Una vivienda, tres familias, cuatro desnutridos. La realidad en Orán es peor de lo que aparece. Basta con recorrer los barrios periféricos para encontrar, a cada paso, una problemática que somete a miles de niños en el norte salteño. (Silvana Brezzina)
En el barrio Libertad, a la vera de ruta nacional N° 50, un asentamiento se erige desde hace 12 años aproximadamente. Allí, familias con carencias de viviendas tomaron las tierras en que la empresa azucarera Tabacal tenía plantaciones de caña, continuando el poblado que antes concluía con el barrio Caballito, otro de los barrios más pobres de la ciudad.
Yoana es una mamá de 23 años que vive en casa de su madre, quien a su vez vive en casa de su abuela, ya fallecida. Cinco generaciones en un mismo terreno. Los chicos, cuando se juntan, extienden la vivienda construyendo otra piecita de madera, chapa, cartón y lonas a la que le adjuntan unos tirantes de palo colocados de manera precaria con techos de plásticos a modo de galería donde hacen el fuego, cocinan y comen junto a sus hijos.
Esta mamá de 3 niños, no puede sacarlos de la desnutrición. “Los tres son bajo peso”, cuenta. La mayor de 5 años es la única escolarizada, come en la casa y en la escuela, pero desde el primer año de vida hasta hoy sufre de desnutrición. A Susanita, de 3 años, “le detectaron bajo peso a los 9 meses de vida”, y sigue en esa condición. El menor, de 2, desde el primer año que lo padece.
El esposo de Yoana, trabaja de cosechero. En la mañana temprano ya se había ido, como todos los días, “porque él está fichado”. Su condición de trabajador registrado, aunque con un sueldo bajo, le permite aportar el salario familiar. Aún así no alcanza, se queja Yoana. La nutricionista le dice que los chicos tienen que comer bien, “y yo les doy carne hasta donde me alcanza”, lo que significa durante los primeros días de mes. Su dieta principal es el “té con pan remojado, al mediodía guiso, sopa y huevo”. A la noche repiten la comida ya con el papá en la casa. También les da leche, pero cada vez menos. “Antes me daban dos cajas por mes para cada uno, ahora me dan solo una caja al mes y les tengo que repartir para los tres”, explica, a pesar que los tres están con desnutrición. “Ellos son enfermizos, se resfrían mucho, sobre todo cuando los baño” y explica la técnica de higiene que, bajo esas condiciones y durante las estaciones frías, no se puede practicar mucho sin el riesgo de enfermarlos.
El baño está al fondo del terreno, lo comparten todas las familias. Es una piecita independiente, chica, de madera y plástico con la letrina adentro. Por lo tanto la ducha de los niños se practica en la galería o adentro de la habitación que también sufre filtraciones. Otra infección que los acosa son los parásitos, cuenta Yoana. Las cuatro viviendas son de piso de tierra. Durante el verano las protegen los árboles del terreno de copas grandes. La abuela de Yoana irrumpe en la conversación y cuenta que cuando llueve la casa no los protege. “Tenemos que alzar los chicos y quedarnos parados donde no cae el agua hasta que para”.
La mamá de Yoana vive en otra pieza aparte. Es madre soltera, desempleada, tiene 35 años y dos hijos pequeños de 8 y 4 años. El primero va a la escuela a tercer grado. La segunda ahora está bien, pero cuando era bebé “era bien desnutrida, se le veían las costillas. La doctora me amenazaba que me la iba a hacer quitar porque yo no le daba de comer, me decía”. Esta mamá tardó más de un año en recuperar a su hija de la desnutrición. “Ahora come mucho, mucho” aporta la abuela.
Otra piecita construyó Julia, que vive junto a su marido y su único hijo de 4 años con “bajo peso” desde los 11 meses de vida. El marido de Julia ya había salido a trabajar, en la misma finca y con el mismo oficio que el marido de Yoana, cosechero. “También está fichado”.
Los estudios sobre la desnutrición no dejan margen para el error. Es una problemática multicausal que exige un abordaje completo, ya que “es un indicador de carencias estructurales de la sociedad”, establece un informe sobre desnutrición infantil y sus determinantes de riesgo publicado en Marzo de 2010. Esto quiere decir que las políticas públicas a aplicarse para disminuir la incidencia de la desnutrición deben ser amplias. No solo es un problema sanitario, también lo es de distribución de ingresos o socioeconómico, educativo, de acceso a viviendas dignas, medioambiental, entre otros, explica muy bien el estudio de la CEPAL sobre Desnutrición crónica infantil y desigualdad socioeconómica en América Latina y el Caribe.
Que la discusión del tema se reduzca a las actuaciones de los ministerios de Salud o al de Primera Infancia, cuando no existe un plan de desarrollo para el norte, es acabada evidencia de que no estamos ni en los inicios de su resolución o, lo que es peor, ni siquiera con el enfoque adecuado.