En Argentina un 70,6% de jóvenes de 15 a 25 años afirman que sus amigos varones revisan el celular de la pareja y el control de las redes sociales llega hasta un 55,3%. Pero ¿qué sucede cuando esta práctica en las relaciones sexoafectivas son naturalizadas y realizadas por las propias mujeres?
“Mi experiencia con la violencia digital fue repentina. Nunca habría pensado que algo así podría ocurrirme. Mi vida era normal”, así comienza Leticia –nombre ficticio- su historia de acoso en el ámbito digital. Según diversas asociaciones, como Stop Haters y Pantallas Amigas, las mujeres jóvenes son el principal blanco de violencia en la red, seguidas de otros colectivos como la comunidad LGTB+ o personas con diversidad funcional.
Si bien hay casos en ambas direcciones, las mujeres padecen más que los hombres, o en exclusiva, ciertas prácticas dañinas. Estas van del acoso o la extorsión mediante contenido sensible a la publicación de material íntimo como venganza.
Pero el control del móvil por parte de la pareja es violencia de género, sea de quien sea. Espiar el móvil ajeno es machista, por ende no te hace feminista.
En México
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) determinó que “sustraer o apoderarse de correos electrónicos ajenos, sea entre cónyuges o miembros de la misma familia, es contrario al derecho fundamental a la inviolabilidad de las comunicaciones privadas”.
Dicha determinación se realizó luego de que un hombre imprimió 343 correos electrónicos de su esposa y los presentó ante el juzgado para demostrar el adulterio de su pareja, y así obtener el divorcio y la custodia de sus hijos.
El caso lo analizó la SCJN y para salvaguardar el derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones privadas, determinó que está prohibido grabar, almacenar, leer o registrar, sin el consentimiento de los interlocutores, una comunicación ajena.