Una profesora le relató a Cuarto Poder el estremecedor atraco y abuso que padeció cuando hacía dedo para ir a trabajar en un colegio rural de Metán. Desde entonces, solicita al Ministerio de Educación el traslado, sólo ha venido recibiendo indiferencia y revictimización. (Claudia Álvarez Ferreyra)
Es mujer y docente, tiene 41 años. Para proteger su integridad no se mencionará su nombre ni se especificarán los lugares de residencia ni de trabajo. El pasado 14 de junio, como tantas veces y como muchos de sus colegas en la provincia, debió hacer dedo para trasladarse hasta un colegio rural del departamento Metán en que se desempeña. En la estación de servicio de YPF, ubicada atrás de la terminal de ómnibus de Salta, a las 18:20 aproximadamente subió a un auto negro en el que iban cuatro hombres que harían de ese viaje un calvario para ella. En la denuncia radicada después en la comisaría 11 de Gral. Güemes sostiene que fue golpeada, le robaron, le apuntaron con un arma en la cabeza, la ataron y luego la bajaron del vehículo empujándola y dejándola en la ruta. En conversación exclusiva con Cuarto Poder, además menciona que fue manoseada y que querían tirarla a una zanja. Desde que ocurrieron los hechos no fue asistida por ningún organismo de gobierno, se encuentra aterrorizada luego de lo vivido, pidió un traslado al Ministerio de Educación para trabajar en su localidad pero se lo negaron revictimizándola.
Se puede leer en la demanda policial la siguiente narración de los hechos: “El vehículo venía despacio, pasaron por el ex peaje Aunor, poca conversación, antes de llegar a Cobos (por la ruta 9) frenaron y se bajaron el chofer, uno gordito de campera blanca, y el de campera azul, se bajaron a orinar y la dicente también se bajó y se quedó al costado del vehículo, dándoles la espalda”. […] Al subir de nuevo, “pasando Cobos volvieron a parar, el de campera blanca se tiró encima de la dicente y le puso una pistola en la cabeza haciendo presión fuerte, diciéndole ‘no grites, esto es un robo, callate’. Vio que era un arma caño largo plateada tipo revólver. El que estaba al lado de la dicente la abrazó y con la otra mano le pegó una piña en el rostro y le dijo que se callara, que sólo era un robo, que no son violadores, ‘sólo queremos tu billetera, la plata y el celular’. Todo el tiempo le tenían la pistola en la cabeza, le dijeron ‘aflojá con el portafolio o nos vamos a divertir con vos’, entonces soltó el portafolio (de color negro) entregándoselo (según detalla contenía DNI de ella y de su hijo, billetera con tarjetas de débito, crédito y de colectivo, billetes chilenos, ticket del cajero, fotos, y un celular marca LG león). El de blanco le colocó unos precintos con las manos hacia atrás, el chofer y el que iba adelante le revisaron el portafolio, ahí la bajaron, la empujaron y se cayó al suelo. El ilícito aprox. ocurrió a horas 18.50”.
Ministro inhumano
En entrevista con este semanario y aún muy afectada luego de lo sucedido, la profesora expresó: “Hablé con Marta Merlo, la Directora General de Educación Secundaria, pensé que me tenía alguna novedad, todavía no recibí ninguna asistencia psicológica, ningún tipo de contención. Anduve golpeando puertas en el área educativa en el Grand Bourg, fui al Ministerio —de Educación— para solicitar por favor que vean mi situación porque realmente me siento mal, hasta ahora me siento muy temerosa de volver a hacer dedo para ir a trabajar por 6 horas, recorrer tres rutas para 6 horas nada más, arriesgando mi vida, hace 7 años lo hago. Me dijeron que el traslado no es posible, que bien terminen las vacaciones tengo que retomar mis actividades, porque recién en noviembre de 2018 se cumplirán los dos años de antigüedad como titular y en agosto del año que viene tengo que tramitar el traslado. ¿Me devuelven de nuevo a la ruta? ¿A arriesgar mi vida? porque esos cuatro hombres me amenazaron de muerte. Sé que la Brigada de investigaciones está en el proceso pero esos maleantes siguen libres y de parte del ministerio tengo que volver a la ruta”.
La educadora prosigue: “No se imagina cómo me siento, me siento destrozada, desamparada […] Hablé con esta sra. —Marta Merlo—, bastante prepotente en el sentido que no tuvo en cuenta mi sensibilidad, mi situación. No puedo, no pude superar todavía este dolor, este terror que siento en mi piel, en mi cuerpo de tener a esos tipos apuntándome con el arma, amenazándome, tocándome. Pasé tantas cosas horribles pero ellos no saben, siempre están detrás de la oficina, no saben del terror que yo viví y de milagro que estoy viva porque me querían tirar en una zanja. Rogué por mi vida en nombre de mi hijo, sobreviví a ese mal que todavía me sigue dañando y de pensar que debo volver me desespero”.
“Me llamaron solamente porque tenía que justificar mis inasistencias, eso nada más querían priorizar, me decían que yo no había hecho bien los papeles, que tenía que cumplir con mi obligación. Me sentí mal, ¿cómo no se van a preocupar? Es más, me dicen qué necesidad tengo de hacer dedo si me cubren el gasto de traslado, ojalá ellos vieran lo que es, lo que te dan de gasto de traslado y que comparen con lo que sale el boleto para viajar hasta el lugar de trabajo, ¿por qué no se fijan si hay recorrido frecuente para llegar ahí?, una hace dedo por necesidad, para ahorrar no solamente un poco de dinero que puede ser derivado para un yogur o chocolatada para mi hijo, porque en eso pienso cuando arriesgo mi vida al hacer dedo, al subir en el vehículo de cualquier desconocido, siempre pienso en ahorrar un peso para darle de comer a mi hijo […] y además porque los recorridos no son tan frecuentes en esa zona”, relató.
El caso evidencia la falta de asistencia y acompañamiento y la situación de desprotección y abandono por parte del estado salteño, panorama que se repite con otras víctimas.
La condición de mujer resulta un factor más de vulnerabilidad: “He trabajado en colegios rurales, sé de los riesgos que corro, siete años soportando choferes que el 90 por ciento te hace propuestas sexuales, el 5 por ciento son groseros, vulgares y que te dejan al costado de la ruta, en medio de la oscuridad, de la nada, por el sólo hecho de que no accediste a lo que te pidieron. Soporté tantas cosas al lado de la ruta pero esto que me pasó fue muy horrible, teniendo ese revolver todo el tiempo en la cabeza y que te amenacen, que te traten tan mal, que te humillen, te manoseen, te golpeen, atada de manos y toda ensangrentada, como si nada, después caminando al costado de la ruta y que ningún chofer te auxilie, es sentirte totalmente desprotegida, sola, todo eso viví”.
El caso evidencia la falta de asistencia y acompañamiento y la situación de desprotección y abandono por parte del estado salteño, panorama que se repite con otras víctimas. Mientras tanto la provincia encabeza el ranking de los crímenes de género en el país, según un relevamiento de la Oficina de la Mujer de la CSJN se posiciona como la primera en femicidios y segunda en violaciones. Según el censo realizado por el Ministerio de Educación de la Nación en 2014, el 75,7 % del personal que trabaja en establecimientos educativos son mujeres. El número alcanza a 894.767 personas, de las cuales 724.801 son docentes y el resto se desempeña como auxiliares, personal técnico, etc. Casi 8 de cada 10 docentes en Argentina son mujeres, razón que amerita tener presente las problemáticas de género además de las de clase que atraviesan a una de las profesiones con los salarios más bajos del mundo, ubicándose en el puesto número 34 -según un informe de la OCDE-.