Sebastián Waisgrais, especialista en monitoreo e inclusión social de UNICEF Argentina, hablo de la situación de la pobreza en nuestro país. Allí aseguró que un niño del NOA sufre mucho más que uno de Buenos Aires.

La columna fue publicada por el diario La Nación en su formato entrevista y finalmente transcripta por el programa el Acople Informativo que se emite en FM Profesional.  Allí el economista, Sebastián Waigrais, aseguró que erradicar la pobreza es un deber ético y un objetivo posible.

A la afirmación, el economista le puso datos que dieron solvencia a su diagnóstico: a 24 años de que la Asamblea General de Naciones Unidas declarase al 17 de octubre como «Día internacional para la erradicación de la pobreza» la divulgación de nuevos datos muestran un diagnóstico marcado por niveles preocupantes de pobreza, concentrados en niños, niñas y adolescentes.

“En concreto, a partir de estos datos estimamos que la mitad de los niños, niñas y adolescentes viven bajo la línea de pobreza. Casi 7,2 millones viven con menos de 134 pesos por día y 1,9 millones con menos de 56 pesos por día. Más aún, la pobreza extrema de un niño residente en el NOA es 4,5 veces más elevada que la de un niño de la Ciudad de Buenos Aires”, enfatizó el experto quien aseguró que el “conocimiento público de las estadísticas, así como la declaración de metas nacionales de reducción de la pobreza son pasos relevantes que reconocen el problema”.

Según el economista hay cuatro elementos centrales que deben ser tenidos en cuenta en la implementación de una estrategia de reducción de la pobreza y de eliminación de la pobreza extrema para el año 2030. Las mismas son las que a continuación reproducimos:

Primero, es crucial que la pobreza general, y fundamentalmente la infantil en todas sus dimensiones, sea medida por el sistema estadístico nacional.

Segundo, las decisiones de política, incluida la implementación de medidas redistributivas, deben apuntar a que los beneficios del crecimiento económico alcancen a toda la población y que especialmente la niñez esté incluida en los planes de reducción de la pobreza. Ese desafío es significativo porque para erradicar la pobreza general en 2030, el país debería crecer a una tasa del 3% por año, si no se cambia la distribución y tenemos inflación cero. Sin embargo, nunca sostuvimos estas tasas de crecimiento: desde 1870 hasta 2015 la economía argentina creció a una tasa del 1,5%, justo la mitad de lo que necesitaríamos crecer los próximos 15 años.

En tercer lugar, es necesario fortalecer el sistema de protección social para hacerlo más sensible a la infancia. Esto incluye las transferencias monetarias dirigidas a las familias para ayudar a los niños a salir de la pobreza y protegerlos de sus impactos negativos. La iniciativa de ampliación de los beneficios de la Asignación Universal por Hijo a grupos que estaban excluidos, así como la búsqueda activa de niños elegibles pero que todavía no acceden a las prestaciones, son acciones que van en la dirección correcta. Sin embargo, es necesario revisar la suficiencia de las prestaciones para sacar a los niños de la pobreza así como analizar los efectos de las condicionalidades inherentes a este programa.

Por último, debe asegurarse la priorización de la inversión pública en educación, salud, agua, saneamiento, vivienda e infraestructura básica, y que esta inversión esté protegida y con incrementos reales a lo largo del tiempo, así como con significativos impactos redistributivos. Es necesario advertir que cuando las privaciones en estas dimensiones están presentes simultáneamente, potencian sus efectos negativos en la población de niños afectados.