Carlos Melconian aseguró que «para tener una economía sostenida y sustentable hacen falta seis años más de Macri». Cree que hay atraso cambiario, que el crédito hipotecario se restringirá este año y que la reciente reforma tributaria es «modesta y tardía».
Desde hace 20 años, cuando su mujer lo empujó a invertir en una casa frente al mar de Manantiales -una inversión que Carlos Melconian confiesa que como economista no habría hecho jamás-, que es uno de los primeros en instalarse en el Este a mediados de diciembre
A un año de su alejamiento del Gobierno, el expresidente del Banco Nación se define como un «soldado incondicional del presidente Mauricio Macri», aunque reconoce que el país carga con tres herencias: «una de 80 años que aún estamos discutiéndola, otra de 12 años de kirchnerismo y otra de dos años, con errores propios, que se terminan heredando».
Melconian habla sin pelos en la lengua. Confiesa que quería ser ministro de Economía y que un «garrafal error de diagnóstico» en Cambiemos le impuso al Presidente la idea que con la inserción de la Argentina en el mundo llegaría una lluvia de inversiones. Cree que hay atraso cambiario, que el crédito hipotecario se restringirá este año y que la reciente reforma tributaria es «modesta y tardía», entre otros conceptos económicos con los que desestima una tensión entre shock y gradualismo.
-Se cumple un año de su alejamiento del Banco Nación. ¿Por qué lo hicieron a un lado?
-La explicación oficial fue la homogeneidad del equipo. ¿Qué interpretación hago de esa frase? Ninguna. Soy un soldado incondicional del Presidente desde 2005, sin doble discurso, que discute con vehemencia. Supongo que con el equipo de Jefatura de Gabinete teníamos visiones diferentes. Es vox populi que el banco en el último año ha sido un proveedor de fondos para el financiamiento del Estado. Una tarea diferente a la que me habían encomendado: preparar la vuelta masiva del crédito al sector privado y ordenar las políticas. En la primera reunión de directorio pedí ver cuál era la norma por la cual se le prohibía al crédito al sector agropecuario. No estaba escrita; había sido una orden verbal.
-¿Como economista es gradualista o prefiere el shock?
-Este gobierno no encaja en ninguna de esas definiciones. Nunca existió ese dilema ni se discutió si había que tomar decisiones de shock o graduales. El desajuste y el disparate con el cual se fue el anterior gobierno era de tal magnitud que no había ninguna posibilidad de un shock. Lo que de octubre a esta parte sí se ha empezado a hacer es «ser homogéneo, equivalente». No puede haber una política muy ortodoxa, de shock, en el banco Central (con las altas tasas de interés y su política monetaria y cambiaria) y muy gradualista en lo fiscal. Eso, tan discordante, lleva al encontronazo. Pero sucedió: fue de shock la política monetaria con la tasa de interés y se intentó ser demasiado gradualista en lo fiscal, lo que se convirtió en inacción fiscal. En esos puntos y en otros tengo diferencias de criterio, pero eso no significa que uno saque los pies del plato entre quienes acompañamos al Presidente.
-¿Le jugó en contra su frontalidad?
-Todos saben que no tengo doble discurso. Es uno sólo en privado y en público. Ahora, podemos estar de acuerdo si políticamente corresponde o no decirlo. Pero yo no creo en eso. La sociedad argentina está harta de que le digan las cosas con anestesia. En mi caso se discute vehemencia, defensa de conceptos pero no intransigencia, mal carácter o ideología. Aunque cualquier cosa que digas en la Argentina sobre que los gastos deben ser igual a los ingresos eso es ya patrimonio de la ortodoxia. Pero resulta que la heterodoxia y el progresismo pueden decir cualquier cosa. Y sin dar nombres, nosotros tenemos infiltrados pseudo progresistas en el Gobierno.
-¿Espera alguna propuesta para otro cargo ejecutivo?
-Lo he visto al Presidente todo este tiempo, converso con él, con muchos ministros y gente del gobierno también. No me he ido peleado con nadie. Hoy me toca estar afuera. Hay dos cosas que no oculté nunca: cuando me preguntaban qué quería ser, siempre dije que ministro. De la misma manera, si me llama el Presidente, yo siempre estoy. Es como en el fútbol, se juega fuerte, pero sin pegar patadas por atrás. Aun los que me sacaron del Gobierno saben de mi frontalidad en el juego. Hago terapia hace años pero no vivo torturado por no estar en la administración.
-¿Qué le pareció el sinceramiento de la meta de inflación y los coletazos que produjeron en el dólar?
-No creo que el sinceramiento provocara la suba del dólar y de hecho bajó. El dólar acá es libre, pero hay contaminación cambiaria porque el Gobierno trae dólares del exterior y ha habido ingreso de dólares para colocar en Lebac del sector privado. Eso, si bien es genuino, algún día se corta y el dólar sube. Pero, más allá de eso, el dólar tiene que valer lo que la oferta y la demanda digan. Ahora, ¿este es un dólar cómodo para exportar? No, es un dólar barato. ¿El país está caro en dólares? Sí. Evidentemente estamos frente a un conflicto que hay que solucionar. Aquí el gran derrotado fue el Banco Central, que ha tenido un desplazamiento respecto a lo que era su política monetaria original y rigurosa. En la próxima reunión de determinación de la tasa de interés, que fijará el Central el 9 de enero, veremos qué hace. Si el Central es generoso en la baja de la tasa de interés, se confirmará la historia del momento de fin de año, cuando le ordenaron que la baje. A partir de ahí, ¿empezaría a conformarse una nueva política económica, con un nuevo patrón monetario, fiscal, con las tasas de interés y el dólar? Si caen las tasas, sí. Pero habría que especificar bien adónde se quiere ir para no confundir al inversor. La cuestión cambiaria es un intríngulis complicado, porque la Argentina exporta alimentos y consume alimentos, y el dólar tiene repercusión interna. Además, está la manía de la gente de dolarizar sus ahorros y eso es un conflicto permanente para tener un tipo de cambio real que uno pueda dominar como hacedor de política económica.
-¿Piensa que el Gobierno comunicó bien la reforma previsional? ¿El esquema elegido es el correcto?
-Antes que nada, la violencia ese día no vino del pueblo, con el pueblo juego a la pelota todos los sábados en Valentín Alsina. Entre la realidad y lo comunicacional me importa primero la realidad. La previsión social, para lo que te da el cuero, y no digo si es justo o injusto, tuvo tres mazazos: el fisco se fumó los fondos de pensión en 2008, luego se incorporaron 4 millones de personas que nunca habían pagado y le habían puesto una fórmula para la debacle. Ahora, no sé por qué al Presidente le siguen haciendo incluir la decisión del fondo de reparación histórica. Los números están pésimo y le agregaste esto. ¿Quién le hizo hacer esa mala praxis al Presidente? No lo sé. Vos agarrás a esos diputados que votaron en contra y en privado te dicen que la vieja fórmula era una locura que llevaba a la catástrofe. Le pasabas 11 puntos del PBI cuando recaudabas 6. Los números no cerraban: 5 puntos del PBI son $ 300.000 millones. Al final, la objetividad paga en la Argentina. No puedo defender cualquier cosa de este Gobierno, más allá de mi lealtad al Presidente. Tendría que haberse sacado la reparación histórica, porque nadie la pedía. Había 30.000 juicios por año que se iban sobrellevando. En eso estuvo mal asesorado. Me habría opuesto si hubiera estado en esa mesa. Yo los hubiese ido subsanando en la medida en que te da el cuero. Este debate hay que darlo en la Argentina. Lo que hay que sustituir en algún momento para el manejo de la cosa pública es la emocionalidad por la realidad. Pero lo importante de esta discusión es que la quiebra estaba antes de la reparación histórica. Lo que se hace muy difícil es que en agujeros monumentales como el que recibiste puedas hacer magia. Un desajuste de esta magnitud no he visto nunca: está dentro de los tres peores de la historia argentina. Pero simultáneamente se puede ser crítico en alguna decisión de lo que fue definido como el remedio.
-¿Cuál es su opinión sobre la reforma tributaria de Dujovne?
-Es tardía y modesta. No tengo nada contra él. Tardamos dos años. ¿Qué más livianito que el 10 de diciembre de 2015 para lanzarla? Eso estúpidamente se lo confunde con shock. ¿Esta es una reforma donde al sector privado le cambia la vida? No. ¿Es el acuerdo con las provincias un acuerdo donde desaparecen los impuestos provinciales nocivos? De ninguna manera. Trump discutió un año la reforma tributaria. Este Gobierno la presentó post octubre y prefirió rapidez antes que profundidad. Desde el arranque las cosas no se hacen así.
-¿Por qué no llegaron las grandes inversiones como se esperaba?
-Buen punto. Yo estaba dentro de los que creían, y nadie me puede desmentir, que lluvia de dólares no iba a haber. Mi sugerencia al Presidente era que 2016 daba negativo. Frente al conflicto fiscal endógeno que dejaron y que empeoraba, mi diagnóstico era que no habría lluvia de inversiones sino recesión para 2016. Pero otros le decían al Presidente: «Tu sola presencia hace un giro de 180°. Vas a recibir lluvia de dólares, la demanda de dinero va a volar y no tenés techo». De la misma manera que no hubo shock vs gradualismo, lobos de un lado y santos del otro, toda la mesa esa que escuchaba sobre la lluvia de dólares se encandilaba frente a los «agoreros» que decíamos ojo con 2016. Garrafal error de diagnóstico.
-Muchos economistas diagnostican que los créditos hipotecarios se restringirán este año. ¿Qué piensa?
-Es un planteo relevante con dos aristas: una actual y otra histórica. El actual es que hay un signo de interrogación respecto a que se cumpla otro año, el segundo, de disociación entre depósitos y crédito. Porque en 2017 el crédito creció a una tasa del doble de lo que crecieron los depósitos. Es decir, sale más dinero del que entra. ¿Es eso sostenible en el tiempo? No. Entonces, las variables que hicieron que el crédito creciera al doble pueden no estar este año. ¿El escenario? Que los bancos sigan endeudándose, que siga apareciendo masa societaria que quiera venir a comprar acciones de los bancos y te encuentres con más capital de trabajo. Todo eso tiende en la normalización a dar empate. La banca pública fue empujada prácticamente en forma voluntarista a hacer todo esto y todo el mundo sabe que yo tuve mis diferencias en ese punto.
-¿Darle plata al tesoro o abrir el crédito?
-Ambas. Primero porque el que mucho abarca poco aprieta. Segundo: ¿puede un país con dos dígitos de inflación dar crédito hipotecario? El que tomó en junio de 2016 un crédito de $1 millón hoy debe $1,4 millones. El dilema es que vos cada vez debés más. Un país que está en un proceso desinflacionario debe tener una unidad como el UVA para que las personas puedan hacer un cálculo. Ahora, de ahí a que el crédito hipotecario con dos dígitos de inflación continúe, no lo veo. En algún momento debés analizar si lo que compraste vale mínimamente como lo que debés. Mi visión es que es apresurado salir con los créditos hipotecarios en un país que tiene 20% de inflación anual. Hay que esperar a domar la tasa de inflación para abrir el juego. Así sí los podes dar sin tanto riesgo.
-¿Cuándo arranca de forma sostenida y sustentable la economía argentina?
-Cuando terminemos de completar el circuito de las cosas que hay que hacer. Algunas ya se han hecho, otras todavía no arrancaron. La puesta a punto va a demandar un gobierno. Creo que la Argentina va a terminar irremediablemente en el camino de ser consistente en lo monetario, fiscal, en su política de ingresos, en ajustar sus números, con un presidente como Macri que tiene clarito por dónde viene el desarrollo. Macri va a encontrar el mix entre la estabilidad macroeconómica que inicialmente este Gobierno subestimó, porque sigue siendo un gobierno de CEOs. Habrá que encontrar el equilibrio entre la estabilidad macroeconómica y el enfoque empresarial, sabiendo que el consumo interno es muy importante y que para la inversión hay que recrear las condiciones. Nuestros peores enemigos en materia de inversiones son el resto de los países; son competidores. ¿Puede la Argentina tener un estallido exportador? Tiene un tipo de cambio muy ajustado para eso. Aunque la competitividad tiene más aristas que el tipo de cambio, pero el tipo de cambio es una variable interna muy relevante. En la Argentina el consumo interno es el 70% del PBI. Ninguna de las variables de inversión/exportación sustituye a la otra. Son todas complementarias. Para tener una economía sostenida y sustentable hacen falta seis años más de Macri. La puesta a punto demanda una administración. Y el crecimiento, otra.
Fuente: La Nación