Se llevó a cabo la semana internacional contra el acoso callejero. Con intervenciones en diferentes ciudades, las mujeres piden el fin de los piropos y del asedio sexual en espacios públicos y privados. “Piropear” otra forma de violencia de género y micromachismo naturalizado. (Andrea Sztychmasjter)
“Tan bonita y tan solita”, “Linda, no queres que te acompañe”, “Gordita, te hago de todo menos upa”, “Petisa, tan chiquita que te podría llevar”, “Con vos me caso”, “Sos lo mejor del barrio”, “Acabo de encontrar a la madre de mis hijos”, “Mamita, te chupo toda”. Son algunos de los tantos “piropos” que más del 90% de las mujeres ha escuchado alguna vez en su vida, según sondeos realizados por organismos femeninos. Por eso durante toda esta semana se han realizado intervenciones en diferentes ciudades para seguir visibilizando la problemática.
Los “piropos” modernos son considerados como una forma verbal de violencia de género muchas veces imperceptible, tanto que se termina naturalizando e incorporando en nuestra cotidianeidad. Por eso para muchos hombres y algunas mujeres considerar al “piropo” como forma de acoso callejero, todavía es una exageración. “Hay que tomarse los piropos con humor para qué ir dramatizando por la vida”, es el comentario de una mujer salteña al respecto; esto deja en claro la invisibilidad que goza todavía la violencia del lenguaje.
El asedio o acoso callejero se define como un conjunto de acciones cotidianas que incluyen frases, gestos, silbidos, sonidos de besos, tocamientos, masturbación pública, exhibicionismo, seguimientos (a pie o en auto), entre otras, con un manifiesto carácter sexual que perturba la tranquilidad de una mujer. Es el claro ejemplo donde la mujer es vista como un objeto: no importa quién es ni qué hace, ni siquiera su nombre, solo importa en tanto y en cuanto su cuerpo sea visto y mostrado y por ende considerado como objeto de deseo.
El piropo es un acoso en el sentido en que no es consentido y es realizado por extraños. “Se trata de un tipo de violencia de género muy particular porque el agresor no tiene un vínculo con la víctima de ningún tipo. No se conocen y no se van a conocer. Es una conducta no deseada por la víctima que se sucede de forma sistemática. Por tanto, en la medida en que se trata de una conducta no deseada, tiene carácter de violencia. La mujer es de esta manera víctima de una conducta denigrante, de manera pública y aceptada (…). Queremos mostrar que genera un impacto psicológico en la víctima que no es deseado y que efectivamente es violento”, explica la portavoz de OCAC un Observatorio Contra el Acoso Callejero creado a fines del año pasado en Chile, una organización sin fines de lucro donde mujeres y hombres pueden brindar testimonios y su opinión respecto a estas agresiones que ocurren diariamente en la vía pública.
Derecho al libre tránsito
El asedio y acoso callejero que la mujer constantemente sufre, pone en cuestión la desigualdad en el uso del espacio público y en los condicionamientos que la acechan a la hora de vestirse. La mujer al salir a la calle no solo debe tener cuidado en su forma de vestir (polleras cortas, escotes) sino que además no puede disfrutar de la misma manera que un hombre los espacios públicos.
Cambios de recorridos para evitar pasar por calles por donde corrientemente son silbadas o acosadas con diferentes frases y la incomodidad en algunos lugares como el transporte público, dan cuenta que las formas de dominación siguen perpetuadas en la sociedad. La mujer hoy en día no puede desplazarse por la ciudad, por el barrio y compartir los espacios públicos sin un temor a que suceda algo, menos aun en la noche. “Y si se puso ese escote, cómo no queres que le digan nada” o “Mirá la hora que es y sale así vestida” son frases que dan cuenta de esta desigualdad.
Es imposible pensar la situación al revés, a los hombres no se los cuestiona por la forma de vestirse, ni de moverse en los espacios públicos. Sin embargo la mirada crítica sobre la problemática por parte de algunos hombres ha sido manifestada, en Chile un grupo de hombres feministas, como se definen, crearon el “Kolectivo Poroto” y sobre el tema han manifestado: “Lo que nosotros entendimos es que el piropo es un ejercicio cotidiano de dominación patriarcal, de dominación sobre los cuerpos de las mujeres. Y que es súper concreto porque también termina siendo como un refuerzo, una obligación entre varones que es muy heteronormativa”.
Por otro lado el corto francés de Eleonore Purriat, “La mayoría oprimida” refleja las situaciones que cotidianamente pasan las mujeres pero en este caso es un hombre el que es víctima de violencia de género en la calle: piropos, levante y hasta piñas. Su novia, después, lo acusa por cómo se viste. “Visto como yo quiero”, le responde él angustiado. “Entonces después no te quejés”, remata ella.
Con cortos, publicidades, grupos en redes sociales como la comunidad «Acción respeto: por una calle libre de acoso» y hasta con canciones feministas que desde hace un tiempo se intenta desnaturalizar estas prácticas patriarcales.
Acosadores en el colectivo
Según datos del programa “La víctimas contra las violencias” del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Entre enero y mayo de 2013 asistieron 480 casos de acoso callejero de los cuales 18 fueron en medios de transporte (4 por ciento). En Argentina se registraron 1139 casos de violencia contra mujeres y 68 ocurrieron en el transporte público durante 2012. Subtes, trenes, andenes de estaciones, colectivos y taxis son los escenarios de los ataques.
A raíz de las reiteradas denuncias por acoso en el transporte público, en 2010 Gerardo Ingaramo, legislador porteño del PRO, había presentado un proyecto de ley para instalar un vagón exclusivo para mujeres en el subte con el fin de “evitar situaciones de acoso”. El proyecto fue cuestionado por organizaciones de mujeres y hasta por las mismas diputadas. “Nosotras practicamos un feminismo que no busca excluir al varón sino sumarlo para sensibilizarlo y construir un sistema más equitativo, donde el varón empiece a respetar los derechos de las mujeres”, opinaron en ese momento desde la Asociación Civil Las Diversas.
Hace un año, una polémica campaña publicitaria para la marca de cervezas Schneider, puso en evidencia la forma naturalizada de los “piropos” y el acoso. Con afiches pegados hasta en las paradas de colectivos con la frase “Perdón por buscar el roce arriba del bondi”, la campaña presentaba el acoso sexual en el transporte público como un hecho “simpático” o inofensivo.
No quiero tu piropo
Comentarios tales como “A mí también me gusta ‘piropear’ a los chicos y no es con ánimo de acosar” o “un piropo te levanta la autoestima”, sacan a la luz la pregunta: ¿Los “piropos” son halagos o formas invisibles de la dominación que ejerce el hombre sobre la mujer?
Atrévete o Hollaback es el nombre de un movimiento internacional que promueve la recuperación del espacio público, proclama el derecho a su uso libre de acoso y combate la aceptación cultural de cualquiera de sus formas. El movimiento surgió en Nueva York en el año 2005, después que en el subte, un hombre se masturbaba mirando a una mujer. Ella, lejos de bajar la vista, le sacó una foto con su teléfono, con la que intentó, sin éxito, hacer la denuncia. Sin embargo, no se dio por vencida y subió la foto -y la denuncia- a un sitio de Internet desde el que se comenzó a multiplicar.
Hace unos 10 años Inti María Tidball-Binz, gestora de este movimiento en Argentina proclamaba que “No es una campaña contra los hombres, no todas las mujeres percibimos los piropos como un halago”. La iniciativa en nuestro país fue recibida con la frase “Me encantaría romperle el argumento a pijazos”, del escritor y periodista Juan Terranova en una nota que tituló “Arte, provocación y guarradas en las calles”, allí Terranova criticaba la forma de concientizar y combatir los piropos entendiéndolos como violencia simbólica. El periodista así descalificaba la campaña contra el acoso callejero.
En tanto que en 2010 el diputado del PRO Enzo Pagani intentaba mediante un proyecto de ley instalar el Día del Piropo todos los 15 de junio. El proyecto que entre sus argumentos rezaba “el piropo constituye una costumbre oral y popular totalmente arraigada en el imaginario social argentino. Tiene como propósito expresar los sentimientos y sensaciones que otra persona nos genera y constituye, las más de las veces, la expresión que da inicio a la relación amorosa”, fue rechazado tajantemente por considerarlo una incitación a la violencia hacia la mujer, y por entender que no todas las mujeres tienen ganas de recibir “piropos”.
Del machismo al micromachismo
Desde los 90’que el psicoterapeuta Luis Bonino analiza las relaciones de género y describe que actualmente la mayoría de los hombres ya no ejercen un machismo puro y duro, sino que el machismo invisible o sexismo benévolo, como lo llaman algunos autores, aparecen en forma de lo que él denomina micromachismo. Para Bonino los micromachismos son actitudes de dominación suaves o de bajísima intensidad, formas y modos larvados y negados de abuso de imposición en la vida cotidiana. “Son específicamente hábiles artes de dominio, comportamientos sutiles e insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente. Es lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia”.
Bajo este término quizás, podemos entender porqué en la actualidad todavía, con disfraces muchas veces elegantes, hay obstáculos y resistencias para la igualdad de las mujeres en lo cotidiano. Bonino lo describe así: “Ahora que las grandes violencias y dominaciones masculinas se están deslegitimizando socialmente cada vez más, probablemente sean las armas, trucos, tretas y trampas frecuentes que los varones usan para ejercer su autoridad sobre las mujeres, ocupando gran parte del repertorio de comportamientos ‘normales’ hacia ellas”.