“Amaba a la Patria, pero no a sus compatriotas; a la educación, pero no a los maestros; a la humanidad, pero no a sus semejantes.” (Julio Argentino Roca)

POR MARTÍN MIGUEL GÜEMES ARRUABARRENA



Esta apreciación sobre el cuyano alborotador, vertida por el Conquistador del Desierto, es tajante, contundente. Sin embargo, más allá de alguna aproximación psicológica al personaje, necesitamos del auxilio de la historia, para explicar a una personalidad tan compleja de la vida nacional. Y es el tiempo de hacerlo, en estos días anarquistas libertarios, de carajeadas, insultos, exabruptos, epítetos y calificaciones agraviantes. Las cuales, nos retrotraen demasiado al desequilibrado Presidente Sarmiento. En la Presidencia Mi Ley ¿estamos ante un ideólogo o un pragmático, un loco o un genio? Es un decreto de necesidad y urgencia tratar de reconocerlo, para saber a qué atenernos.


Algunas definiciones de Sarmiento (sus civilizadas barbaridades), los unen, a la generación del 80, en el Siglo XIX, y a la del 90, en el Siglo XX… Unidad de la civilización contra la barbarie, que se manifiesta en el desprecio al aborigen, al gaucho, a la chusma, a los cabecitas negras, al menosprecio de las mujeres, de los trabajadores y los viejos. De allí, las salvajes variables de ajuste económico, y social. Ayer, y hoy… El maestro inmortal (Sarmiento), expresa a Mitre: “(…) No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al País. La sangre es lo único que tienen de seres humanos. Con respecto a los aborígenes, Sarmiento afirma: (…) ¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se les debe exterminar sin siquiera perdonar al pequeño que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado. (Roca por necesidad geopolítica `portuaria, pampeana, fue su más preclaro discípulo). Mitre y Sarmiento, construyendo el poder porteño, dominando las provincias, obraron en consecuencia… ¡guerra a muerte a los barbaros! En abierta alusión a la violencia política y social, Sarmiento sugiere: “(…) Es preciso emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben emplearse sin vacilación alguna imitando a los jacobinos de la época de Robespierre”. (Las enseñanzas del Gran Maestre y Soberano Gran Comendador de la Masonería, grado 33, dieron frutos amargos). La historia argentina, es un largo camino de violencia cultural, institucional, que acarreó violencia política, económica y social.


Familia, resentimiento y destino


Esas palabras escritas con pasión de ideólogo liberal, apuntaladas por el sectarismo unitario, y el resentimiento social (no olvidemos su condición de primo pobre de Quiroga) las pronunciaba este argentino nacido el 15 de Febrero de 1811, en la ciudad de San Juan, en la región Cuyana, participe necesaria de la epopeya sanmartiniana. Cuyos padres fueron: José Clemente Sarmiento Quiroga, y doña Paula Albarracín Irrazabal. Uno aventurero empedernido, y la otra abnegada trabajadora del telar de la vida. Ambos influenciaron notoriamente en este “montonero de la batalla intelectual”, tal como lo define Paul Groussac; “autor de Facundo, glorioso panfleto” al decir de Ricardo Rojas. El Profeta de la Pampa, en realidad era un hombre de autoridad (Manuel Gálvez dixit), capaz de correr a patadas a un Ministro, alrededor de una mesa, porque desobedeció sus ideas, sus directivas, porque quien no estaba con él, estaba contra él, nadie podía criticarlo, ni disentir… cualquier parecido con la actualidad, no es casualidad, sino causalidad.


En su libro: “Recuerdos de Provincia” recrea su formación tradicional, sus relaciones familiares, el recuerdo de sus maestros, su nostalgia por los años vividos en su provincia natal. Su aversión al caudillo Nazario Benavides, y a las montoneras federales, a consecuencia de una polvareda pueblerina, lo llevó a transponer la cordillera. En un pequeño pueblo chileno, fundó su primer establecimiento de enseñanza. También trabajó como minero. Su vuelta al pago, fue sin pena ni gloria. Ejerció la enseñanza y el periodismo, fundó diarios que desaparecieron a los primeros números… La dictadura nacional de don Juan Manuel de Rosas, lo lleva nuevamente a transponer la cordillera, rumbo a Chile (1840 – 1854). Las ideas no se matan (escribió en una piedra en la cordillera, por supuesto en francés para que no pudieran leerla los arrieros). No tuvo empacho (tiempo después) en matar hombres que no aceptaban las suyas (el asesinato del Chacho Peñaloza, es su prueba de sangre). Esta es su contradicción fundamental, la tensión vital entre el ideólogo y el pragmático, el loco y el genio…


Periodismo y militancia unitaria


Allí – en Santiago de Chile y Valparaíso – se destacó en el periodismo polémico, provocador. No se andaba con chiquitas el loco Sarmiento, le discutió públicamente a don Andrés Bello sobre nuestro idioma castellano y su evolución en Suramérica. Bello defendía lo académico, Sarmiento la espontaneidad popular. Aquí se revela su genio, su talento creativo. Porque debemos decirlo: Sarmiento fue el más grande prosista del Siglo XIX, y uno de los más importantes de Nuestra América. Incorporó el idioma a su pensamiento rudimentario, y generó en esa confluencia secreta, su espíritu genial. Su literatura, sus escritos, construyen la personalidad de don Yo. Como le gustaba definirse, en alarde de espontánea, ingenua, extrovertida vanidad. Lamentablemente, en este aspecto, Mi Ley y seguidores no aprendieron nada, su vocabulario, y consecuentemente su interpretación de nuestro país, es rudimentaria, pobre de espíritu, y carente de sensibilidad nacional.


En Chile, en 1845, escribió su panfleto militante: “Facundo. Civilización y Barbarie”. Espada beligerante, flamígera, de su odio a Don Juan Manuel de Rosas. Para lo cual utilizó, como ejemplo sociológico, la “sombra terrible” de Facundo Quiroga, el Tigre de los Llanos. Tergiversando a designio, la vida y la acción del Caudillo riojano. Hecho que aceptó literalmente. Tal como demostraron Ramón J. Carcáno y David Peña. Sarmiento mismo, afirma: “(…) Soldado con la pluma y con la espada, combato para poder escribir; que escribir es pensar; escribo como medio y arma de combate; que combatir es realizar el pensamiento”. En la polémica que sostuvo con Juan Bautista Alberdi, en 1853, se refleja su insidiosa y filosa verba. Son un reflejo de su impotencia, ante las claras refutaciones del Norteño. Me refiero a la Ciento y Una, agresiones a los escritos de Alberdi (Cartas Quillotanas). Dignas de leerse hoy, para saber que piensan sobre la prensa militante, estos dos grandes pensadores liberales.

¡Viva la libertad, carajo!


Su presencia militar, en la cruzada libertaria contra Rosas, fue como boletinero del Ejército Grande. Sus impresiones fueron vertidas en su libro: “Campaña en el Ejército Grande”. Su aversión al Presidente Justo José de Urquiza, y a la Confederación es notoria. No por nada, se sentía provinciano en Buenos Aires y porteño en las provincias. Argentino en todas partes… Falleció en Asunción del Paraguay, el 11 de septiembre de 1888, en el país desvastado por la Guerra de la Triple Infamia (donde muere su hijo Dominguito). Ante la tormenta, cuando el río suena, piedras trae… olvidar al maestro inmortal de los anarquistas libertarios, también es tener memoria.