Pese al aumento ofrecido, los focos de protestas duraron hasta el jueves a la noche. La derrota del gobierno provincial abre nuevos conflictos con gremios que exigen -y merecen- un similar aumento. Breve crónica sobre la extorción policial.DOM

Muchos en las redes sociales utilizaron la expresión “post-apocalíptico” para describir el microcentro en los días martes y miércoles: casi todos los negocios cerrados, con sus vidrieras cubiertas por cartones, diarios, telas, incluso con chapas recién soldadas. En confiterías improvisaron barricadas con sillas y mesas; muchos contrataron los servicios de patovicas, seguridad privada o directamente optaron por “armar” a sus empleados: palos y martillos en manos de gente a la que le habían dicho que podrían perder sus trabajos.

El lunes, mientras Urtubey concretaba el cambio de gabinete para oxigenar su gestión, la tensión asfixiante ya se podía sentir. Además de los rumores que circularon ese día, lo más sugestivo fueron las intervenciones mediáticas: llamadas y mensajes convocando la protesta, denunciando malos tratos, sueldos bajos, falta de pago de becas e insultando, sobre todo, al jefe de la policía, Marcelo Lami.

El problema se venía esparciendo por efecto contagio. Los policías salteños, que un par de meses atrás habían amagado, sin éxito, una protesta, esta vez vieron el contexto favorable para manifestarse, pues los que habían protestado en otras provincias consiguieron aumentos significativos: sueldos superiores a los $8.000; esto hizo que el contraste con los $4.500 que percibían en Salta se hiciera muy evidente.

Pese a lo previsible, la reacción oficial fue mínima y errónea. El jefe de la policía debió haber iniciado canales de diálogo que impidieran la protesta, pero aún después de las marchas Lami siguió provocando y humillado a los oficiales y es probable que esto haya servido como disparador de la medida de fuerza.

El flamante Ministro del área hizo algo parecido: absoluto ninguneo. Los problemas de Lami para aceptar la realidad e incluso para informarse dejaron en ridículo al gobierno el lunes a la noche: mientras en un programa de televisión él decía que no había motivos para alarmarse, comercios del centro estaban siendo apedreados y un par de ellos robados.

Sobre los incidentes de ese día, hay que aceptar que fueron “raros”. ¿A nadie le llama la atención que el primer comercio atacado (una pedrada) haya sido una tienda de música que queda en calle Caseros, entre dos peatonales? Supuestamente están las cámaras (se pagaron 50 millones pero nadie sabe si funcionan) y en un día normal hay muchos policías. También apedrearon la farmacia Sudamericana  ¿Por qué atacar la peatonal, el lugar menos práctico para robar? Todo pareció justo para que la policía se luciera: golpearon y detuvieron a cualquiera que pasara (algunos quizá saqueadores, otros no) para resaltar el papel de imprescindibles ante la sociedad y sobre todo ante el gobierno: fue una forma de decir sin nosotros esto hubiera sido un caos, así que mañana nos tenemos que juntar a hablar del aumento. Fue la misma táctica que la mafia: “te venden seguridad”, sólo que primero te muestran lo necesarios que son.

La imagen de Canal 11 mostró a policías deteniendo, al azar, a tres jóvenes. Uno tenía una botella de Fernet Branca en un bolso diminuto y fue detenido; sin embargo ninguno de los negocios a los que se trató de saquear en la zona del centro comercializaba bebidas alcohólicas, así que la botella que vimos reventar contra los adoquines no pudo haber sido producto de los saqueos.

El jueves, familiares se reunieron a protestar por la liberación de 6 personas detenidas al boleo el lunes y que aún permanecen en la alcaidía. Una mujer dijo que su marido había salido de la Central de policía para hacer un trámite y que había llevado una mochila para resguardar los papeles de la lluvia. Caminó unos metros fuera de la Central y fue llevado preso. Otro hombre exigía la liberación de su hijo, de 18 años, que ese lunes volvía de la Universidad Católica con una mochila. El hombre señaló que el chico debía rendir una materia en la costosa universidad donde está becado y que de no aprobar podría perder este beneficio. En la “justicia” le dieron esta solución kafkeana: lo dejarían salir para rendir pero debía ir a la universidad acompañado por un policía, que se quedaría ahí custodiándolo mientras él realizaba el examen y luego debería volver al lugar de detención.

En otras provincias han tenido más éxito encontrando verdaderos saqueadores. En Entre Ríos, por ejemplo, fiscales llevaron a cabo un allanamiento en la casa de la madre de un policía que había encabezado la toma de la jefatura Departamental, ahí hallaron muchos electrodomésticos robados.

Esto se sabe ahora, pero ese lunes, la jugada de los efectivos había salido a la perfección: casi todos alabaron y trataron de héroes a los uniformados. Los salteños, además, encontraron un blanco donde descargar el odio: “La Policía corría en medio de esos indios, no eran personas”, dijo un hombre y luego se corrigió: “parecían indios, endemoniados que rompían todo a su paso”.

El apoyo a la policía fue tal que una multisectorial gremial, que había programado hace tiempo una marcha para el martes en contra de los súper poderes a los uniformados, cambió la consigna de la movilización: marcharon para apoyar el reclamo salarial de los policías. Después de dar una muestra de lo que podía pasar, los oficiales iniciaron la protesta: primero se plegaron jubilados, esposas y un puñado de uniformados. Armaron un petitorio que desde el gobierno no quisieron recibir, demostrando las autoridades a cargo, una vez más, que ni siquiera habían dimensionado lo que estaba pasando. Mientras los comercios se atrincheraban como si se esperara un ataque zombie, Lami hizo algunas intervenciones mediáticas para seguir provocando.

Por eso no es llamativo que muchos de los carteles que llevaron en brazos policías uniformados el miércoles, apuntaran contra el jefe de policía. “Lami esclavista, las medallas no se comen”, se pudo leer en una  pancarta. Otro cartel: “Policías=$4000/ Lami: $24.000”. “Adonde están los derechos humano para los policía? Lami Autoritario” (sic), escribió una mujer en su pancarta.

Los ánimos empezaron a caldearse. Y la violencia se hizo explícita cuando manifestantes patotearon al fiscal de estado y ex ministro de Seguridad, Maximiliano Troyano. Las imágenes muestran la brutalidad de la que son capaces, prueban que a los de azul sólo les importaba sus bolsillos y que, para conseguir sus fines, eran capaces de cualquier cosa. Lo que sea.

El miércoles, Juan Manuel Urtubey volvió a la provincia tras su viaje y a la tarde convocó a una conferencia de prensa para la claudicación. Aunque todos sus funcionarios habían dicho que no había plata, el primer mandatario provincial realizó este anuncio: un agente ingresante va a pasar a cobrar de $4.342 a $6.516; el monto significaba un incremento del 50% para los policías, mientras que a docentes y profesionales de la salud y de otras áreas de la administración pública sólo habían negociado, en las paritarias, un 25%. Aún así, algunos oficiales y jubilados mantenían hasta ayer la protesta. Pero va menguando, porque la oferta de Urtubey bien puede leerse como una victoria de la policía.

El gobierno, por su parte, cree haber ganado con esto algo de tiempo: días de tranquilidad para pensar en colocar a un nuevo jefe de policía y, sobre todo, para afrontar las protestas que se vienen: los demás gremios también quieren ahora un 50% y también hay sectores empresarios que empezaron a quejarse por el incremento de los impuestos que demandará esta reorganización de los sueldos policiales. Es probable que la respuesta a estos otros sectores sea la represión policial.  “Policía con aumento/ reprime más contento”, se pudo leer en el cartel que sostenía una criatura en Tucumán, donde 15 mil personas llegaron a la plaza para repudiar a los efectivos que habían dejado a la población desprotegida para extorsionar y conseguir más plata.

“Policía con aumento/ reprime más contento”… Más allá de la ironía de la frase, lo que ese cartel dice es demasiado cierto -y quizá profético- para ser gracioso.