Por Juan Páez

Junio es del mes del orgullo por eso las banderas arco iris lo inundan todo. Esta celebración –esta lucha– tiene su origen el 28 de junio de 1969 cuando en Nueva York, gays, lesbianas, bisexuales y trans enfrentaron a la fuerza policial en el bar Stonewall. Por aquel entonces era habitual el acoso de las fuerzas represivas y que las democracias capitalistas penaran la homosexualidad, lo que encendió la chispa y dio inicio al movimiento de liberación sexual. Un año después se organizó la primera marcha del orgullo LGBTIQ+.

En 2017 tuve la oportunidad de recorrer varias playas del sur de Brasil. Mientras tomaba sol en Itapema, escuché una voz que cantaba a través de mis auriculares: «Mandando ver/ No vício da batida querendo se envolver/ O estilo diferente, que prende e dá prazer/ Eu sei que logo sente,/ te faz enlouquecer/ Faço ferver». El tema era Corpo sensual (2017) y lo interpretaban Pabllo Vittar junto a Mateus Carrilho. Al regresar al hotel, busqué la canción en YouTube y la encontré: una rubia despampanante con unas piernas infinitas se movía entre melodías que combinaban armonías vocales y riffs de batería eléctrica.

Pabllo Vittar es la drag queen más famosa de Brasil. Su irrupción en la escena musical vino de la mano de Diplo, un reconocido DJ, quien la adoptó y con quien grabó un videoclip donde aparecen besándose, causando gran impacto en el mundo de la música de aquel país. Luego Vittar logró expandirse a todo el mundo a través de sus millones de seguidores en redes sociales. La prensa de su país llegó a nombrarla como la sucesora indiscutida de Daniela Mercury. Su increíble carisma y talento le permitieron consagrarse como el nuevo ícono de la comunidad LGBTQ+ tanto en Brasil como en el resto del mundo.

En su corta pero ascendente carrera, la reina actual del som brasileiro grabó canciones junto a grandes artistas de la música pop: desde Lucas Lucco hasta Fergie, pasando por Major Lazer, Psirico, Thalia y la británica Charli XCX, entre otros.

Su verdadero nombre es Phabullo Rodrigues da Silva y nació en 1994 en São Luís, Maranhão, Brasil. Cuando era pequeño fue víctima del bullying debido a su manera de ser. En su canción Indestrutível narra la historia de miles de niños y niñas que sufren acoso y malos tratos por ser diferentes a la norma social, sin embargo, como dice la letra: «Eu sei que tudo vai ficar bem/ E essas feridas vão se curar». En una entrevista brindada a la BBC a propósito de su primera gira por Europa, Vittar sostuvo: «En la ciudad en la que yo vivía era muy pequeña. Salía a la calle y toda la gente se reía de mí y yo llegaba a mi casa y mi mamá me abrazaba».

En su Diccionario gay-lésbico, Félix Rodríguez (2008) define el término drag queen [drág kuín] como «un hombre homosexual que viste con ropa de mujer y exagera el rol femenino que siente como propio con fines de entretenimiento. Cuando actúa públicamente, sus representaciones están dirigidas a un auditorio gay y lésbico». También agrega que «en cuanto a la paternidad de la expresión, según la sexóloga Pilar Cristóbal, suele atribuirse a Andy Warhol, que gustaba de crear hermosos y exagerado trajes con los que se vestían sus amigos y amigas».

Ese principio celebratorio al que se refiere Rodríguez dio paso, en el caso de Vittar, al compromiso social. En otras palabras, ser una drag queen constituye no solo un hecho artístico sino también político. En una nota titulada Pabllo Vittar: ‘drag queen’, superestrella y azote de Bolsonaro, Cecilia de la Serna (2019) señala que Vittar aprovechó sus plataformas para reivindicar los derechos de las minorías frente a las decisiones presidenciales que amenazaban las victorias conseguidas. Su postura significó una respuesta contundente –individual y colectiva– a las políticas segregacionistas trazadas por Jair Bolsonaro.

Talentosa y multifacética: de piel dorada por el sol en el video Paraíso hasta la sofisticación del tono europeo en Flash Pose, Pabllo sigue contorneando su cuerpo como solo la gente de Brasil lo sabe hacer.