Un reporte obrero, todavía no publicado y al que accedió en exclusiva Cuarto Poder, revela cómo las condiciones laborales en los ingenios salteños siguen siendo tan precarias como cuando eran manejados por las familias Cornejo y Patrón Costas. (Gonzalo Teruel)

Vieja, viejísima e incluso más antigua que la propia República Argentina, la transformación de caña en azúcar (y otros productos como el alcohol) es casi la única actividad industrial de las provincias del norte. La actividad azucarera se asienta en una veintena de ingenios desde Jujuy a Tucumán pasando por Salta.

Con el nuevo siglo, la incorporación de tecnologías y la apertura de nuevos mercados otorgaron renovado impulso a la actividad azucarera y provocaron cambios en las relaciones entre empresarios y trabajadores. Estos últimos, sin embargo, todavía enfrentan condiciones laborales propias del siglo pasado o peor aún de los siglos pasados. Así lo advierte un informe de la Central de Trabajadores Argentinos al que accedió Cuarto Poder.

“La industria azucarera constituye uno de los ejes productivos de las provincias del noroeste de nuestro país. De ella dependen directamente miles de trabajadores que realizan tareas tanto en el campo como en la industria. Su impacto se proyecta, asimismo, sobre el conjunto de las poblaciones que rodean los ingenios, cuya vida económica está estrechamente ligada a la suerte de la actividad azucarera, y en gran medida sobre la totalidad de ambas provincias. Centros urbanos como General Güemes (Salta), San Pedro (Jujuy), Libertador General San Martín (Jujuy) y Orán (Salta), por solo citar a los que cuentan con más población, dependen sustancialmente de la situación que atraviesan los trabajadores de los ingenios San Isidro, La Esperanza, Río Grande, Ledesma y San Martín del Tabacal” asegura el documento.

“La consecuencia más visible de este proceso ha sido una recuperación significativa del salario y una mejora de las condiciones laborales, en gran medida como producto de la lucha de los trabajadores y las organizaciones sindicales. En otras palabras, el fortalecimiento sindical y el impulso de medidas de acción colectiva han generado mejores condiciones de vida para el conjunto de los trabajadores azucareros de Salta y de Jujuy” subraya pero aclara que, superada año a año la discusión salarial, la acción sindical está apuntada a diversos planteos. Algunos de esos reclamos son sorprendentes e inaceptables a esta altura de la historia: pésimas condiciones laborales, inexistencia o insuficiencia de los elementos de protección, exposición a productos químicos, a déficits en las condiciones de habitación, viviendas con riesgo de demolición, presencia de roedores y de distintas enfermedades transmitidas por agentes como mosquitos, falta de cumplimiento de las normas laborales en materia de prevención de accidentes, creciente intensidad en la explotación del trabajo, etcétera.

A lo Patrón Costas

Con una producción en 2015 superior a 170 mil toneladas de azúcar a partir del procesamiento de 1,5 millones de toneladas de caña, Tabacal Agroindustria, controlada por la norteamericana Seaboard Corporation que tiene presencia en África y toda América desde Canadá hasta Argentina, emplea unos 1.550 trabajadores (800 agrícolas y 750 de fábrica) pero año a año disminuye la cantidad de obreros. “Esto debido a que no se renuevan algunos contratos y a que no se reemplazan a los trabajadores que se van jubilados. Hace 4 años que no hay nuevos ingresos a la fábrica” advierte la CTA y explica que “una de las estrategias de la empresa para cubrir necesidades de mano de obra fue la tercerización de algunos sectores dentro de la fábrica: principalmente las tareas de maestranza, mantenimiento, actividades mecánicas o tareas civiles en los pueblos”.

Y si bien detalla que desde 2010 se implementó en conjunto entre el sindicato y la empresa una comisión de higiene y seguridad que se reúne periódicamente, los trabajadores de campo enfrentan severas dificultades: el sindicato consiguió un refrigerio y la construcción de lugares para el descanso pero, pese a la aplicación de la Ley de Contrato de Trabajo, aún subsiste el maltrato de los capataces hacia los trabajadores.

Con las tareas a campo completamente mecanizadas y la manipulación de pesticidas y herbicidas reglamentada (toda la fumigación se realiza por tractor mediante cultivo químico) los trabajadores todavía adquieren enfermedades por el contacto con insectos o animales. “En particular, el sindicato ha manifestado su preocupación por las consecuencias del riego por manga, en tanto denuncia que al manipular las mangas se exponen directamente a ratas, víboras y moscas que anidan o tienen allí sus madrigueras” puntualiza el reporte y señala que algunas de las principales enfermedades que se detectaron entre los trabajadores son la leishmaniasis, el hanta virus, la picadura de víboras, y el dengue.

En el interior de la fábrica trabajan cerca de 750 personas que realizan tareas bajo diferentes tipos de jornadas laborales. “El más extendido es el turno rotativo de 8 horas diarias aunque existen horas extras y muchas veces en la práctica los trabajadores trabajan 12 horas” aclara y resume que el principal problema refiere a la organización de la producción a partir de la incorporación de nueva tecnología.

Por la desaparición de la estiba y la incorporación de tecnología mueva, instalación de paletizadoras y centrifugadoras y calderas computarizadas, modernización de la tarea de empacado, envasado y depósito los trabajadores que quedan sin tareas son reasignados. “En este marco, el sindicato ha reclamado constantemente por la recategorización de los trabajadores y por el sostenimiento de las fuentes de trabajo” explica el informe y advierte que un problema derivado de este proceso es que trabajadores con diferentes categorías queden realizando la misma tarea “y que los capataces suelen pretender que aquellos que tienen las categorías más bajas también asuman tareas” propias de las más altas.

“La empresa busca disminuir las categorías ya existentes. Una de las formas mediante las cuales se busca implementar estos cambios es instalando de hecho la polivalencia funcional. Si bien no está por convenio, en la práctica comienza a desarrollarse en algunos sectores y las dificultades por parte del sindicato para fiscalizar profundizan el avance patronal en este sentido” detalla.

Finalmente, pese al expreso reconocimiento del sindicato de la entrega de elementos de seguridad (botas, guantes, ropa de trabajo) se registran algunos patrones en cuanto a los accidentes y las enfermedades laborales. Los accidentes recurrentes dentro de la fábrica remiten a problemas de columna y rodilla. “Las enfermedades más comunes se refieren a problemas respiratorios. Por caso, durante el año 2015 muchos trabajadores del área laboratorio e instrumentos presentaron neumonía” ejemplifica y menciona otros elementos nocivos como el ruido, altas temperaturas y evaporaciones en algunos sectores.

El problema no es, sin embargo, la presencia de máquinas. “El sindicato recibe diferentes denuncias acerca del maltrato por parte de los capataces: se trata de acciones discriminatorias y denigrantes contra los trabajadores” acusa el documento de la CTA.

A lo Cornejo

Propiedad de la multinacional de origen peruano, Grupo Gloria, San Isidro emplea a aproximadamente 700 personas. Su producción superó en 2015 las 55 mil toneladas de azúcar, con una molienda de casi 525 mil toneladas de caña. A diferencia de lo que sucede con los otros ingenios de Salta y Jujuy que procesan caña de sus campos, San Isidro (como ocurre con muchos ingenios del Tucumán) combina en sus máquinas la materia proveniente de cañaverales propios y de terceros. “El 30% de la caña utilizada proviene de tierras del ingenio, mientras que el 70% restante proviene de cañeros independientes. La mayor parte de la producción es de azúcar orgánica destinada a la exportación” describe el informe y advierte que “las condiciones de salud resultan un tema pendiente para los trabajadores del ingenio”.

Tan pendiente está que el sindicato exige la incorporación de personal técnico en seguridad e higiene que fiscalice y controle los procesos productivos porque las condiciones de trabajo ocasionan un desgaste anticipado de persona y un “agotamiento precoz” fueron algunos de los riesgos mencionados en el informe y comprobados en diferentes estudios utilizados como parte de un proyecto de ley de jubilación anticipada.

Muchas otras afecciones “alergias, conjuntivitis, queratitis, patologías del raquis o de las extremidades, politraumatismos, hernias, lesiones lumbares, osteoarticulomusculares, infecciones de piel y feneras, diarreas, patologías del tracto gastrointestinal y de la via hepatobiliar, broncopatías, rinitis y neumopatías, arritmias, insuficiencia cardíaca, infarto agudo de miocardio, hipertención, daño auditivo, insolaciones, varices dengue, leichmaniasis, hanta virus, herpes, etc.” también fueron denunciadas por los trabajadores que dicen estar expuestos a la bagazosis “una enfermedad (un desorden pulmonar que provoca la pérdida súbita de aliento, fiebre, taquicardia, tos, flema copiosa y una sensación de enfermedad generalizada) entre los trabajadores de la industria azucarera”.

Pero, lo dicho, San Isidro procesa también materia prima proveniente de campos de cañeros independientes. “Los trabajadores que emplean las fincas poseen condiciones de vida de hambre y condiciones de trabajo de sobrexplotación” acusa, sin rodeos, el documento y denuncia que “en su mayoría no poseen representación gremial, se rigen por el estatuto del peón rural y no reciben inspecciones por parte de la autoridad administrativa del trabajo”.

Los trabajadores tienen por tarea el cuidado y siembra de la caña (riego, introducción de plaguicidas, surqueo) pero, además, constituyen una fuerza de trabajo utilizada no solo en ese proceso sino también de otros cultivos como el poroto y la chía. “En muchas ocasiones son trasladados a otros establecimientos (lejos de sus familias) a realizar tareas de siembra y cultivo de otros productos agrícolas durante días o semanas” advierte y ejemplifica con el caso de la Finca Darío Arias donde “trabajan actualmente 9 trabajadores, y algunos de ellos tienen sus viviendas dentro del predio”.

“Si bien la finca se dedica al cultivo de caña de azúcar, los dueños poseen otros campos en la provincia y en los que utilizan a los mismos trabajadores. Además de caña, los trabajadores mencionaron trabajar en la preparación y cosecha de granos, porotos y chía” describe y denuncia que la jornada de trabajo es flexible y habitualmente se prolonga por 12 horas pero, sin embargo, el jornal consignado en el recibo de sueldo corresponde únicamente a 8 horas diarias. Las horas extras son abonadas por fuera del recibo de haberes, pese a lo cual los trabajadores afirman que el empleador les realiza los descuentos (del 20,5%) correspondientes a los aportes al sistema de seguridad social. El salario mensual ronda los $6 mil y $7 mil y “los trabajadores también están obligados a financiar la ropa de trabajo, que es entregada por la empresa al inicio de la cosecha y descontada mes a mes del salario de bolsillo”. Según consigna el informe, los únicos elementos de trabajo y seguridad brindados por la empresa son ropa, botas y anteojos, mientras que machetes, guantes y sogas son aportados por el trabajador.

Siempre de acuerdo al relevamiento de la CTA, los trabajadores de las fincas tampoco pueden acceder a las licencias legales, por ejemplo por enfermedad. “Señalaron que las faltas por enfermedad no se pagan, son días perdidos a diferencia de las licencias por accidentes laborales, que sí son contempladas. Ante una enfermedad, laboral o inculpable, el empleador no envía un médico a constatar la salud del trabajador ni reconoce como válidos los certificados que brindan los médicos de la sala de salud municipal. Los trabajadores pusieron en boca de la empresa la siguiente frase ‘no vamos a reconocer los certificados médicos de la salita porque ese puede ser tu amigo y firmarte cualquier cosa’” relata y añade que algunos empleados tienen sus viviendas dentro de la finca, provistas por la patronal, pero las condiciones habitacionales son sumamente precarias: humedad, cableado en malas condiciones, goteras en los techos, dinteles podridos, electrificación de paredes.

En el caso de los traslados a otros campos la empresa no suele respetar ningún adicional y no se hace cargo del pago de los alimentos. “El caso de los alimentos es particularmente grave, por cuanto la empresa pone un cocinero y compra mercaderías con sobreprecio, que luego es descontada del salario de los trabadores (…) todo lo que el trabajador necesite durante su estadía en el campo es provisto por el empleador a un costo mayor al existente en los comercios y luego es descontado del haber del trabajador. Así sucede con elementos como shampoo, jabón, un cepillo de dientes, cigarrillos, etc.”, acusa como en el siglo pasado el reporte sindical.

Finalmente, resume que, según declararon los trabajadores y los dirigentes sindicales, “las condiciones laborales y de vida existentes en la Finca Darío Arias son una muestra de la situación en la que se encuentran los trabajadores de otras fincas, en otras palabras, se trata de una situación generalizada”.

El futuro nunca llegó

Frente al dantesco panorama revelado, la Central de Trabajadores Argentinos describe en su informe el accionar de los combativos gremios azucareros del norte argentino y la violenta respuesta empresarial y estatal, gubernamental y judicial.

La violación de los derechos fundamentales de los trabajadores a través de la apertura de causas penales, la represión de la protesta, prácticas antisindicales y amenazas contra los puestos de trabajo son mencionadas en el reporte de la CTA.

La criminalización de la protesta social, cuando el sistema penal se entromete en las relaciones laborales, es ejemplificada con los reiterados conflictos en los ingenios salteños hoy bajo control multinacional. La constante persecución y represión contra la organización sindical y el amedrentamiento y hostigamiento cotidiano contra los trabajadores son mencionadas como prácticas habituales en San Isidro y San Martín del Tabacal. Como si Cornejo y Patrón Costas fueran los accionistas mayoritarios del Grupo Gloria y la Seaboard Corporation, como si el futuro nunca llegara al norte argentino.