Daniela tiene 25 años y estudia Psicología en la Universidad Católica. Realizó una investigación sobre la multiparidad en mujeres jóvenes de un barrio cerrillano. El estudio buscaba romper el mito alrededor de la Asignación Universal por Hijo: las mujeres se embarazan por un plan. (Gastón Iñiguez)

Daniela sostiene un cartel para la foto que dice “¿Dónde está Santiago Maldonado?” pero ella no hablará de este tema aunque se lo siga preguntando, como todos nosotros. Sí hablará de la investigación que se convirtió en el proyecto de su tesis para recibirse de Licenciada en Psicología; la multiparidad y sus representaciones en el sistema de salud.

Cuando cursaba el cuarto año de la carrera, dentro del marco de la beca “Ramón Carrillo, Salud Investiga”, Daniela se movió al barrio Villa Balcón de la localidad de Cerrillos para una práctica de campo en el centro de salud y escuchó por casualidad cómo los profesionales a cargo se referían a las jóvenes de condición humilde con muchos hijos, usando esa famosa frase de que se embarazan por tener un plan. Esta discriminación generó en ella incomodidad debido a la estigmatización que sufrían las mujeres sólo por el hecho de ser pobres; entonces decidió que ese sería el tema de su tesis. Por ello entrevistó a muchas mujeres, hizo grupos focales, las acompaño a sus actividades, las visitó en sus casas y después articuló con teoría de género y materialismo. Su trabajo deja claro cómo estas adolescentes y mujeres jóvenes están constantemente expulsadas del sistema educativo y productivo, los novios las celan y no las dejan estudiar, no existe la opción del trabajo en blanco y lo único que conocen es criar hermanos. A pesar de todo esto, luego de que tienen hijos porque no tienen ni idea de cómo cuidarse, ingresan por primera vez al sistema a través de la asignación universal (AUH) y en muchos casos vuelven a estudiar, a formarse y hasta trabajan de manera precaria para brindarles algo que ellas no tuvieron.

La AUH entró en vigor el 29 de octubre de 2009 por el decreto 1602/09 del Poder Ejecutivo de la Nación para la protección social a un sector excluido. Es un seguro social que otorga a personas desocupadas, que trabajan como empleados en negro o que ganan menos del salario mínimo, vital y móvil un beneficio por cada hijo discapacitado o menor de 18 años. A diferencia de lo que muchos creen -que mientras más hijos más dinero poseen- es todo lo contrario ya que a partir del tercero las familias comienzan a cobrar menos.

“Para ellas es una situación normal tener 4 o 6 hijos antes de llegar a los 29 años. Vienen de una historia familiar de maternidades tempranas y de una cultura donde la manera de retener al hombre es a través de la descendencia”, dice Daniela. “Casi siempre los embarazos son por accidente ya que no tienen nociones de autocuidado, deciden no cuidarse por una cuestión de fe o porque sus parejas no les permiten usar anticonceptivos”.

Si ellas usan anticonceptivos quiere decir que están engañando a sus parejas; les dicen que hay que cuidar al marido para que no se vaya y la forma de hacerlo son los hijos, estos existen como la prueba viviente del pacto que hacen con el patriarcado.

De acuerdo a la investigación que Daniela llevó adelante, estas mujeres están desafectadas, sin tejer ningún tipo de lazo social, mucho antes de quedar embarazadas. La maternidad tiene poco que ver. Es la sociedad patriarcal la que les asigna un rol dentro de un esquema del cuál no pueden salir y desde chicas son adoctrinadas para ser madres y resignarse únicamente al espacio doméstico. Podría decirse que ese es un aspecto negativo importante que tiene la asignación y es que fortalece la idea de la mujer en el hogar mientras el hombre sale a trabajar. Una forma más de sometimiento hacia los géneros por parte del capitalismo. La parte buena radica en el uso de la asignación y el manejo del dinero en el hogar, lo que permite que las mujeres se acostumbren a administrar sus propios gastos sin tener que depender de la pareja.

“La asignación es la única forma que tienen de superarse como personas, les permite salir de sus casas y sociabilizar con otras mujeres que están pasando por situaciones similares. Una vez que comienzan a cobrar aparecen dentro del sistema y en el radar de centros de salud, agentes sanitarios y otras entidades que les brindan contención. Por ejemplo, en los CPI (Centros de Primera Infancia) reciben charlas sobre educación sexual y violencia de género”, argumenta Daniela.

Existe el prejuicio dando vueltas, de que si una mujer de clase media o alta se dedica a sus hijos se piensa que es una buena madre y por sobre todo dedicada. Pero si esa madre es pobre se la discrimina cuando decide tenerlos y criarlos; mucho más si recibe una ayuda que le permita tener una vida un poco más digna.