En un giro digno de cualquier thriller low-cost, un empleado mendocino descubrió que su aguinaldo venía con un “bonus” letal: un balazo 9 mm. El hecho, que reconfigura las leyes de Recursos Humanos, ocurrió cuando Ramón Ismael Ortega decidió visitar a su jefe para pedir lo que por ley le correspondía: el aguinaldo. Pero la negociación salarial escaló tan rápido como la inflación.
Según trascendió, las copas previas entre empleador y empleado parecían augurar una charla amistosa. Sin embargo, la discusión se convirtió en una cumbre de agresiones que terminó cuando el jefe, Ernesto Isuani Mazzeo, aplicó su interpretación personal del Código Laboral: disparar primero, liquidar después.
Testigos imaginarios aseguraron que el pedido de aguinaldo se convirtió en el detonante más efectivo que cualquier pólvora. La fiscalía quedó a cargo de la investigación, que intentará determinar si el disparo fue considerado pago en especie, descuento por daños y perjuicios o simplemente un dramático “no hay plata”.