de Trabajo kirchnerista la multó por casi medio millón de pesos. Expte. Nº 64-135187/13: $184.800; Expte. Nº 64-54339/12: $ 84.000; Expte. Nº 64-135194/13: $ 15.200; Expte. Nº 64-161124/12: $ 125300; Expte. Nº 64-121158/12: $ 35.400.
Las corporaciones son así. Se declaran portadoras de una racionalidad que, sin embargo, está al servicio de un fin irracional: arrasar, someter, dominar, mercantilizar y explotar a hombres y mujeres que ven en el trabajo su modo de autorrealización. Son los riesgos de una provincia que ayuda a desarrollar capitales que, mirando al mercado externo, se desentienden de la vida concreta de los hombres y mujeres de carne y hueso. Eso, ni más ni menos, vuelven vigente al genial Eduardo Galeano que en su libro cumbre –Las venas abiertas del América Latina– denunciaba que el desarrollo atado al mercado mundial trae opulencia para unos y desgracias para muchos otros porque “cuanto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea.