La Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata es pionera en un proyecto destinado a pacientes con epilepsia refractaria.

En la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata, el profesor Marcelo Morante, especialista en Medicina Interna e investigador del Área de dolor, lleva adelante un proyecto innovador, no exento de polémica: el uso medicinal en pacientes con epilepsia refractaria que no responden a tratamientos tradicionales. Este médico logró el apoyo del prestigioso profesor Mark Ware de la Universidad Mc Gill de Canadá, quien lo ayudó además a completar su formación en esta especialidad.

El especialista en la actualidad y junto a la epileptóloga doctora Silvia Kochen, el intendente del municipio bonaerense de General La Madrid, Martín Randazzo, y un grupo de madres de niños que padecen la enfermedad, diseña ensayos clínicos con cannabis. Junto a Randazzo, ha mantenido numerosas reuniones con referentes de varios ministerios nacionales, buscando sumar un soporte ejecutivo a la fuente legal de la sustancia que se utilizará y a la supervisión médica.

 

-¿Cómo surge su interés en abordar el uso medicinal de la marihuana?

-En nuestra facultad contamos con un área de investigación en medicina del dolor. Y entendiendo que el dolor es un gran problema de Salud Pública, debíamos analizar herramientas tradicionales como también no tradicionales para enfrentar dicho síntoma.

El cannabis medicinal entra en estas estrategias no convencionales, pero que también nos impone un nuevo paradigma de análisis y de formación médica, un profesional mucho más comprometido, que sale de la hegemonía positivista que genera tanta frustración, reencontrándose con valores humanísticos. Intentando no poner en el centro del debate a ninguna sustancia, sino al real problema que es el dolor crónico que tanto nos cuesta en la calidad de vida.

-Su viaje a Canadá en 2014, y aquel profesor fueron cruciales en el proyecto.

-Así es, entendí a mi regreso que la clave estaba en la educación médica, que ya Canadá había atravesado la experiencia de tener una regulación para el uso del cannabis medicinal desde 2001 pero sin la educación médica no lograban que los médicos recetaran dicha medicación, aquel consejo hizo que me volcara al debate en las aulas, en las sociedades científicas y también en la comunidad.

-Otro momento fundamental de su proyecto fue el de la participación en el Congreso Nacional de Neurología 2015, en Mar del Plata.

-Es el más importante del país en la materia, y acepté con mucho orgullo el desafío. Era un gran paso romper el silencio. En aquella mesa me acompañaba la referente en epilepsia e investigadora, doctora Kochen, quien relató con mucha simpleza la historia del cannabis en la epilepsia. También disertó un biólogo acerca de las distintas características de la sustancia y su lugar de acción en nuestro organismo, el Sistema Endocannabinoide. Algunos especialistas plantearon lo peligroso de este debate y el uso de cannabis en los adolescentes, y me pareció muy lógica la observación, pero debíamos dar el debate para recuperar esta herramienta en indicaciones precisas como dolor y cáncer; dolor y esclerosis múltiple; desnutrición y SIDA; epilepsia refractaria.

Pidió entonces la palabra una madre médica de una niña que hacía 21 años que su hija tenía convulsiones a pesar de todos los tratamientos, y planteó la necesidad de que la Sociedad de Neurología apoyara este proyecto y a quienes habíamos decidido tomar un camino alternativo, y esto puso fin a la discusión para hacerse formal la necesidad de seguir investigando.

-A partir de ese nuevo obstáculo, ¿cuál fue la estrategia que puso en juego para conseguir su objetivo de instalar el tema?

-Entendiendo que para tener un debate informado debíamos capacitar a la comunidad que tenía una construcción social muy negativa sobre la sustancia. Me propuse comenzar en mi pueblo, General La Madrid, de gente de campo, entendiendo que podía explicar los beneficios médicos de esta sustancia sin tener que aclarar mis intereses y que sabían que no tuve necesidad de involucrarme con sustancias legales o ilegales, entonces convoqué a toda la comunidad. La gente se mostró interesada, estaba mis familia, pacientes, párroco, policías, docentes, políticos, médicos “era un taller comunitario y no faltaba nadie” y como resultado positivo surgió la figura de Martín Randazzo, quien se comprometió ante la comunidad a hacer propio y del pueblo este proyecto y llegar a instancias nacionales.

-Este apoyo fue esencial para su proyecto, pero ¿qué otros respaldos políticos ha conseguido en este tiempo?

-El primer gran respaldo me lo brindó nuestra facultad dejándome desarrollar seminarios de Farmacología y jornadas internacionales donde este tema lo expusieron profesores internacionales, y luego recorrimos los ministerios nacionales de Ciencia y Tecnología y Justicia, nos entrevistamos con el viceministro de Salud de Nación, con la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), todos entendieron que necesitamos una rápida regulación para dar respuesta a estas familias de la epilepsia como prioridad.

-¿Qué es lo que falta para que el proyecto cuente con los respaldos necesarios?

-Estamos cerca, sólo falta que el Poder Ejecutivo lo analice y pueda dar la respuesta basada en la investigación pero también basada en la humanidad de un Estado presente que puede entender del dolor de estas familias sin caer en prejuicios o preconceptos. Ya la ANMAT dio una gran señal al autorizar el aceite traído desde Estados Unidos para Josefina que padece una forma grave de epilepsia con más de 600 convulsiones por día y que con dicho aceite disminuyó notablemente los episodios, mejoró motricidad, sueño y apetito, que serán claves para un desarrollo futuro, entendiendo que hay muchas más familias en una situación similar de falta de respuesta a la medicación, que también acarrea muchos efectos adversos hoy aceptados por nuestra sociedad científica.

 

-¿El cannabis puede configurar una estrategia de ayuda en sí misma?

-No, la clave no es instalar una molécula mágica que todo lo cura, creo que debemos recuperar una herramienta complementaria en el ámbito de los cuidados paliativos, donde aún quedan síntomas sin resolver. Sin tener que recorrer cien años como sucedió con la morfina, siempre hay resistencias científicas, cuando las sustancias tienen poder terapéutico y también psicoactividad.

-¿Cuál sería la situación ideal para poner en marcha este proyecto?

-Lo ideal es lograr un Estado presente donde los saberes médicos, sociales, jurídicos se articulen y desarrollemos el ensayo clínico. Para hablar de cannabis medicinal tiene que haber una fuente legal de la sustancia, tiene que estar el médico que controla la indicación, dosis, interacciones y efectos adversos a corto y largo plazo.

Este proyecto propone a General La Madrid como productora del aceite que se usará en el estudio de niños epilépticos, junto a expertos en el tema, como la doctora Kochen y también de la facultad de Medicina, representada por mí. La ciencia, la salud y la política trabajando en forma coordinada para el beneficio de la comunidad.

Convulsiones y efecto del aceite cannábico

Como remarca el profesor Morante, las recurrentes convulsiones que padecen estos niños, dejan secuelas. Por ejemplo, Josefina a sus tres años está en pleno desarrollo del vocabulario, la motricidad, la alimentación. De esta manera, las convulsiones comprometen el futuro de estos pacientes.

El profesor resalta la necesidad de actuar con la mayor celeridad posible para minimizar los daños que también provocan los antiepilépticos. Además remarca que el cannabis sólo ocasiona somnolencia, incoordinación motora y vómitos. “Esto habla de su muy baja toxicidad, pudiendo aprovecharse también para otro tipo de pacientes dado que mejora humor, sueño, dolor y apetito”, dijo Morante.

El juicio clínico adquiere en estas moléculas mayor trascendencia que la medicina basada en la evidencia. “Aquí está en juego la humanidad, porque es importante saber interpretar los fenómenos sociales”. “Tanto el dolor como el uso del cannabis tienen una interpretación y significado en nuestra sociedad”, concluyó el especialista.

Fuente Argentina Investiga