La referente en teoría de género, Coral Herrera Gómez, explica el concepto de “amor libre”: “es la solución a la hipocresía de nuestro sistema monógamo”.
El amor libre, la sinceridad y el erotismo están estrechamente ligados a la cuestión ideológica y política de la lucha de género.
Entrevista con Coral Herrera Gómez, una referencia ineludible a la hora de pensar la dominación que se esconde detrás de nuestras relaciones tradicionales.
“Cuando hay crisis, los primeros que nos vamos somos los profesores de ciencias sociales”. Coral Herrera Gómez es madrileña, Doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual, especializada en Teoría de Género. Desde hace un par de años forma parte de esa larga lista de profesionales españoles que tuvieron que buscarse la vida en otro lado. Coral la encontró en Costa Rica; allí consiguió trabajo en la UNESCO, se enamoró y se quedó. Hoy brinda conferencias, coordina talleres y escribe habitualmente para periódicos y revistas españolas y latinoamericanas.
Haces una relación entre lo político y lo literario cuando hablas de la represión sexual y social de la mujer: hablas de “romantiquismo” y cuentos de princesas.
Cuando yo hice mi tesis doctoral me basé en el amor romántico para intentar entender por qué las mujeres que tienen un estudio e independencia económica siguen atadas a la dependencia emocional. Vivimos en un mundo donde ya se permite el divorcio y eres libre para estar con quien quieras. Hemos luchado contra el patriarcado en muchos frentes: el político-social, el legal y el económico, pero el bastión que queda es el patriarcado emocional basado en el “romantiquismo”.
¿Cómo opera esa forma de opresión?
Las mujeres seguimos sujetas a los cuentos que dicen que el amor es la solución o la salvación. En mis charlas siempre hablo de la Cenicienta. Ante la opresión, la tipa no busca un plan de acción para largarse y conseguir la autogestión; se sienta a esperar a que la salve un príncipe. La moraleja del cuento es que el príncipe te salva, te lleva a un palacio y te saca de la pobreza, etc. Con ese cuento hemos crecido y nos lo hemos creído, porque aunque ahora trabajamos y tenemos independencia económica aún seguimos creyendo que el amor es la solución a nuestros problemas.
¿Cómo juegan las necesidades en estas relaciones?
Existen unas relaciones interesadas entre nosotros y nosotras, nos relacionamos desde la necesidad y no desde la libertad. La necesidad, por ejemplo, de tener un novio porque si no todo el mundo te va señalar como lesbiana o por lo menos va a entender que tu comportamiento es anormal. Hay muchas presiones de tipo social y económico. En mi trabajo lo que quise hacer fue desmontar un poco la ideología patriarcal y capitalista que subyace al amor romántico, porque habitualmente se cree que es una cosa individual, como la gripe, que si te la coges, bueno, apáñatelas como tú puedas.
Y ante ella, medicamentos y terapias.
Claro, lo que he encontrado es que, ante las dificultades de las relaciones sentimentales que establecemos y el alto grado de sufrimiento que conllevan, lo que se nos ofrece son soluciones a posteriori: psicólogos, psiquiatras, antidepresivos, pastillas para olvidar, pastillas para dormir o para generar bienestar. Pienso que sería muy necesario tener educación sexual y emocional desde el principio, en el proceso de crianza y socialización. Habitualmente se nos enseña a reprimir nuestras emociones fuertes, como la ira o la alegría, pero no se nos enseña a gestionarlas. En mi trabajo intento desmontar el sustrato ideológico que hay detrás de este sufrimiento para poder tener relaciones más libres y más bonitas.
En tu blog dice, bien grande, “lo romántico es político”. ¿En qué sentido esto es así?
Es algo que se me ocurrió a partir del lema “lo personal es político”, de mayo del 68. Remite a la idea de que aprendemos a amar culturalmente, desde donde se nos ofrece el modelo de amor príncipe-princesa o Brad Pitt-Angelina Jolie, familia nuclear, matrimonio feliz, división de roles, ella lava los platos/él arregla el jardín, ella cría los niños/él lava el coche, etc. Por lo tanto es político en tanto y cuanto todo el patriarcado y el capitalismo están insertos en estas estructuras de relación. Esto significa que habría que articular mecanismos que nos permitan querernos mejor y tener relaciones libres.
En teoría, eso está políticamente garantizado.
Claro, a nivel legal el Estado te garantiza que puedas juntarte con quien quieras y separarte cuando quieras. Pero lo cierto es que seguimos llamando “crímenes pasionales” a la violencia de género, que también es un tema político porque no pertenece al ámbito individual. Por ejemplo, hoy se sabe que el terrorismo machista ha matado más gente que el terrorismo etarra, y sin embargo no se articulan unas medidas políticas para luchar del mismo modo contra uno que contra otro. El feminismo reclama que esa violencia sea asumida de modo político y no como un problema individual. El amor es un tema político porque nos afecta a todos y a todas, y la propuesta sería, en primer lugar, una educación emocional para sobrevivir a los tsunamis sentimentales, pero también una transformación cultural que nos permita querernos de otras formas, querernos mejor.
¿El amor romántico estaría en oposición al amor libre?
Bueno, yo creo que hay muchas formas de romanticismo, yo de hecho soy una persona muy romántica… (risas).
Qué paradójico…
¡Sí, sí, yo apuesto por el amor y por el romanticismo! El problema que existe es el esquema único de amor asociado al romantiquismo patriarcal y tradicional, que viene desde hace siglos.
¿Pensás que el amor libre es una solución o una vía para acabar con las relaciones opresivas?
Pues… yo creo que no. Yo apuesto por el amor libre en tanto que considero que es mucho más sano que el mito de la monogamia, que por otro lado afecta más a las mujeres porque parece que el hombre como tiene tantos millones de espermatozoides no puede evitar ser generoso… Pero la monogamia de la mujer también es un mito. Para mí, el amor libre es la solución a la hipocresía de nuestro sistema monógamo.
Evitar esa hipocresía no parece ser tan sencillo.
No, es muy difícil vivir el amor libre en una sociedad romántico patriarcal. Cuando vos intentás llevar a cabo alguna de las varias formas de amor libre, te das cuenta que es un reto bien complicado. Primero por el tema de los celos, que es el gran escollo al que nos enfrentamos, y segundo por el tema de la ética, sobre todo en lo relacionado con el cuidado de las parejas. También por las jerarquías: hay quienes dicen “bueno, esta es mi pareja oficial y estas mis secundarias”, con lo que tampoco estoy de acuerdo porque reproduce de alguna manera el sistema patriarcal monógamo.
¿En qué sociedad puede ser posible el amor libre?
No hay fórmulas mágicas. Sería posible en una sociedad sin intereses económicos, sin celos, sin egoísmos, sin estructuras jerárquicas, etc. Para mi puede ser un objetivo a alcanzar, pero para alcanzarlo y vivirlo con libertad y alegría hace falta una transformación política, social, cultural, emocional y sexual. Las dificultades que enfrentan las personas que apuestan por el poliamor son terribles en tanto que no vivimos en un mundo que lo propicie, pero creo que quienes deciden intentarlo son gente súper valiente. El amor libre es una utopía en el sentido que dice Galeano, en la medida que hay que ir caminando hacia ella aunque no lleguemos nunca.
¿El amor libre es necesariamente opuesto a una elección monogámica?
Pues sí, en principio sí. Porque el problema de la monogamia es el adulterio, que conlleva mentiras, engaños y traiciones en los que la gente sufre muchísimo, porque cuando tú estás con una persona se supone que no quieres hacerle daño, pero ¿qué ocurre si te enamoras de otra persona? El sistema monógamo es hipócrita porque considera el adulterio como una excepción cuando en realidad es la norma. El amor libre es opuesto a la monogamia porque implicaría un mundo en el que ya no sería necesario engañar, mentir ni traicionar más. Un mundo en el que se trasciende el tema de la propiedad privada y la exclusividad.
¿Esa libertad te parece en su totalidad un “espejismo”?
Hay un nivel real: yo no tengo que pedirle permiso a mi padre para casarme. Es un avance enorme y no te lo puedo negar. Pero es perverso en la medida que, por ejemplo, si tú estás en una dictadura tienes un enemigo contra el que luchar, pero si estás en una democracia, no: al enemigo lo eliges tú, lo votas. Ahora, en el capitalismo, el sometimiento de la mujer es como en la democracia: “voluntario”. Aún teniendo las herramientas para entablar relaciones libres con los hombres, el patriarcado sigue inserto en lo simbólico y cultural. Por ejemplo, en las bodas el padre sigue entregando la novia al novio, no hay un segundo en que la novia esté sola, y la novia va contenta, nadie la obliga.
Lo que sí nace con el capitalismo, curiosamente, es el concepto de “amor libre”. De hecho, nace en la etapa más individualista y despiadada del capitalismo. ¿En qué medida el amor libre es eso y no un síntoma del desinterés por el otro, propio de esta etapa?
Bueno, en principio yo me quedo con toda la filosofía hippie y libertaria que hay detrás del concepto, la idea de que el amor va más allá de la pareja tradicional. Mi idea como defensora del amor libre es que abarque más gente y que como concepto no se trate exclusivamente del erotismo. Yo no habló tanto de una cuestión sexual sino de despertar una conciencia mundial solidaria, que la izquierda internacional viene intentando llevar a cabo desde toda la vida. La idea es expandir el amor a toda la gente y que la gente se quiera tal cual es, porque otro efecto del romantiquismo patriarcal es que diviniza a las personas para que sean perfectas, y las personas no somos perfectas. Es un proceso en construcción, creo que nadie está escogiendo el concepto de amor libre que usaban los libertarios de principios del siglo XX porque ahora los tiempos son otros y tenemos otros problemas que resolver, como el individualismo, las relaciones interesadas y la doble moral, por ejemplo. Para las mujeres yo creo que es un gran avance, ya que para nosotras siempre ha sido más difícil el adulterio, pero también tenemos que ir construyéndolo porque si no vamos a sufrir mucho.
fuente: revistaultimoround