Un crimen ocurrido en Orán que trascendió por una decisión poco frecuente: el asesino, después de terminar con la vida de su exesposa, se presentó espontáneamente en una comisaría, para confesar el hecho. (F.A.)

El jueves 24 de mayo de 2012, Marcos Argüello se dirigió hacia la casa que Gabriela Alarcón, su exesposa, compartía con los tres hijos que alguna vez habían tenido juntos. Argüello tenía restricciones legales que le impedían acercarse al domicilio y a la mujer. Tenía también un pasado reciente de violencia doméstica que se intentaba disipar mediante órdenes judiciales, argumentos que para un homicida son palabras que no importan.

Pasado el mediodía, Argüello llegó a la casa ubicada en la calle Corrientes de la ciudad de Orán, en el norte de la provincia. Estaba en su moto Zanella de 50 cilindradas. La vivienda en la que vivían Alarcón y los tres menores no podía otorgar seguridad. Era una prefabricada de color marrón oscuro, cubierta apenas por una reja de madera incapaz de soportar vientos fuertes o el agua que podría ascender desde la calle de barro con una lluvia intensa. Era obvio que hacía falta algo más que una orden judicial para detener a Argüello.

Ya en la vivienda, el hombre y la mujer se encontraron y empezaron a discutir. Él había llevado un cuchillo. No faltaba mucho para que llegara lo peor.

La primera información apareció esa noche, a las 20.50. Era un parte policial titulado “Orán: acusado de s/homicidio”. Allí se detallaba lo siguiente: “Hoy en horas de la tarde un hombre de 41 años se presentó en forma espontánea ante la dependencia policial tras protagonizar un hecho de sangre en perjuicio de su propia esposa”.

El texto informaba poco, en el típico lenguaje policial, tan amigo de las formalidades y las palabras en desuso, enemigo de las comas.

Sin embargo, el parte era contundente. A pesar de su dificultad para transmitir los hechos de manera clara, la escena se describía sola, de alguna manera: “Siendo horas 15:50 efectivos policiales pertenecientes al Destacamento Aeroparque fueron alertados acerca de un ilícito ocurrido en una vivienda ubicada en calle Corrientes al 800. Según lo manifestado a través de una comunicación telefónica realizada al Sistema de Emergencia 911 por parte de un vecino de la zona quien en un inmueble colindante al suyo se escuchaban gritos y pedidos de auxilio de una mujer. En el lugar los efectivos se entrevistaron con un joven de 19 años quien manifestó que arribó al lugar, observando salir a su padre rápidamente a bordo de una motocicleta marca Zanella 50 cc, y al ingresar a la vivienda encontró a su madre de 41 años, sin vida, tendida en el piso, presentando la misma una herida de arma blanca a la altura del cuello”.

Mientras Alarcón terminaba de desangrarse en el piso de su propia casa, Argüello estaba arriba de la motocicleta. En una determinación poco frecuente para un asesino, se presentó espontáneamente, a las 17.45,  en el Destacamento Mitre de Orán y confesó el crimen. Quedó detenido inmediatamente.

Formas de titular

El hecho trascendió en las noticias por la decisión final de Argüello, más que por el crimen en sí. En una provincia en la que las muertes humildes son lo más parecido a una rutina, el asesinato de una empleada doméstica de una ciudad pobre de una región olvidada no le importaba a nadie. Sin embargo, los medios se las ingeniaron para encontrar un foco distinto de atención, al menos por un rato.

“Salta: degolló a su esposa y se entregó a la Policía dos horas después”, tituló Ámbito Financiero el viernes 25 de mayo. “Un hombre de 41 años degolló a su esposa en una vivienda de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, en el norte salteño, y dos horas después se entregó a policía, que lo detuvo por homicidio”, aseguraba el copete del artículo.

“Un hombre de 41 años se presentó en forma espontánea ante la dependencia policial tras haber apuñalado a su esposa” era el primer párrafo de la nota que El Intransigente le dedicaba al hecho, un día después de que hubiera sucedido.

La Gaceta tituló: “Degolló a su mujer y huyó, pero luego se entregó”. “Un hombre de 41 años, que tenía exclusión judicial de su hogar, ingresó en forma clandestina ayer a la vivienda de su mujer, y la asesinó, dándole varias cuchilladas en el cuello, que fue atravesado de lado a lado, lo que le produjo la muerte en forma instantánea”, explicaba el diario tucumano, tomando la información desde la agencia nacional Telam.

“Por celos, degolló a su mujer y se entregó más tarde”, tituló la web tucumana El Siglo, cayendo en un error periodístico (los celos como justificación de un femicidio) que hoy es señalado como violencia mediática y se intenta erradicar definitivamente del oficio.

El después

En agosto de ese año, Argüello seguía detenido. Con su madre muerta, los tres menores quedaron virtualmente huérfanos. Ante esa situación, fue la madre del femicida, la abuela paterna de los chicos, quien salió a los medios a pedir ayuda para sus nietos.

“Pedido desesperado de ayuda para 3 chicos de Orán”, titulaba Informate Salta el 10 de agosto, basándose en una noticia aparecida en Radio A de esa ciudad. “La señora América de Argüello es la abuela paterna de los hijos de Gabriela Alarcón, quien fue asesinada en mayo de este año por su esposo, en su domicilio de Barrio Aeroparque. Madre muerta, padre preso y familiares que no pueden solventar las necesidades de los menores”, resumía la bajada.

El artículo reproducía una carta de la señora América en la que aseguraba que los tres chicos estaban “desamparados”. “Es por ley que el Estado a través de las Instituciones debe hacerse cargo de la protección de estos menores que estudian y necesitan alimentarse».

La mujer agregaba en su texto que «el concejal Jaime Quispe prometió encargarse de conseguir lo necesario para ayudar a los tres chicos y hasta hoy no dio ninguna solución al respecto y ellos necesitan alimentos, vestimenta, arreglo de la casa y una pensión».

Pocos días después, el 15 de agosto, el diario El Tribuno profundizaba en el pedido de la abuela. El artículo recogía la palabra de América, quien aseguraba: “Mis tres nietos atraviesan una tremenda situación ya que quedaron desprotegidos tras el asesinato de su madre y la detención del padre”.

La mujer también describía a la mujer asesinada por su propio hijo como “una excelente persona y muy trabajadora, ya que era empleada doméstica”, y estiraba las responsabilidades sobre el crimen. Consideraba que Alarcón “fue una víctima de la violencia de género sobre la que el Estado nunca actuó pese a las denuncias que hizo en varias oportunidades”.

A través de la abuela se supo que el hijo mayor de Argüello y Alarcón, el mismo que había presenciado la escena del crimen, salía “a buscar changas”, la hija del medio, de 17 años, concurría a un BSPA, mientras que el más chico, de 13, asistía a la escuela y era el que más ayuda psicológica necesitaba, según la mujer. “En forma esporádica tiene asistencia, pero no le sirve. Y a mí con mi sueldo no me alcanza para afrontar un buen tratamiento”, explicaba América.

El juicio

A mediados de diciembre de 2014, la Corte de Justicia confirmó la sentencia a prisión perpetua a la que había sido condenado Marcos Argüello.

El 18 de diciembre de ese año, Nuevo Diario informaba: “La Corte de Justicia de Salta rechazó el recurso de casación de la defensa técnica de Marcos Gabriel Argüello en contra de la sentencia impuesta por la Sala I del Tribunal de Juicio de Orán que lo condenó a la pena de prisión perpetua como autor responsable del delito de homicidio calificado en perjuicio de su ex pareja”.

Se informaba también que el recurso de casación se sustentaba en un supuesto estado de emoción violenta.

Al respecto, los jueces en el fallo aseguraron que “no toda acción cometida en el ardor de los afectos carece de dolo y de pena”.

La condena también explicaba que “la mera existencia de una relación de pareja desquiciada entre la víctima y el victimario no justifica la configuración de la ‘emoción violenta’ como atenuante del delito de homicidio”.