Pasaron campañas, gobiernos, promesas y se esfumaron millones destinados a obras. En San Martín, el agua no llega a pesar de las fotos. Una recorrida por el departamento de mayores contrastes socioeconómicos de la provincia y un repaso necesario de la histórica demanda de sus habitantes.

Por Nicolás Bígnate

 

El padecimiento histórico del norte provincial asociado a la escasez de agua potable muestra cada año nuevas particularidades. Los cortes diarios que solían iniciar a finales de septiembre e inicios de octubre se adelantaron al mes de agosto, coincidiendo convenientemente (o no) con la campaña electoral en marcha. La demanda constante de respuestas por parte de los habitantes del departamento San Martín se entremezcla con promesas de «soluciones definitivas» que llegan en boca de los burócratas capitalinos de turno. De esa forma, al menos, fueron interpretadas las palabras del titular de Aguas del Norte, Luis María García Salado, en su visita reciente al municipio de General Mosconi.

El acuerdo sellado entre la empresa y los vecinos prevé entre otras «concesiones» que se enviarán 100 metros cúbicos de líquido por hora desde la planta potabilizadora de Tartagal, cuya optimización se espera desde hace más de ocho años. Si se considera que en el municipio cabecera del departamento San Martín el agua potable escasea durante no menos de 12 horas al día en la zona centro de la ciudad, la idea de abastecer desde allí a las familias de Mosconi resulta como mínimo insultante.

La mejora de caudales prometida también incluye la puesta en funcionamiento de dos pozos que se encontraban fuera de servicio en Yacuy y la incorporación de entre tres y cinco camiones cisterna para abastecer casa por casa a las familias. Esta última postal se repite a lo largo de todo el departamento San Martín: los pocos vehículos dispuestos a tal fin por la empresa estatal complementan su actividad con la de privados que cobran un promedio de $2500 para llenar los tanques de comercios y residencias. Todo esto, pese a que se abastecen directamente de los pozos de Aguas del Norte.

Mientras tanto, las tareas estructurales para la tan ansiada solución definitiva, aparecen en el horizonte y se alejan como la utopía de Fernando Birri, pero impulsadas por la desidia y las malas prácticas. Ya en 2013, a dos años del lanzamiento del frustrado Fondo de Reparación histórica, las proyecciones de la empresa Aguas del Norte para la ciudad de Tartagal ubicaban la solución al problema del agua en el año 2025. En dicho plazo debería haberse concretado el refuerzo del dique Itiyuro, la ejecución de un nuevo acueducto y la planta potabilizadora. A ocho años de aquella estimación solicitada por el concejo deliberante, los avances reales pueden considerarse nulos.

 

16 horas al día sin agua

Sergio González preside el Concejo Deliberante de Tartagal y desde ese lugar elevó reiterados pedidos de informe a la empresa de agua y saneamiento. En la plaza principal de la ciudad norteña dialogó con Cuarto Poder y se refirió al tormento diario de sus coterráneos. «El problema del agua tiene mucho tiempo. Al paso que vamos, con la empresa Aguas del Norte, parece que va a continuar por mucho más. Aguas del Norte tiene que invertir para dar una solución definitiva al problema del agua. Sin embargo, el presidente de la empresa dijo que no había inversión. Entonces, ¿qué solución podemos darle al problema?», se pregunta.

«La parte del centro no tiene agua durante casi 16 horas al día. Las orillas no tienen nada de agua, a veces tienen dos horas por día. Hay lugares que no tienen el servicio en todo el día. Ellos (por los directivos de la empresa) a veces le echan la culpa a los asentamientos. Es verdad que hay muchos, pero si no le damos la presión necesaria, no sólo los usuarios se quedan sin agua, sino también los asentamientos», añade.

                                 Sergio González. Pdte. Concejo Deliberante. Tartagal, Salta

El asunto referido por González no es menor. Además de la expansión demográfica registrada en los últimos años, Tartagal encabeza el penoso ranking de poseer la mayor cantidad de asentamientos, superando a la capital provincial. Algo que, además de evidenciar la ausencia de políticas habitacionales serias, acrecienta la demanda de infraestructura de servicios. «Había diez camiones contratados por Aguas del Norte que llevaban el agua a los usuarios, después quedaron sólo cinco. ¿Y la gente que no es usuaria y que vive en los parajes? Esa gente también toma agua, más allá de si es un asentamiento o queda lejos», comenta.

En el año 2011, a través del Fondo de Reparación Histórica, se presupuestaron $23 millones para una serie de obras vinculadas directamente a la provisión de agua. Una de las más icónicas fue una pileta de 2×2 con una manguera plástica de 10 cm de diámetro y una bomba en la punta, supuestamente orientada a alivianar el conflicto eterno del agua en Tartagal. Por ese esperpento se pagaron en 2011 $7 millones, que trasladados al cambio actual serían alrededor de $163 millones.

«Los que tienen que llegar y no lo están haciendo son los diputados provinciales y el senador provincial. Son los que están cerca del gobierno de la provincia de Salta y de la empresa y sin embargo no están haciendo absolutamente nada», reniega González. Y agrega: «Tartagal es una de las ciudades cabecera de la provincia de Salta y resuta que no podemos resurgir porque es malísimo el servicio de agua. Eso nos está atrasando como tartagalenses y sanmartinianos».

 

Agua no hay, obras tampoco

En el municipio de Aguaray las condiciones no son mejores. La riqueza que fluye debajo de la tierra en forma de petróleo no parece haber derramado en beneficio de las mayorías a lo largo de estos años. La escasez de agua potable se replica en un territorio rodeado por fuentes interminables de líquido y el abandono estructural se hace notar en los primeros pasos de la recorrida.

Federico Martínez Blasco es un joven trabajador petrolero y, como tal, lamenta que las necesidades de su pueblo persistan pese a la pujanza que la zona alguna vez tuvo. Después de haber trabajado algunos años en el sur, encontró que las demandas de la comunidad permanecen irresueltas.

«Hoy en día lo vital es el agua. Hay localidades que hace más de una semana o dos no tienen agua durante la mayor parte del día», comienza diciendo. «Pasa a ser un poco traumático para la gente porque le están llevando con chulengos, pero no llega a todos los lugares. Es difícil, no se cuenta con los equipos necesarios para llegar a todos los lugares. Está complicado el tema porque no están los recursos», asegura.

Los recursos, sin embargo, alguna vez estuvieron. La «nueva» toma de aducción de Embalse El Limón fue anunciada reiteradas veces a lo largo de la última década y tuvo un presupuesto inicial de $50 millones. Idéntico monto se destinó para la ampliación de la planta potabilizadora Itiyuro. Ninguno de los faraónicos proyectos llegó a concretarse ni logró alivianar el eterno drama de la escasez. «Lo principal sería un mantenimiento al dique que hace muchos años no se hace. En septiembre ya empiezan las lluvias y hay más problemas, después de noviembre el agua sale sucia y no podemos decir que sea potable», remata Martínez Blasco.

                                      Federico Martínez Blasco. Trabajador petrolero.

 

Sin agua no hay desarrollo

En General Mosconi, epicentro de luchas y resistencia piquetera durante las privatizaciones menemistas, la población cortó durante cuatro días la ruta 34 a la altura del acceso al pueblo. Los recurrentes cortes del servicio colmaron el ánimo de los habitantes y alimentaron el reclamo histórico en relación al acceso al agua potable y saneamiento. El conflicto obligó a que las autoridades de Aguas del Norte firmaran una serie de compromisos con los vecinos para normalizar el abastecimiento de líquido.

En el Aeroclub Vespucio, símbolo del desarrollo que la zona alguna vez supo tener, el empresario y dirigente Víctor Rivero relató a Cuarto Poder las consecuencias de la problemática: «En mi domicilio particular no tengo desde hace tres años. En algunos barrios tienen agua de 6 a 8 de la mañana, pero es un hilo sin presión que hace que la gente tenga que juntar en tachos para todo el día. A la tarde ya no hay agua, entonces la calidad de vida ha decrecido».

                                                 Víctor Rivero. Empresario. Dirigente

Aunque los especialistas coinciden en que los esfuerzos deberían enfocarse en trasladar el agua a través de acueductos desde fuentes copiosas, la estrategia adoptada parece centrarse exclusivamente en la perforación localizada de pozos. «Sinceramente no escuché ninguna solución aún. Sólo sé que hay camiones que van a distribuir el agua a los domicilios particulares, pero son paliativos. Estamos rodeados de agua por todos lados, tenemos a 100 km el rio Bermejo, a 200 km el rio Pilcomayo, a 30 km el rio Seco. Tenemos vertientes de los cerros de Tablillas y el Aguay. Entonces, agua tenemos, pero no la infraestructura», asegura Rivero.

El futuro no parece muy auspicioso para los habitantes del norte provincial, acostumbrados a que la causa de sus tormentos diarios reaparezca cada dos años reciclada en forma de slogan electoral. Remata Víctor Rivero: «Hace tres años que no hay agua, entonces la gente llegó un momento que se resignó a tener agua de las 6 a las 8 de la mañana. Yo lo tomo como una falta de respeto a nuestra sociedad y hacia la región que aportó tanto a la provincia».