Santiago Godoy habló de todo: desde los resultados de las elecciones pasadas a las candidaturas a gobernador ya lanzadas, su relación con Urtubey e Isa, el PO, los parecidos de la Iglesia de hoy con la de los 70` y la vocación de un PJ dispuesto a seguir conduciendo la ciudad y la provincia. (Daniel Avalos)

No es fácil entrevistar a Santiago Godoy en una confitería. Aun cuando en él las palabras se empujan una tras otras, suele interrumpir la charla para pedir al mozo un “vasito” más de agua y luego otro  hasta que, finalmente, recomienda a ese mozo que el vaso chico sea reemplazado por uno de los grandes. El grabador registra estas interrupciones y también las ocasionadas por algún visitante ocasional que luego de saludarlo con un afectuoso “Indio…”, le comenta vaya saber qué cosa para despedirse con un apretón de manos o una palmada en la espalda de quien preside la Cámara de Diputados. El Indio pregunta entonces en qué estábamos, escucha la respuesta y retoma la conversación. Y entonces las palabras vuelven a empujarse con la pasión propia de quien parece haber subordinado a la política casi todo.

Dado el clima que se vive en la provincia en el que resaltan diferentes conflictos gremiales, Cuarto Poder le consulta si siente que la coyuntura le dio la razón cuando advirtió que no eran momentos de lanzamientos de candidaturas sino de gestión. Godoy apoya los codos sobre la mesa y dispara: “Aquella vez algunos dijeron que lo mío era una pose y queda claro que no lo era. Era y es un posicionamiento en el que creo seriamente. No me olvido de que el justicialismo viene de una derrota en la capital y yo como dirigente que está seguro de tener trayectoria y experiencia, trato de escuchar el mensaje que los salteños de la capital nos mandaron. Yo no subestimo ese mensaje y trato de elaborarlo como debe hacerlo un dirigente que es parte de un partido que siempre ha disputado mayorías y siempre ha tenido vocación de conducir la ciudad, la provincia y el país. En ese marco me parecía que adelantar los anuncios no ayudaba. Pero bueno…otros dirigentes no pensaban lo mismo, anunciaron lo que anunciaron y ahora la pelota se ha echado a andar. Pero seguro que se va a tener el equilibrio necesario para correr tras de la pelota y resolver los problemas que la gente demanda. No es sencillo eso, pero tampoco es imposible”

C.P.: ¿Aquella vez también se dijo que su crítica apuntó directamente a Miguel Isa?

S.G.: Personalizar esa crítica en Isa es un error que se asienta en diferencias que tenemos con Miguel o en mi alineamiento actual con el proyecto de Urtubey, pero que pueden tranquilamente relativizarse en el marco de las características del peronismo y hasta de las propias trayectorias individuales que he tenido yo y el propio Isa.

C.P.: No entiendo.

S.G.: Para explicarte lo del peronismo hay que acordarse de Perón que siempre decía que la gente está acostumbrada a conducir el orden, pero en política siempre hay que conducir el desorden. Bueno…eso es lo que ha diferenciado al justicialismo de otros partidos tanto de izquierda como de derecha. En estos, cuando la cúpula partidaria ve un desorden siempre excluye a los díscolos en nombre de cierta pureza que los expulsados de esos partidos también reclaman como propia. Le pasa al PRS, a la UCR y aunque menos publicitada le pasa al Partido Obrero. El justicialismo no es así. El peronismo es un movimiento y siempre hubo en su interior sectores con miradas distintas. Esa convivencia no siempre es fácil, pero el dirigente justicialista tiene la ambición de liderar a todos en nombre de banderas que históricamente son nuestras. En ese marco mis diferencias con Miguel o con otros sectores no son insalvables.

C.P: ¿Esa lógica ha producido también el menemismo?

S.G. Es cierto. Y el justicialismo se ha hecho cargo de eso, algo que no todos los partidos hacen. El radicalismo actúa como si no tuvieran responsabilidad de haber llevado al país al abismo por no animarse en su momento a hacer lo que luego hizo el justicialismo y que fue desmontar lo que el menemismo había montado: impunidad para los represores de la dictadura que el radicalismo comenzó con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; recuperar el trabajo y la importancia del Estado para llegar allí en donde el famoso mercado no llega; y hasta reivindicar el rol de la política entre jóvenes y no tan jóvenes que sienten que hay que meterse, que empiezan a ver que la política es un herramienta fundamental para que las cosas vayan para donde la gente cree que es mejor. No es poca cosa. Independientemente de las pasiones que atraviesan a las discusiones entre K y anti K que reduce todo a blanco y negro dejando de lado los muchos grises que existen, un análisis honesto nos lleva a ver que aun cuando haya cosas que corregir y otras que hacer, las cosas han mejorado con respecto al pasado reciente.

C.P.: Usted decía que era un error señalar que sus críticas a los anuncios electorales estaban dirigidas a Isa por las características propias del justicialismo y por sus propias trayectorias personales. Lo primero ya fue explicado, lo segundo no.

S.G: Tanto Miguel como yo provenimos de una tradición política similar que es el de la militancia. Aunque en lugares y tiempos distintos, empezamos a militar desde muy chicos. Venimos de las unidades básicas en donde las discusiones eran sobre cuál era la sociedad deseable a la que había que aportar con nuestro esfuerzo. Parece una tontera esto pero no lo es, porque hay cierto contacto emocional entre los que provienen de esta tradición y aquellos que vienen de un tipo de política más gerencial que también existe en el justicialismo como en otros partidos. Los militantes, después de todo, provengan de las tradiciones y doctrinas partidarias de las que provengan, no abandonan nunca la militancia.

Miguel, Urtubey y yo provenimos de allí. Eso no garantiza ningún acuerdo estratégico pero sí ayuda a que uno se pueda sentar y entender las aspiraciones del otro. No es muy difícil de comprender. En un asado o una mesa de café, por ejemplo, cuando los problemas del presente y de la gestión dejan lugar a las anécdotas y a los recuerdos, siempre tiene uno algo en común con el que se hizo militando. Las primeras pintadas, el primer responsable de uno en una agrupación, los compañeros en las distintas etapas, los personajes entrañables y no tan entrañables que siempre hay en la militancia, los razonamientos que teníamos cuando éramos jóvenes y esas cosas… son puntos de encuentros.

C.P: ¿Dónde empezó usted?

S.G: En Tucumán cuando me fui a estudiar. Acá en la secundaria ya tenía inclinaciones a la política pero fue allá cuando todo se aceleró. Además en esa época, fines de los 60 y principios de los 70 y en un ámbito como el universitario en una provincia como Tucumán que ardía… había que estar muy distraído para no inclinarse a la política en general y al peronismo en particular. Bueno… yo fui arrastrado por esa ola que era incontenible.

C.P. Se conoce poco de usted en esa época. ¿Qué cosas le vienen a la memoria de aquellos años?

Y muchas pero desordenadas si me lo preguntas así de repente. Por supuesto que los compañeros muertos vienen siempre primero. Pero también otras cosas. La expectativa que teníamos, la seguridad de que aquel proceso iba a triunfar. Luego el convencimiento de que la cosa no era tan así. Más tarde el miedo aunque cuando se dio el Golpe del 76 yo ya estaba en Salta de nuevo.

Incluso me acuerdo de cosas que eran propias de esa época y que creo que nunca se van a repetir porque cambiaron tantas cosas. Pero en esa época pasaban cosas que te sorprendían todos los días. Yo siempre cuento lo del cura Turino. Era mi rector en el colegio Salesiano acá en Salta, en dónde yo hice la secundaria. Era híper riguroso. Un tipo que uno tendía a asociarlo a la inquisición más o menos. Y de repente, años después, cuando yo estaba en Tucumán, ocurren los fusilamientos de Trelew en agosto de 1972 y algunos de los guerrilleros asesinados por la dictadura de Lanusse eran de Tucumán.

Entonces nos organizamos para ir al velorio que se hacía en Tucumán. Yo fui al de Clarisa Lea Place y ahí lo encuentro al cura Turino. ¡Era un sacerdote del Tercer Mundo y lo era desde hacía mucho! Yo no lo podía creer, pero era así. Por supuesto que en ese clima uno no podía andar gritando que militaba en tal lado, pero también muestra la generosidad de aquellos años y aquellos personajes en donde nadie sentía que el mundo debía saber que alguien tenía un compromiso con los otros. Alcanzaba con tener el compromiso y listo.

C.P: ¿Encuentra semejanzas entre aquella iglesia y la actual en la era Francisco?

No es lo mismo aunque hay cosas que se parecen. En aquel tiempo el compromiso de los sacerdotes del Tercer Mundo no prescindía del compromiso abiertamente político y más precisamente con el peronismo. Ahora no es así aunque evidentemente el Papa Francisco está representando una oxigenación de la Iglesia. Yo celebro eso porque independientemente de las eternas discusiones en torno al rol de la Iglesia, considero bueno que desde allí surja una especie de opción por los humildes y se intervenga en la sociedad a partir de los problemas concretos de los seres humanos de carne y hueso.

C.P: Volvamos al presente y los problemas del justicialismo ¿El PO es el adversario a vencer?

S.G: No, para nada. Primero porque aun cuando es cierto que me molesta cuando hacen de la denuncia su única bandera, o se ponen por fuera de la política para criticar a la política como si ellos no vivieran de ella desde hace una década; yo al menos no podría elegir de adversario a una fuerza que posee como centro de preocupación a los sectores más vulnerables. El problema que veo en ellos es que le ofrecen a esos sectores una promesa de sociedad que parece existir sólo en los libros que ellos leen.

Pero también hay razones políticas para decir que el PO no es el adversario del justicialismo. Una de ellas es que en el conjunto provincial, el PO no es una alternativa. En Capital vienen de una excelente elección pero también de frustraciones precoces. Ya lo dije en diciembre, cuando increíblemente no pudieron acceder a la presidencia del Consejo Deliberante teniendo nueve de los veintiún concejales. Perdieron la posibilidad de acceder a un lugar que les habría permitido presentarse ante la sociedad como fuerza que es capaz de resolver los problemas cotidianos de la gente. Esa misma incapacidad resta confianza de la gente. Porque la gente reconoce las buenas intenciones pero exige soluciones. En fin, no pueden demostrar que son capaces de administrar con eficacia el Poder que esa sociedad les confió. Nada de eso ha pasado y los tiempos se acortan.

C.P.: Los tiempos se acortan para todos. Para usted también. ¿Se va a aliar con Isa o Urtubey?

S.G: Yo formo parte del proyecto político de Urtubey, pero quién dice que van a ir separados Urtubey e Isa. Yo los veo siempre juntos. Bien puede ir uno sin que vaya el otro y eso no supone ruptura de ningún tipo. Además también pueden surgir otras alternativas

C.P: ¿Usted tiene aspiraciones electorales?

S.G: Desde que militaba en Tucumán. Pero hay que tener paciencia. No olvides que empecé a militar a los 19 años y recién accedí a una banca a los 50 años. Más precisamente en el año 2000.