El psicólogo Matías Arroz reflexiona sobre la igualdad en tiempos de encierro obligado y nos ayuda a pensar los machismos presentes aun hoy en la vida cotidiana.
Nos encontramos atravesando una situación inédita a nivel global que justamente por su condición de excepcional va mostrándonos sus consecuencias a medida que avanza, así más allá de las cuestiones relacionadas con los aspectos médicos, empiezan a surgir aquellas que son de índole emocional y psicológico, el aislamiento social y por ende la sensación de encierro y restricciones que esto conlleva empiezan a sentirse con el correr del tiempo y generan aspectos cambiantes en unos y otros pero lo cierto es que en todos va mostrando alguna manifestación (inclusive manifestaciones contrarias y totalmente opuestas entre sí), irritabilidad, cansancio, mas sueño, insomnio, hiperactividad, estado de alerta sostenido, apatía etc.
Así entre las múltiples consecuencias de la pandemia, observamos que ésta ha obligado de una u otra forma a poner énfasis en nosotros mismos, los hábitos y la organización de estos, el encierro sostenido (periodo de cuarentena) y la reducción de servicios de todo tipo han propiciado una vuelta intempestiva al hogar que en muchos casos incluye focalizar en el cocinar, las tareas escolares, la limpieza del hogar y de jardinería entre otras, todo ello se encuentra generando en ocasiones choques a la hora de la toma de decisiones que van mas allá de la mera puesta en acuerdo de una planificación, ya que se ha topado con una incipiente y nueva organización de las uniones entre las personas y configuraciones de la familia, avivando la vieja discusión del dividendo de los quehaceres domésticos, los que a pesar del avance del movimiento feminista aún recaen en su mayoría en el género femenino, ocasionando en muchas mujeres lo que algunos autores denominan “carga mental” que no es otra cosa que el estrés acumulado de que “todo funcione” más allá de lo factico, percibiéndose falsamente como responsabilidad de las mujeres la armonía del hogar, así la discusión de la que hablábamos se trata entonces de que el género masculino ocupe de una vez su rol también como actor participante e igualitario del que “todo funcione” asumiendo como propias las obligaciones tanto de la crianza de los hijos si los hubiera, como de los quehaceres domésticos de toda literalmente toda índole, compartiendo así la “carga” dicha postura recién se encuentra podríamos decir en un periodo de inicial y necesaria crisis repartida entre muchos hombres que se niegan a asumirla o ni siquiera pueden visualizarla y algunos pocos que la asumen aunque en un lucha interna con malos hábitos de crianza y deber ser de épocas pasadas.
Como aspecto destacable la situación de pandemia ha enfrentado a muchos hombres con tareas que en muchos casos denostaban o consideraban sencillas o de fácil realización, advirtiéndose en el mejor de los casos que aquella afirmación de que las tareas del hogar son un trabajo tan agotador como cualquier otro no estaba equivocada, la pandemia sin quererlo se ha metido también en la discusión por la igualdad, y por la valorización de la tareas que se realizan, visibilizando que deberían realizarse de manera compartida como un acto de cuidado mutuo y no son ni nunca debieron ser potestad de ningún género, dicho fenómeno ha mostrado a muchos hombres lo agotador y estresante que puede ser encargarse del funcionamiento de un hogar y la crianza de los hijos, enfrentándolos en varias ocasiones a la frustración, el estrés y a la encrucijada que le presentan los nuevos tiempos, que contraponen como mencionábamos enseñanzas y malos hábitos que datan de sus infancias contra la caída de las “cosas de hombres” y las “cosas de mujeres” que encubren el vislumbrar del ocaso del machismo como postura dominante.
Por otra parte también ha mostrado a muchas mujeres que aún no habían notado lo naturalizado que tienen o tenían esas conductas (quehaceres domésticos como labor propia), enfrentándolas con la también difícil tarea de correrse de ese lugar para asumir otro que le demanda la actualidad, a diferencia de lo masculino que debe despojarse de privilegios que gozó hasta ahora, las mujeres deben realizar la también difícil tarea de asumir activamente la potestad de derechos obtenidos lo que genera como todo lo nuevo temores e inseguridades y en muchas ocasiones un sentimiento de culpa impuesto pero no por ello menos intenso que cualquier otro sentimiento de culpa.