Esta semana se llevó a cabo una nueva marcha de Ni Una Menos, a poco de que se trate en el Congreso de la Nación el proyecto para incorporar en la salud pública la asistencia a casos de aborto. El gélido lunes se entibió con las mujeres y luchadores contra el patriarcado, que además de marchar y cantar, hicieron intervenciones artísticas. Andrea Mansilla
El lunes 4 de junio se llevó a cabo en nuestra provincia la cuarta marcha Ni Una Menos. A menos de una semana de que los y las diputadas hubieran dejado sin quórum la sesión en la que se trataría la adhesión al protocolo nacional de interrupción legal del embarazo, las mujeres, lesbianas, trans y travestis se organizaron con más fuerza para pedir por la vida.
“Sí a la vida” no parece ahora una consigna sólo de los grupos que se manifiestan en contra del aborto sino una exigencia de todo el movimiento feminista que clama por la legalización del aborto en pos del cese de muertes en estado de clandestinidad, cupo laboral trans, no al tarifazo impulsado por el Gobierno nacional, absolución para Joe Lemonge, entre otras. Todas demandas que persiguen un único fin: preservar y mejorar la vida.
La masiva movilización del lunes 4 no es azarosa ni ha logrado la fuerza con la que se ha realizado de un día para el otro. En una de las provincias más conservadoras del país, el movimiento de mujeres, lesbianas, trans y travestis ha impulsado distintas manifestaciones en lo que va del año y sido parte activa de las marchas en contra de las políticas neoliberales del gobierno de Mauricio Macri.
Quizás sean los pañuelazos de todos los martes el lugar de encuentro más visible de todes les que participan de este movimiento. Al frente de la plaza de la Legislatura, activistas, docentes, estudiantes, profesionales de la salud, autoconvocades y artistas se reúnen en torno a los pañuelos de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Desde hace algunos martes, comparten el espacio con grupos religiosos que comenzaron rezando en círculo alrededor de una virgen embarazada y hoy llevan carteles, poseen una bandera larga similar a la de la Campaña y promueven bocinazos y “marchas por la vida”. Es evidente que a la par del crecimiento del movimiento feminista, la organización de estos grupos que se autodenominan pro-vida se hace ostensible. Sostenidos por la iglesia católica, de fuerte raigambre en nuestra provincia y con un apoyo explícito del Gobierno, quienes rezan y bocinean han replicado los símbolos como las banderas, los carteles y el pañuelo (el suyo es celeste o rosa) y han sumado adeptxs a través de una gran movida en redes sociales. A días del debate del proyecto de la interrupción voluntaria del embarazo en la Cámara de Diputados, que será el 13 de junio, las tensiones se agudizan y las opiniones dividen y reconcilian voces.
Pero aún nada está dicho y la guerra por la libertad se sigue librando. El triunfo de una nueva batalla para el movimiento feminista fue la marcha Ni Una Menos, con una convocatoria masiva a pesar del frío crudo del invierno. Al calor del fuego de las antorchas de las Socorristas en Red, miles de mujeres, lesbianas, trans y travestis marcharon por las calles de una provincia en que históricamente ha promovido la opresión de las mujeres y la disidencia tras el velo de la tradición.
Organizaciones sociales y políticas, grupos de artistas, docentes, estudiantes, profesionales de la salud, amas de casa, madres, amigues, hijes… un entramado de subjetividades siguen reactualizando la consigna #NiUnaMenos y, como en la serie mundialmente famosa Handmaid’s tale, vienen susurrando entre miradas cómplices: “Nolite te bastardes carborundorum”.
Movimiento que crece
Ni una menos es, como afirmó Marta Dillon en una entrevista reciente, un colectivo, una consigna y un movimiento social. La historia de esta frase comenzó por el año 2014 cuando María Pía López, una socióloga feminista, convocó a varias artistas y periodistas a una maratón de lecturas a fin de visibilizar la problemática del aborto. Al año siguiente, el mismo grupo realizó una lectura para denunciar los femicidios y, con la asistencia de familiares de las víctimas, armaron redes de contención y amistad que luego impulsarían jornadas de lucha a nivel nacional.
En mayo de 2015, uno de los tantos femicidios que venían sucediéndose sistemáticamente en Argentina conmocionó particularmente al país: Chiara Pérez, de 14 años, había sido asesinada a golpes por Manuel Vallejos, quien en ese momento era su pareja. Estaba embarazada y todo indica que el crimen fue cubierto por la familia de Vallejos. El caso de Chiara despertó en las mujeres un alerta que venía sonando desde hacía tiempo pero ahora lo hacía con más fuerza. El grupo de activistas feministas, los familiares de las víctimas y la fuerte presencia de #NiUnaMenos como consigna en las redes sociales, obligaron al país a repensar las prácticas culturales que reproducían sistemáticamente la violencia machista. Miles de mujeres salieron a las calles con un mismo grito, marchando hacia todas las plazas del país.
En Salta la primera marcha Ni Una Menos fue multitudinaria e impulsó la creación, al año siguiente, de la Mesa homónima, un colectivo de más de dieciséis organizaciones que por primera vez se reunían sólo a discutir cuestiones relacionadas a la violencia de género.
Entre 2016 y 2017, con el índice de femicidios cada vez más alto, el movimiento de mujeres a nivel nacional ya se encontraba más consolidado y nuestra provincia estaba en agenda por tener los números más altos por violencia machista en todo el país. Como consecuencia, la marcha se replicó en otros países como Uruguay, Bolivia y Paraguay. Mientras el machismo se cobraba la vida de cientos de mujeres, lesbianas, trans y travestis, el movimiento feminista se expandía y a la movilización se sumó también el colectivo LGBTTTIQA, visibilizando así la problemática de las violaciones correctivas, el odio a la disidencia y la exclusión de los espacios laborales y sociales. El síntoma, las muertes; la consecuencia, un movimiento social heterogéneo y dinámico cada vez más grande.
Fotos: Valeria Cardozo