Las obras en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNSa por un valor de millón y medio, contemplan un vestidor privado y un baño. Las características son similares a las que Víctor Claros se hizo construir cuando asumió como rector en 2010. ¿Pura coincidencia? (Franco Hessling)

Una manera permanente de persuadir a una comunidad sobre el valor de un gobierno es la proliferación de obras infraestructurales, cortar muchas cintas, inaugurar muchos muros. En esta historia en particular, las obras son un factor explicativo del enroque que los contadores Víctor Hugo Claros y Antonio Fernández Fernández pretenden hacer con sus sendos despachos, el rectorado y el decanato de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Salta (UNSa).

Una de las primeras acciones de gobierno de Claros tras asumir la conducción de la UNSa en 2010 fue la construcción de un despacho nuevo para el rector. En aquel momento, se apoderó exclusivamente de un baño que era para todo el personal y hasta se hizo diseñar un vestidor privado. Ya en 2011, se inició en la Dirección General de Obras y Servicios de la Universidad el expediente 18126/11, que contenía un tupido proyecto de obras para la facultad que gobernaba -y aún gobierna-, Antonio Fernández Fernández. “Remodelación de planta baja y área de espacio exterior” (sic) ora el proyecto.

Ese expediente, congelado por años, se desempolvó en 2014, a través de un llamado a licitación de obra Nº 006/14. El proceso de elección de ofertantes concluyó el 19 de mayo de 2015 a través de la resolución rectoral Nº 0557, que sancionó la selección de Diego David Franco Viveros (DyFV Construcciones), por sobre otros dos aspirantes. DyFV ganó la licitación con un presupuesto de $1.670.964,40.

El pliego de la obra licitada, la Nº 006/14, apunta ciertas precisiones sobre las acciones por las que se pagarían más de un millón y medio a DyFV Construcciones. Este expediente, el 18126 iniciado en 2011, desagrega las obras a realizar discriminándolas en siete sectores. Lo curioso es que las ordena de manera creciente desde el sector 1, pero no hay sector 2 ni sector 6. Es decir, divide las obras en sector 1, sector 3, sector 4, sector 5, sector 7 y sector 8.

El sector 1, según consta en el expediente, es para la remodelación del “decanato, áreas administrativas, sanitarios y área interna”. Los otros sectores comprenden la refacción del “núcleo sanitario y office de acceso norte”, la construcción de una “nueva sala para el Consejo Directivo”, boxes para el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde), un “nuevo trazado de instalación de gas”, y un box para la sala de informática de la Facultad.

Para las tareas en el sector 1, las de “remodelación del decanato…”, se estimaba gastar –en 2011- $267.000, mientras que para la creación de una nueva sala para el Consejo Directivo se calculaban $69.000. Entre los siete sectores, el balance de 2011 arrojaba un total a gastar de $1.049.000 a gastar. Como hemos visto, en 2014 esas obras se presupuestaron en más de un millón y medio, encima en la ejecución real podría estarse gastando todavía más dinero.

Pero, además de ese millón y medio, en 2013, antes que se licite la obra, la “Facultad de Ciencias Económicas tramita la asignación de fondos adicionales para la obra de remodelación de planta baja y área espacio exterior”. Se aprueba en la sesión del Consejo Superior del 12 de diciembre de 2013, e implica que se derivaron fondos que constan en el despacho Nº110/13, al que Cuarto Poder no tuvo acceso. Más fondos, aunque no se sabe cuántos.

A la vista

Cualquiera que camine por estos días por el edificio de la Facultad de Económicas podrá constatar que en la planta baja, justo donde está la zona del Decanato, la Secretaría Administrativa y el Consejo Directivo, se están ejecutando obras. El trámite de proyecto, llamado a licitación y selección del mejor oferente, se había terminado con la resolución rectoral del 19 de mayo de 2015, luego de ello se iniciaron las acciones concretas que aún están en proceso.

¿Qué se está haciendo puntualmente? Más allá de los expedientes, pliegos y proyectos, lo que se está haciendo efectivamente es trasladar la Secretaría Administrativa hacia otro espacio que fue divido en dos, para que la oficina liberada, justo al lado de la del decano, la utilice solo la máxima autoridad de la Facultad. Allí se instalaría un nuevo vestidor.

Además se cumple la construcción de una nueva sala para el Consejo Directivo, pero se vuelve a avanzar sobre un sanitario de uso colectivo para transformarlo en un lujo de la autoridad: al igual que en el rectorado construido por Claros, en este caso se estaría sacándole un baño al personal de trabajo para que sea de uso exclusivo del decano. Asimismo, las remodelaciones permiten que el decano esté más aislado de la interpelación con la comunidad educativa de Económicas –para llegar a un encuentro cara a cara con el decano hay que pasar por cuatro filtros, secretarios de los secretarios de los secretarios-.

Ahora bien, el expediente que se inició desde la Facultad en 2011 recién se materializa en obras ahora y bajo los mismos criterios que la fastuosa impronta con que Claros se hizo construir su despacho rectoral. Es decir, las obras que actualmente se hacen en Económicas, de no mediar un batacazo electoral, las va a aprovechar el gran Víctor Hugo.

Desinteresado de dejar a los trabajadores con un baño menos y con desparpajo de suntuosidad, el rector y candidato a decano de Económicas no tendrá traumas por el cambio de despacho. Su buen amigo Fernández Fernández, el decano de Económicas y candidato a rector, le está preparando un acogedor decanato, que no le altere sus costumbres, su comodidad y confort. Ciertamente, el mimo de Fernández Fernández es un tanto costoso: al menos un millón y medio de pesos.

¡Mando yo!

La cercanía entre estos dos colegas y aliados políticos es evidente, no hacía falta enterarse de esta obra para darse por sabido. Sin embargo, diferentes fuentes testimoniales del entorno del rector afirman, con temor a declarar oficialmente, que Claros está convencido que con el enroque -Fernández Fernández al rectorado y él de nuevo al decanato de Económicas-, el poder real seguiría estando en sus manos. Aplicando la misma fórmula setentista con la que el peronismo volvió a la escena electoral, el esquema para este caso sería: “Fernández Fernández al gobierno, Claros al poder”.

Recuérdese que las mieles de la ambición ya le han jugado una mala pasada al gran Víctor Hugo, porque para armar su estrategia electoral actual no pudo contener a todos los decanos que los apoyaron en sus años de gobierno. La lista Evolución, que postula como rector a Carlos Puga y como vicerrectora a Adriana Ortín –decanos de Exactas y Naturales-, es una fracción del riñón mismo del clarismo que se hastió de la insaciable apetencia de poder del contador.

Más sumiso y conveniente, Fernández Fernández asomó como la opción ideal para perpetuar su arrogancia. Como ya ha denunciado este medio, entre otras cosas, Claros gobernó tomando decisiones que el estatuto no le atribuye, como inaugurar sedes sin autorización de la Asamblea Universitaria. Dicho sea de paso, en sus dos mandatos Claros no consustanció ni una sola Asamblea, que por estatuto, deberían realizarse por lo menos una vez al año.

Tras la frustrada pre-candidatura a diputado nacional que quiso instalar Víctor Hugo el año pasado, tuvo que conformarse con reacomodarse dentro de la política universitaria. Se sabe que Claros tocó diversas y variopintas puertas para ser invitado a integrar una lista a legisladores nacionales, sin embargo su bajo caudal, su imagen negativa y la ausencia total de carisma hicieron que sus ruegos fueran infructuosos.

Si luego de esa decepción su poder en la UNSa disminuye, la vida política de Claros podría estar yendo de forma irreversible en camino descendente. Pavorido ante tamaña posibilidad, el contador prefirió fracturar el frente oficialista que encabezó por años, y postular a su fiel esbirro, Antonio Fernández Fernández. De ganar las elecciones, se garantizaría volver al decanato de Económicas, desde donde perpetuaría la aquiescencia de Fernández Fernández. El negocio era redondo para Claros y hasta para el bonachón de su amigo de doble e idéntico apellido, Víctor Hugo puso una sola condición: que su despacho de decano también tenga vestidor y baño personal como el del rector.