En todo el país retumbó el enrome eco de una contundente muestra de apoyo a las universidades nacionales. Es incalculable el número de personas que salió a las calles a exigirle al gobierno que no ahogue a las casas de altos estudios que dependen del Estado. Pero la reacción de Milei y sus acólitos, lejos estuvo de ubicarse a la altura de la demanda que le hizo la sociedad.

En la Cámara de Diputados fracasó por falta de quorum la sesión especial pedida por Unión por la Patria para tratar la emergencia presupuestaria de las universidades públicas nacionales, la movilidad jubilatoria y el restablecimiento del Fondo Nacional de Incentivo Docente. Cuando su presidente, Martín Menem, dio por caída la sesión, se habían sentado en sus bancas 124 legisladores nacionales de los 129 necesarios para habilitar el tratamiento, entre ellos la mitad del bloque radical, un sector minoritario de Hacemos Coalición Federal y los cinco diputados del Frente de Izquierda.

Desconcertante. Habían sido varios los diputados que apoyaron la movilización del martes 23, pero no bajaron al recinto a dar quorum cuando se iba a debatir la emergencia presupuestaria de las universidades. Entre ellos estuvieron Martín Tetaz, Julio Cobos, Rodrigo De Loredo, Silvia Lospenatto, Florencio Randazzo y Miguel Ángel Pichetto; son diputados que marcharon o se pronunciaron a favor de la movilización universitaria, pero que no se hicieron presentes en el recinto de sesiones cuando se los convocó para tratar, entre otras cosas, la situación presupuestaria de la educación superior. Así las cosas, el malestar de muchas personas comenzó a manifestarse.

El que peor la pasó fue el radical Rodrigo De Loredo. En Córdoba, al participar de la marcha encabezando una columna de la Juventud Radical, el insulto más suave que recibió fue tal vez el de “lacra”. Un día después, mientras explicaba a los periodistas que la gente en la calle lo trata muy bien, un colectivero lo desmintió: “¡Da quorum para el presupuesto, sorete!”, le gritó a viva voz.

Mientras tanto, en la red social X, Milei escribió: “Al margen de la discusión acerca de cuál modelo de educación superior es deseable para un país en el que seis de cada diez chicos menores de 14 años son pobres, los mismos vivos de siempre utilizaron el escudo de una causa que suena noble para defender sus intereses de casta”. Continuó de la siguiente manera: “En ningún momento el gobierno nacional insinuó la intención de cerrar las universidades nacionales”.

Surgen algunas preguntas acerca de lo que escribió Milei. Detengámonos un momento en esto. ¿Bajo qué términos se debería discutir para Milei el “modelo de educación”? ¿Cuáles son los cambios que propondría en esa discusión? ¿Acaso lo que habría que cambiar para el presidente es el paradigma presente en nuestro país de universidades públicas, de gestión estatal y gratuitas? Hay algo más. Al mencionar “una causa que suena noble”, Milei no está diciendo que la causa es noble, sino que “suena noble”. Son cosas distintas. Un lector mínimamente entrenado y no fanatizado se da cuenta de la diferencia. Lo de que no van a cerrarse las universidades a nadie deja tranquilo excepto a sus creyentes. Pueden no cerrarse, pero tal vez el plan sea transformarlas hasta hacer desaparecer el modelo actual.

El vocero presidencial, afecto a las chicanas, las ironías y las descalificaciones, indicó una obviedad. Señaló: “Las universidades no son gratis, son no pagas para el que estudia; la pagan los argentinos”. Cada vez que habla parecería que su intención es avivar el resentimiento de una parte de la sociedad, agrandar la grieta y rendir con buena nota el examen de intolerancia que seguramente muchos de sus allegados ideológicos –tal vez, también, de sus superiores– celebran.

En la calle y en las redes sociales, en tanto, no son pocos los que repiten que nadie habló de cerrar las universidades, tal como hace el presidente. Bueno, se les podría decir que tampoco nadie habló de dejar sin comida a los comedores, sin remedios a enfermos graves o de volver prácticamente inalcanzable para una buena parte de la población una simple fruta o un kilo de carne, y eso está pasando.

A los funcionarios que sostienen que “las universidades no corren peligro”, alguien podría pedirles que dijeran: “Las universidades públicas de gestión estatal y gratuitas van a seguir funcionando tal como lo hacen ahora, pero de manera más transparente”. Y podría suceder que no accedan, porque sencillamente no les gusta nada que huela a Estado o que sea mantenido por el Estado, excepto, por supuesto, ellos mismos.

De todas maneras, lo que sin dudas es muy grave es el acompañamiento que estas políticas de Milei siguen generando en una parte de la sociedad argentina. Se ha alimentado tal nivel de encono en la gente, que muchos disfrutan cualquier despido o recorte, incluso sabiendo que ellos padecerán. Porque el comerciante que festeja que un empleado público se quedó sin trabajo, pongamos por caso, venderá menos. A todos, prácticamente, les está yendo mal. Al “no me alcanza”, le seguirá el “me quedé sin trabajo” o “tuve que cerrar la empresa” o “bajé la persiana del negocio”. Cuando el barco se hunde, se hunde para todos. Y eso parecen no comprenderlo las personas que hasta aplauden las cosas más exóticas, por ponerles un nombre, que hace y dice un presidente que incurre en un sinfín de barbaridades.

Mientras las universidades padecen de manera brutal la escasez y sus autoridades aseguran que hasta podrían dejar de funcionar, mucha gente pide auditorías. Parecería que se les grabó a fuego a miles o millones –es difícil saberlo–, un slogan que se repite una y otra vez. Nadie puede tener nada en contra de una auditoría bien hecha, pero a demasiadas personas les cuesta todavía comprender que este no es el momento de pedir eso, porque lo urgente es salvar la educación pública superior de las garras de los ajustadores, que están actuando con fuerza inusitada. Pero, además, hay algo demasiado extraño, porque el presidente que insiste en auditar las universidades es el mismo que dice que a él no le importa de dónde vengan los fondos a blanquear, y el que aseguró que el que fuga es un héroe, el contrabandista es un héroe y Al Capone es un héroe. ¿Se comprende lo que estamos discutiendo?