Con una muestra de penes en el Museo de Arte Contemporáneo y un trabajo audiovisual que escandalizará a más de un amante de la tradición, la campaña “Ponele el poncho a tu amigo” toma uno de los símbolos máximos de la salteñidad para exigir la distribución libre y gratuita de preservativos. Aníbal Roldán

Una pija larga, dura y lista para la acción pone cara de buena onda mientras observa a un par de manos que abren el sobre de un preservativo. El forro extraído no es texturado, lubricado o anatómico: es rojo y negro, de tela gruesa y áspera. Es un clásico poncho salteño que sirve para cubrir por completo al amigo, que ya protegido se pone a bailar una chacarera intensa, como garche calentado durante un buen rato. Al final, tras el sacudón y los gritos, todo acaba con aplausos.

La escena forma parte del spot dirigido por Rodrigo Moscoso que comenzará a difundirse a partir de este domingo 20 como una de las herramientas de la campaña “Ponele el poncho a tu amigo”, organizada por el Observatorio para la Promoción de Derechos de la Diversidad. El proyecto tiene como objetivo promover el acceso libre y gratuito al preservativo.

La campaña realiza una trasposición del poncho como herramienta de protección, fundiéndolo con el preservativo, convirtiéndolos en la misma cosa. “Usamos la idea del poncho de la cultura popular, que aparece en expresiones locales como ‘anduviste arrastrando el poncho’, o ‘donde el diablo perdió el poncho’. Y también se usa jocosamente: la madre  diciendo ‘emponchate si vas a andar con alguien hoy’, como una forma de decir ‘cuidate, usá preservativo’”, cuenta el Licenciado Matías Hessling, Director Ejecutivo del Observatorio e impulsor principal de la campaña.

Forros para todos

“El preservativo es un derecho”, indica Hessling. Agrega que “el Estado nacional garantiza una provisión de preservativos. Entonces, las provincias tienen que redistribuirlos porque se incluye como herramienta preventiva a partir de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva. El preservativo tiene que estar a disposición, es una herramienta de acceso libre y gratuito en los centros de salud y hospitales. Y acá (en Salta) tendría que ser así pero no lo es”.

Hessling considera que la falta de llegada que tienen los preservativos libres y gratuitos a la población salteña se debe a diversos factores: “El gobierno provincial o no los distribuye, o está mala la distribución, o se distribuyen pero los responsables de los centros de salud no los ubican, no cargan los dispensers, te los mezquinan, dicen ‘estás llevando demasiados’. Nunca se sabe cuánto es demasiado. También hubo casos de venta ilegal de preservativos gratuitos. En otros lados te exigían pedidos del médico por los preservativos, como recetas. Hay un montón de trabas. Y mucha gente no sabe que está la disponibilidad del preservativo, entonces tampoco lo pide.”

Otro mito instalado respecto a los preservativos gratuitos es que son de menor calidad que los de las marcas comerciales, algo que Hessling desmiente categóricamente. “La calidad de los preservativos del Estado es estándar, lo que no tiene es la variedad que da el marketing”, informa, y asegura que “el preservativo se rompe cuando está en mal estado, o porque lo rompiste vos al abrir el paquetito”.

Una población desinformada

Según el Observatorio, si bien la población en general conoce los beneficios del uso del preservativo respecto a la prevención de embarazos no planificados y de prevención de infecciones de transmisión sexual, todavía resulta vergonzoso, sobre todo para los varones, acceder al preservativo, ya sea a través de la compra o de su adquisición gratuita. Además, afirma que la comunicación basada en la proposición imperativa “usá preservativo” ha dejado de ser eficaz especialmente en la franja de 30 a 40 años, reduciendo su uso a medida que aumenta la edad de las personas.

Las campañas basadas en un discurso sanitarista consiguieron instalar el uso de preservativo en nuevas generaciones, siendo la población de entre 18 y 30 años la que lo utiliza en mayor medida. El Observatorio considera que el discurso pierde eficacia en poblaciones carentes de educación sexual y de conocimientos de derechos sexuales y reproductivos.

Por estas razones, la campaña intenta transformar en cotidiana la relación entre el preservativo y la población, promoviendo la naturalización del acceso y de su uso, haciendofoco en hombres de entre 13 y 35 años. “Durante mucho tiempo se viene ponderando a la mujer, pero se le dejó de hablar al varón. Y al varón no se le llega con ningún tipo de campaña”, opina Hessling.

“Ponele el poncho a tu amigo” contará con tres herramientas: el spot audiovisual, postales preventivas y una subasta de obras alusivas que se realizará el viernes 25 de julio a las 19.30 horas en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), ubicado en Zuviría 90.

Una muestra fálica

La muestra y posterior subasta, que servirá para recaudar fondos para continuar manteniendo la campaña, reimprimir material y cubrir gastos, será la jugada más fuerte, ya que estará formada obras realizadas a partir de cincuenta penes de madera que se utilizan como herramienta en talleres de prevención. Fueron entregados por el Observatorio al MAC, que se encargó de convocar a los artistas que los trabajaron. “El Museo aceptó de entrada. (La directora del MAC) Claudia Lamas y su equipo trabajaron desde el primer momento. Ellos sugirieron hacer la subasta. Creyeron que el fundamento de la campaña era bueno”, reconoce Hessling, quien opina que “hay diferencias con las obras” que se subastarán: “Algunas están pensadas conceptualmente, tienen un cuestionamiento ideológico y político. Otros tomaron la literalidad de una campaña preventiva.”

Entre los artistas que trabajaron los penes de madera se encuentran Claudia Burgos, Verónica García, Susana Nuñez, Luciano Temporetti, Andrés Sierra, Matías Romero, Gastón Car, Sergio Díaz y Patricia Godoy, entre otros.

Hessling sabe que la campaña tendrá repercusión. No es común que un museo salteño organice una muestra de penes, por más artísticos que sean. Inclusive el spot resultará ofensivo para muchos amantes de mantener la tradición más resguardada que las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro. “La parte artística y cultural que tiene que ver con romper el tabú. A todo el mundo le parece violento esto de una pija de madera. Lo interesante es que el Museo se haya copado, porque es una causa, no es que estamos haciéndolo porque somos locos y queremos poner pingos en el Museo. Buscamos generar un impacto. Pensamos que cuando se difunda el spot y le llegue a, por ejemplo, los tradicionalistas de Güemes, saldrán a poner el grito en el cielo. Bueno, no nos importa. Acá la cuestión es que el poncho también nos pertenece, no es propiedad de un sector social”.

Detrás del impacto, las posibles polémicas con sectores conservadores y la jugada maestra de exponer penes casi al frente de la Catedral, está lo más importante, que es el propósito final de “Ponele el poncho a tu amigo”. Hessling lo resume de una manera que no pareciera necesitar tanto movimiento, porque debería ser lo más lógico: “Que el estado garantice que los preservativos estén y que la gente los solicite”. Nada más, nada menos.