Y, sí, Patoruzú el cacique surgido de la imaginación de Dante Quinterno era tehuelche, no mapuche. Y los tehuelches, fueron denominados por tripulantes de la expedición de Magallanes en el S. XVI, “Patagones” por las enormes huellas de los pies.
Por Alejandro Saravia
De ahí viene, precisamente, la denominación de Patagonia, que comprende desde el río Colorado hasta la tierra de los Onas, es decir, Tierra de Fuego. Los Mapuches son originarios de la araucanía chilena y solían azotar con malones la Patagonia argentina. Algunos, desde ya, se aquerenciaron en las provincias del sur y conviven pacífica y armoniosamente con los descendientes de los antiguos galeses y criollos del lugar.
Todo comenzó a encarajinarse cuando durante la anterior gestión kirchnerista y la actual, seudos mapuches, disfrazados de tales, pretendieron y pretenden quedarse con grandes extensiones de paradisíacas tierras. Todo con el visto bueno y la complicidad de funcionarios gubernamentales, especialmente del INAI. Su titular, Magdalena Odarda, y su segundo, Luis Pilquiman, un funcionario que llevó gente a la ocupación de tierras de Villa Mascardi, en Bariloche, alentando la toma ilegal, ambos de Río Negro, tienen una militancia exacerbada en torno a ciertos temas y una larga data de expresiones y actuaciones desafortunadas. Este sector promovió que Parques Nacionales se retirara de la querella y esto no contribuye al esclarecimiento de los incidentes, según lo expresado por la gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras.
Por decisión del directorio de la Administración de Parque Nacionales, organismo dependiente del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible que comanda Juan Cabandié, de La Cámpora, el Estado argentino desistió de avanzar en la causa por usurpación de tierras privadas en Villa Mascardi, ubicado a unos 35 kilómetros de la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Las provincias de la Patagonia, especialmente Neuquén, Chubut y Río Negro, deben soportar atentados terroristas llevados adelante por sedicentes mapuches asesorados por miembros de las FARC colombianas, Sendero Luminoso peruano y Montoneros argentinos. Todo ello bajo la vista gorda del gobierno nacional que ni siquiera dispone el envío de fuerzas de seguridad nacionales a los efectos de desalojar a estos pretendientes territoriales, usurpadores de parques también nacionales, y por ello de su competencia. Pero no sólo atacaron tierras federales. También lo hicieron y lo hacen respecto de terrenos particulares, sin que el Estado nacional se inmute.
Aún más, el pasado 8 de octubre, el Gobierno argentino envió a su embajador en Chile, el pavo real Rafael Bielsa, a la audiencia en la que se analizaba el pedido de libertad condicional de Facundo Jones Huala, líder de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) condenado a 9 años de prisión por el ataque incendiario contra una estancia habitada en el sur de Chile. La misión encomendada a Bielsa era abogar por la concesión de ese beneficio que finalmente, por suerte, no fue otorgado por el antecedente de una huida anterior y porque Jones Huala no reconoce el daño causado por sus acciones. No se arrepiente ni desiste de sus desafíos contra los Estados argentino y chileno.
La presencia del embajador argentino en esa instancia -injustificada, porque la asistencia a ciudadanos argentinos en el exterior debe hacerse a nivel consular- implicó un aval a grupos que desafían al mismo Estado que ese diplomático debe respetar. Con el agravante de que no sólo ataca y desprecia al Estado chileno sino también al argentino, pretendiendo crear un Estado mapuche en la Araucanía chilena y en la Patagonia argentina. Insisto, sin reconocerse ciudadano chileno ni argentino sino integrante de la nación mapuche. Aunque Jones no suene, en verdad, a originarios ancestrales.
Por todos es sabido desde la escuela que un Estado se compone de tres ingredientes: territorio, población y poder, mediante el cual monopoliza el uso de la fuerza legítima. Esos tres ingredientes están siendo atacados violentamente por personas que dicen integrar otra nación, que tienen ideas separatistas respecto de territorios que integran los Estados chileno y argentino y, mientras el gobierno chileno declara zona de emergencia la que está siendo atacada, el gobierno argentino ni siquiera responde a las solicitudes de ayuda de los gobernadores de las provincias afectadas: Neuquén, Chubut y Río Negro.
Debo confesar mi asombro y desconcierto frente a esa actitud del gobierno nacional y me pregunto si se trata de complicidad o mera imbecilidad. La carta enviada por Alberto Fernández a la gobernadora de Río Negro me disipó toda duda al convencerme de que, de su parte, esa actitud es por lo segundo más que por lo primero. Tanto es así que estaría incurso en una causal de juicio político por mal desempeño del cargo. Los mapuches truchos no sólo ocupan parques nacionales, obviamente, de jurisdicción nacional, sino que cortan permanentemente la Ruta Nacional 40, la que constituye la columna vertebral de nuestro país, desde La Quiaca a Tierra del Fuego. Ese es la cuestión de ser gobernados por porteños, para más que viven en Puerto madero, y que no tienen la vivencia total de un país extenso.
Mientras en el sur de nuestro continente organizaciones mapuches como la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) o la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) le “declaran la guerra a Argentina y Chile”, y protagonizan actos de sabotaje, incendios y amenazas, es decir, terrorismo, la sede inglesa de estos grupos, basada en Bristol, Inglaterra, explica desde su sitio web que “the Mapuche Nation (sic) está situada en lo que se conoce como el Cono Sur de Sudamérica, en el área actualmente ocupada (sic) por los Estados argentino y chileno”.
Si los ingleses están por detrás, tomemos en serio la cosa. Ya nos costó la separación de Uruguay de las Provincias Unidas, tras la guerra con Brasil, y la destrucción de Paraguay en la guerra de la Triple Alianza. Que no nos tomen por sorpresa los desaguisados de un gobierno de imberbes de los 70, de imbéciles de ahora, de adolescentes mentales e irresponsables siempre. Nuestra propia integridad nacional está en juego. Nada menos.