Un 9 de julio de 1984 en la localidad de City Bell, el llanto de un niño rubio desde el garaje de su casa quebraba la gélida mañana de invierno.  La madre había desaparecido para ser luego  asesinada, un crimen que sigue siendo un misterio.

Aurelia Catalina tenía 37 años, y era profesora de inglés. Estaba separada de su marido Luis Federico Pippo, profesor de Literatura en varios colegios tradicionales de La Plata. También era empleado de la Policía Bonaerense. Pocos meses antes Argentina había salido  de la feroz dictadura cívico militar y las policías provinciales, en particular la bonaerense, jugaron un rol clave en el secuestro, desaparición y aniquilamiento de ciudadanos.

Oriel desapareció de su casa en la noche del 8 de julio de aquel año. Christopher, de 3 años, fue quien con sus llantos alertó lo sucedido. El cuerpo de la mujer fue encontrado el 13 de julio  al costado de la ruta 2. El cadáver estaba desnudo, solo con las medias celestes que llevaba en el momento de su desaparición. Presentaba 23 puñaladas, la mayoría de ellas en la zona genital y dos tiros de arma de fuego, uno en el glúteo derecho y el otro en la cara.

Tal vez por la furia contra ese cuerpo fue que el caso conmovió tanto y motivó innumerables artículos periodísticos. Tantos como versiones circularon. En el lugar del hallazgo, los policías intervinientes volvieron a demostrar su impericia al no preservar el perímetro y al redactar mal el acta de inspección ocular y secuestro. No se hallaron huellas, rastros ni elementos útiles. 

El mismo día del hallazgo fue detenido el novio de Oriel, el vidriero Alberto Mensi, quien intentó suicidarse durante sus primeras horas de detención. “Estaba desesperado” confesó tiempo después. Fue liberado por falta de mérito. La investigación, liderada por el juez Julio Desiderio Burlando, apuntó hacia Federico Pippo y su entorno.

El ex marido de Oriel fue detenido por primera vez el 1 de agosto de 1984. Quince días después obtuvo su libertad provisional. Y el 15 de septiembre lo volvieron a arrestar, junto a su hermano Esteban y a su madre, Angélica Rosa Romano de Pippo. Los tres estuvieron presos 370 días.

La detención del llamado clan Pippo se decidió por el testimonio de un primo de Federico, Néstor Romano. El hombre aseguró que, en la noche en que desapareció Oriel, los Pippo pasaron por su stud de Lobos. Llevaban a la mujer. Pero Romano se desdijo al tiempo.

El fiscal Casteller pidió el sobreseimiento de los Pippo, que fue concedido el 18 de septiembre de 1985. Tres años después, el sobreseimiento se hizo definitivo y el caso empezó el lento camino de la impunidad.

Los investigadores del secuestro y asesinato de Oriel Briant estaban convencidos de que el esposo de la víctima, su madre y su hermano habrían sido los autores del crimen, pero atribuyeron la imposibilidad de demostrarlo a deslices cometidos durante el levantamiento de rastros.

 

En las pruebas químicas que se le practicaron a las medias de la víctima se comprobó que contenía partículas de materia orgánica similar a la que hay en los lugares donde duermen caballos y, además, restos de viruta metálica.

La importancia de estos datos radica en que de esa forma hubiese quedado confirmada la hipótesis que la profesora estuvo secuestrada en el stud que la familia Pippo poseía en la ciudad de Lobos, como lo había declarado el testigo Romano, que luego se rectificó.

Muy cerca del stud se encontraba un taller de tornería. Se sospecha que los restos metálicos que pisó Oriel antes de ser asesinada fuesen de esa procedencia. Como en el acta sólo figuraba que la víctima tenía puesto un par de medias, sin especificar el color ni el material con el que estaba confeccionado, la prueba fue impugnada por la defensa de los entonces procesados.

Los investigadores tenían la hipótesis que Oriel solicitaba el juicio de divorcio por lo que su suegra habría instigado a sus hijos para que la hagan desaparecer y de esta manera no arriesgar los bienes familiares.

También fue detenido Carlos Davis, amigo y alumno de Pippo, de quien se sospechaba tenía una relación homosexual con su profesor. Davis, aseguro en su declaración: “Pippo me dijo que estaba decidido a eliminar a Oriel. Fue hace dos meses, una tarde que caminábamos por avenida Santa Fe. Estaba el juicio de divorcio de por medio y el tema de la tenencia de los chicos. Y él no lo soportaba. No era la primera vez que me hablaba del tema, pero esa tarde me aseguró que ya le había pagado la mitad de una suma de dinero a cierta gente para que se encargara de ella”.

En 2001, Federico Pippo fue internado en el hospital neuropsiquiátrico de Melchor Romero, luego de que la policía lo encontrara deambulando desorientado por las calles de City Bell.

El ex docente y policía caminaba entre los autos por el Camino General Belgrano y 467, sin advertir lo riesgoso que era. Un patrullero lo vio y a raíz del estado de abandono total de su persona y desorientación, se resolvió llevarlo a la comisaría.

En el Cuerpo Médico se comprobó que Pippo se enredaba en incoherencias y contradicciones. En el neuropsiquiátrico se estableció que padecía una alteración mental que reviste peligro para sí mismo y para terceros, por lo que se decidió internarlo. Murió en su casa en septiembre de 2009.

Ni la familia Pippo ni la Briant volvieron a hablar del caso, a pesar del asedio periodístico. El sospechoso fue condenado socialmente, ya que las pruebas en su contra, serian por esos años irrefutables.

Los hijos del matrimonio siguieron con sus proyectos. Martina se radicó en Campana donde ejerce su profesión de Odontóloga. De niña quedó bajo la guarda de su tía materna Denisse. Tomás se recibió de Licenciado en Economía. Julián y Christopher viven en City Bell, donde fueron varias veces detenidos por robos o intentos de hurto.

Nunca hubo flores en la tumba de Oriel, en el cementerio de La Plata. Nunca se pagaron los impuestos por su sepultura y en el año 1991, sus restos fueron llevados a una fosa común. A 35 años del crimen, lo único que está presente es la impunidad.

PENA

Uno de los aspectos más llamativos del caso, es que de haber culpables en la causa, podrían haber sido condenados a la pena capital que estaba vigente entonces. En plena dictadura, el genocida Jorge Rafael Videlahabía instaurado en el Código Penal la pena de muerte en casos de secuestros seguidos de muerte (Ley 21.338). Esa normativa fue modificada por el presidente constitucional Raúl Alfonsín, que puso en vigencia la Ley 23.077 derogando la anterior.

EL CLAN

Esteban Pippo fue sobreseído en 1988 y se fue a vivir a Lobos. Fue expulsado de la Policía debido al crimen de Oriel. Su madre, Angélica Romano, fue sobreseída en 1988. Murió de un ataque de presión. Néstor Romano, primo de los Pippo, fue sobreseído en 1988. En su casa de Lobos se supuso habría estado Oriel secuestrada. Murió en 2006.

Una mujer secuestrada y asesinada en el marco de un divorcio contradictorio. El cuerpo mostraba un particular ensañamiento en la zona genital. Un ex marido con fuertes vínculos policiales en la fuerza que comandó el genocida Ramón Camps. Pese a provenir de una familia acomodada, Pippo nunca fue aceptado en la familia Briant, quienes lo llamaban “cabecita negra”. Todos indicios que pueden llevar a la conclusión que la muerte de Oriel, fue el primero de los femicidios que saltó a la escena nacional, pero entonces, esa figura criminal, era inimaginable para la mayoría.