Idealizan la juventud y huyen al compromiso. Tienen serios problemas para sostener una relación duradera. Eternamente jóvenes y descomprometidos. También divertidos, seductores, simpáticos y siempre listos para animar fiestas. Estas, son las características que describen a hombres que sufren el llamado síndrome “Peter Pan”.

                                                                                                            Por Lola Mento

En el cuento infantil del escritor escocés James M. Barrie, “Peter Pan” no quiere crecer y disfruta permanentemente las aventuras increíbles en el “País del Nunca Jamás”, habitado por él y la pandilla de los “Niños Perdidos”.

Se niegan a envejecer: su comportamiento sigue siendo como el de un adolescente. Además conforman un sector de consumo importante: mueren, por ejemplo, por una motocicleta de esas que cuando se es adolescente resultan imposibles de comprar.

En esta etapa de la vida o adultez reprimida, se los ha visto a los amigos de la prensa Kimón Demitrópulos de FM Capital y Horacio Marcón (alias: no soy de aquí, ni soy de allá) junto a un grupo de motoristas, pavonearse por la plaza principal de Cafayate el fin de semana pasado, en ocasión de un evento deportivo que ha convocado a amantes de la salud y el buen físico de variadas edades.

Luego de dar incontables vueltas sin éxito pese al atuendo encuerado, la “pandilla de los niños perdidos”, no tuvo mejor idea que ir a parar mejor empilchados y perfumados (en horas en que los adultos normales se van a descansar) a un conocido boliche de la zona. Evocando viejas épocas de juventud, se los vio disfrutar a los muchachos acomodados en la barra del lugar de buenos tragos y mutando extrañamente su pasión por Joe Cocker, Alan Parsons y Led Zeppelin a la música del perreo conocida como trap.

Lo triste de la etapa por la que atraviesan nuestros amigos de la prensa no sería el síndrome que sufren, y que bajo tratamiento serían totalmente recuperables, sino el bochorno ajeno que significó para algunas jóvenes recién salidas de la adolescencia, el descubrir que detrás de esas miradas insistentes en medio de la algarabía, reconocían el rostro de los papás de sus amiguitas. Un pelotero, por favor!