Estuvimos en primera fila de la 3ª noche de la Batalla de Salta Rock el domingo pasado. Cuatro bandas circularon por el escenario: Gravedad Cero, Tren Nocturno, Yani Duermo y Dominó; dos quedaron afuera del concurso y dos pasaron a las semifinales. Rock, vírgenes, democracia y poca birra en la siguiente crónica. (Rodrigo España)

No hay nada más rockero que un domingo a la tarde/noche en pleno invierno. Salvo que sea un domingo a esa misma hora en Salta cuando pasa la procesión de una de las tantas vírgenes que de cuando en cuando son sacadas a pasear un rato y así demostrar la devoción, la tradición y la cultura.

La comitiva del perpetuo socorro era veloz, más veloz que cualquier otra procesión, la virgen iba acelerada y la comitiva también, realizando un contrapunto con el canto que se emitía por cuadras y cuadras mediante megáfonos dispuestos estratégicamente de manera que uno, cientos de metros antes de encontrarse con ella, supiera que se dirigía inevitablemente hacia una procesión. Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, resonaba el mantra de la tropa de fieles mientras apretaban el paso para perderse en dirección oeste, encabezados por caballos y gauchos rubios, luego la gente rodeando la virgen y al final la fila de carros con dulces varios y demás comestibles. El rock estaba en el aire.

Luego, esa hermosa estela verde que le suma otro olor más al centro capitalino en una jornada en la que el sol no era lo suficientemente fuerte como para secar la bosta equina era lo único que quedaba deambulando por las calles, era la señal de que por ahí había pasado la fe. En estos valles la tradición lo es todo; las raíces, por más bizarras que sean, siempre serán respetadas. Entonces, el poncho a veces se convierte en una camisa de fuerza.

Así como una fe se refuerza constantemente con eventos rememorativos, lo mismo sucede con otro tipo de prácticas y la música no es una excepción. La batalla de Salta Rock, al menos en su 3ª ronda preliminar, fue un poco eso: la reafirmación de una tradición sonora. Bandas un tanto dispares en sus estilos, con ciertos altibajos, sí, pero con una notado ensayo. Sin sorpresas, como la canción  que canta el tuerto de Radiohead, sin alarmas ni sorpresas.

El rock también es democrático

Esta es la quinta edición del concurso, el año pasado no la hicieron por el quilombo que implica organizar algo mediante la casa de la cultura y el ministerio de turismo (que también está encargado de cultura), las fechas no eran convenientes y no fue hasta que inauguraron La  fábrica de música que contaron con un lugar propio para volver a largar la competencia.

Este año fueron 12 las bandas participantes, se armaron tres noches para la primera ronda, de donde salieron 6 bandas que se batirán en duelo en dos noches más (3 bandas por noche) para que queden las dos más votadas por el público, porque el mambo funciona de la siguiente manera: cada una de las bandas podrá ser votada únicamente por quienes asistan al lugar y hayan pagado previamente sus entradas, con 15 mangos uno tiene derecho a escuchar por 30 minutos a cada una de las bandas y emitir el voto en un papelito que entregan en la puerta junto con la entrada. Una vez que la última banda ha subido al escenario se pueden dejar los votos en la urna que está al lado de la barra. No hay voto virtual que valga, el apoyo debe ser en presencia.

Esta situación democrática puede generar al menos un par de opciones: que el voto sea a partir de un análisis de las aptitudes de cada uno de los participantes, hecho que podría considerarse como la manera más objetiva de juzgar, aunque también una pelotudez, salvo que uno crea que los concursos significan algo importante; o su contraparte, que cada una de las bandas lleve su gente y el voto sea emitido por los amigos sin importar que los otros competidores suenen mejor. En todo caso, ambas opciones se reducen a la siguiente dicotomía de redes sociales: me gusta, no me gusta. Es mi amigo, no es mi amigo. De todas maneras el voto sería respetado. Hace años que la idea anárquica del rock se ha abandonado en la práctica, aunque nunca está demás tener un estíquer con una A cortada por un círculo pegado en la viola.

Para aquellos que llegábamos hasta el bar de la Alsina con total desconocimiento de las bandas participantes, salvo conocer alguna por el nombre, la primera opción era la más pertinente.

Se van las primeritas

No llegábamos a los 40 espectadores cuando arrancó, alrededor de las 20 horas, la primera banda de la noche: Gravedad Cero, un trío que si no era un tributo a Divididos, pegaba en el palo. Desde la guitarra hasta la elección de ritmos los delataban a los changos, los más jóvenes de la jornada: reggae, funk, un airecito hendrix, el infaltable cover y la no menos infaltable referencia al folclore: se mandaron un cueca distorsionada mientras un par de gentes un tanto pasadas de cebada fermentada y otros brebajes gritaban desde el fondo: “Tocá una instrumental pendejo, una instrumental”.

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Coreaban entre las sombras quienes, luego se sabría, eran amigos de otra banda y venían a meter presión a los contrincantes, como para hacerles saber quién era el local. Pero los pendejos se la bancaron bien, se notaba que tenían el set practicado. Hasta ese punto la noche se abría en orden, el humo comenzaba a salir y el aire de rock ya se respiraba en el ambiente, de rock o de boliche, porque la banda daba para el bailongo.

Se terminaron los treinta minutos y mientras la siguiente banda ensamblaba sus cosas en el escenario algunos videos bien rockeros eran reproducidos en la pantalla gigante donde minutos después estarían las imágenes de los Tren Nocturno captadas por las dos cámaras del local que, junto a las luces y el humo insistente, formaban parte de la escenografía.

Heavy metal ochentero, doble bombo y riffs al palenque, sumados a la voz aguda del vocalista hacían que este quinteto sea uno cuasi tradicional: bata, dos violas, un bajo y un vocalista que además de cantar hacía gestos al parecer satánicos o rockeros, mirando entre la espesura del público con ojos de frontman que se contonea en poses amenazantes. No estaba mal la banda, si es que uno es un aficionado a ciertos sonidos que van de la transición del glam al metal noventoso melódico. Nuevamente, se notaba que lo venían ensayando y las disculpas del vocalista por estar hace sólo dos meses en la banda tal vez no eran necesarias. “No debe ser fácil gritar como este chaboncito”, decía alguien en una mesa contigua, cuando el sonido del primer tema se iba, “el otro día alcancé la misma nota cuando me agarré la punta del choto con el cierre”, retrucó su compañero, con evidente mala leche. Mientras tanto el guitarrista era fotografiado insistentemente por la única fotógrafa que se acercaba al escenario para captarlo con un celular.

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No podía faltar el cover de rigor e hicieron América Latina. Luego se mandaron con una composición de la banda en honor Edgar Allan Poe, ese escritor norteamericano tan conocido por los cuentos magistrales, por chuparse hasta el agua de los floreros y por haberse casado con su prima de 15 años. Si eso no es rock, este cronista desconoce lo que pueda ser.

También eran rock los que a la banda anterior le metían presión y a la que tocaba en ese momento le pedían a voz en cuello “último tren, tocate último tren”. Al final tocaron último tren y así como la birra, la primera mitad de la batalla se iba.

Haceme la segunda

Mientras esperábamos a que la siguiente banda armara sus cosas alguien nota que en los videos pasados en la pantalla se mostraba uno de la que sería la banda encargada de cerrar la noche: Dominó. “Me están condicionando el voto”, dijo quien notó lo del video. Pero para ese momento no importaba demasiado porque luego de que les afinaran las guitarras los muchachos de Yani Duermo estaban listos para sus treinta minutos en la batalla. La barra brava del fondo ya se había retirado, no había más gritos ni aprietes.

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Dos guitarras, un bajo, una bata y un teclado, esa era la formación de estos compadres que no tocaron mal, se los notaba felices y contentos al poder participar del concurso, de tanta felicidad el vocalista mandó como 10 veces en total el nombre de la banda, una estrategia poco utilizada por los demás y que al final demostraría haber sido poco beneficiosa.

El tecladista con la remera de The Doors le hacía honor a Manzarek, al menos en su sonido. El resto de la banda lo seguía con cierta prolijidad mientras se pasaban la birra entre tema y tema. Algo de garage, un poco de postpunk y algunos jugueteos con el hiphop fueron parte del set de los changos. El público a ese punto alcanzaba las 60 o 70 personas, casi el doble de la cantidad inicial.

Estoy cansado de tanta policía, de tanta cámara y de tantas mentiras de los políticos, decía una de las letras o al menos lo que se podía escuchar de ella. Este fue un problema en toda la noche, las voces nunca fueron muy claras y si el que escuchaba no conocía la letra, estaba en el horno, tenía que imaginarla. Se iba acabando la noche y era hora para el cierre.

Mientras el presentador de la jornada ayudaba a la última banda con el armado alguien acercaba una urna de cartón a la barra para que los votos fueran depositados. Luego de varios minutos de preparación estaban listos los Dominó, por lejos la banda más jovata, como lo notaba un vecino: “Estos pueden ser los padres de los pendejos del inicio”. Y como los pendejos del inicio, no tuvimos muchas sorpresas. Un rock bien tocado, solos virtuosos, el infaltable cover (esta vez fue Pasajera en transe) y un bajista onda Metállica, no por el sonido, sino por la forma de agarrar el bajo a lo Trujillo. Dos guitarras y la bata cerraban la formación.

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Entre canción y canción nos enteramos que los muchachos tiene un EP grabado que puede descargarse gratis en internet. Era evidente la diferencia entre esta banda y las anteriores, un tanto por la edad de los participantes y un tanto porque la cantidad de humo que mandaron al final era casi insoportable.

Al final, como lo hicieron todas las bandas, vinieron los agradecimientos a La Fábrica de Música por organizar la batalla, a la gente por hacer el aguante y etc. El casét estaba puesto en play.

El sufragio rocker

Luego de escuchar las 4 bandas una serie de interrogantes se hacían necesarias: ¿de qué manera se juzga esto? ¿No es al pedo el sistema competitivo para algo que debería basarse en compartir? ¿Cómo se escribirá el nombre de esa banda? ¿Hay que juzgar el sonido, la pose, la cara de rock o qué? ¿Será que todavía hay giles que quieren votarlo a Romero en el 2015? ¿Dónde queda el baño? Y así, luego de unos minutos de contemplación con la vista hacia el infinito y pensando en todas éstas y otras interrogantes pelotudas que uno tiene a la hora de participar en todo acto democrático, pusimos los votos en la urna.

Al final las cuatro bandas subieron al escenario y anunciaron a los dos ganadores luego de realizado el recuento de los votos: Gravedad Cero y Dominó pasaron a la semifinal. Las otras dos bandas tendrán que probar suerte en ediciones siguientes de la Batalla.

Y como la segunda birra, la noche se acababa, todavía era temprano, pero hacía frío y era mejor descansar de tanto rock en una jornada rara en la que confirmamos que la tradición es una red de la que no se escapa, a lo mucho uno saca un brazo o la cabeza, pero no sale.

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bsr gravedadceroFotos: Ela Nunes