Tras el escándalo sexual, el exdiputado de Salta está lejos de sus hijas y dice que se arrepiente. También contó que sufre cáncer de colon.

Del cielo al infierno, en un par de segundos: Juan Emilio Ameri pasó de ocupar una prestigiosa banca de la Cámara de Diputados a ser parte de la economía informal. Hoy está solo, en un departamento que alquila en unos monoblocks de Lomas de Zamora.

El 24 de septiembre de 2020 debió renunciar a su cargo tras protagonizar un hecho sin precedentes durante una sesión virtual. Mientras se trataba la Ley de Defensa de los Activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad, Ameri sentó sobre su regazo a su pareja -y asesora- y besó uno de sus pechos. Todo mientras el resto de los diputados continuaba el debate.
Ameri habló con TN y contó su nueva vida.

“Estamos en mi casa, en un departamento que alquilo en Camino Negro y Martín Rodríguez, el barrio en el que pasé toda mi infancia y adolescencia. Volví porque en diciembre falleció mi viejo, y me di cuenta de que me perdí sus últimos años por estar tan lejos. Quiero estar cerca de mi mamá”, sostuvo.

Vive lejos de sus tres hijas y con un ingreso mensual que en nada se asemeja al que percibía en aquel entonces. “Un amigo me propuso un negocio: importar productos desde China. Antes vivíamos de eso. Hasta que me di cuenta que soy peronista, no me hacía mucha gracia importar cosas”, dijo.

Para Ameri la importación atenta contra la industria nacional. “Siempre traté de ser consecuente en mi vida”, avisó. Entonces reformuló el negocio: ahora vende productos y accesorios para camping. “Todos fabricantes argentinos. Bolsas de dormir, sillitas, mesitas, iglúes, borcegos, medias, carpas. Vivimos de eso”, agregó.

“Me cambió la vida, demasiado para mi gusto. Durante muchísimo tiempo no vi las imágenes. No lo podía hacer. Necesitaba sanar y perdonarme. Fui un boludo y esta es la realidad. Pero no cometí ningún delito. Me pueden acusar de que estuve desatento en mi horario de trabajo, ahora nadie podrá decir que cometí un delito o me quedé con un peso que no fuera mío”, manifestó.

Para Ameri, haberle corrido la remera a su pareja en plena sesión virtual para besar sus pechos en reiteradas ocasiones no fue un acto libidinoso. “Fue un acto de amor”, remarcó.

“Un acto sexual es mantener relaciones sexuales. Si hubiese sido solo un beso en la boca no hubiera pasado lo mismo, pero renunciaba también. Ahora, si es más importante esto a que se mueran los pibes de sed en el norte de la provincia, nuestra escala de valores está mal”, argumentó.

Y continuó: “No le cagué la vida a nadie, salvo a mí y a mi círculo íntimo. Lógicamente no voy a negar que en los primeros tiempos debo haber pensado 100 formas diferentes de suicidarme. No lo hice porque no me animé y prioricé que mis hijas tuvieran un padre que las acompañara en su crecimiento”.

Ameri vuelve a Salta únicamente para visitar a sus hijas. Es este lazo -junto al de otras amistades- el que lo ata a la provincia que lo recibió en 2009, cuando se fue de Buenos Aires con el propósito de superar una separación y comenzar una nueva vida.

En aquel tiempo utilizó su físico y sus conocimientos en defensa personal cuando se acabaron sus ahorros. Alquiló una pensión y comenzó a trabajar con su tío como chofer de bandas de cumbia. “Todos los fines de semana, desde Jujuy a Salta, con los grupos musicales más conocidos del país en todos los bailes. Hasta que me di cuenta que mi tío pagaba mal, me peleé con él y me volqué a la política”, recordó.

El camino recorrido le permitió entender que un escándalo semejante no admitía otro desenlace que la renuncia: “Me arrasó un tsunami. Me pasó por arriba a mi y a mi familia. Siempre elegí la política sabiendo lo que podía pasar si me equivocaba. Me hice cargo de eso”.

“Estoy enfermo y me estoy haciendo un tratamiento. Tengo cáncer de colon. No me voy a morir de esto. Estoy con quimioterapia, así que bueno, uno de los motivos fue este: curarme y recuperarme. Necesitaba estar en un lugar para reencontrarme con mi mismo. Recuperar la relación con mi madre y mis hermanas”, contó.

En su modesto departamento, decorado con fotos de Juan Domingo Perón y Eva Duarte, recibe constantemente a amigos y “compañeros” de la política que lo visitan para “debatir o intercambiar ideas”.

“No me sentí solo ni creo que me hayan soltado la mano. Soy compañero y me trataron como un compañero. Entiendo el juego de la política, cuando uno se equivoca tiene que pagar. Y nadie se hunde con el barco. Y está bien que así sea. Son las reglas”, manifestó.

“Me arrepiento de no haber estado a la altura de las circunstancias. Esos cargos son casi feudos. Esos cargos electivos son para los hijos o los sobrinos de los tipos que tienen poder. Mi llegada a Diputados iba a sentar un precedente. Yo quería que muchísimos más negros accediéramos a esos cargos”, concluyó.