Comenzar esta nota diciendo que se trata de la crónica de una muerte anunciada sería un lugar común. Pero en la ultima edición de nuestro semanario, analizábamos el caso de Fidel, un joven de 14 años, de la comunidad Las Vertientes, y su derrotero en el Hospital de Santa Victoria Este por su estado de desnutrición y deshidratación profunda. Pesaba solo 30 kilos.
Esta semana se hizo pública la historia de Fidel Frías, un adolescente de 14 años que sufría una extrema desnutrición y que a pesar de su estado fue dado de alta del Hospital Público de Santa Victoria Este. Desde el Nosocomio, informaron que el menor no había sido dado de alta sino que había huido del lugar sin motivos, ni razones. Sin embargo sus familiares, con muchas dificultades comunicativas, señalaron que lo que decían desde el hospital no era lo que había ocurrido, sino que el menor fue dado de alta por los profesionales, e incluso se negaron a trasladarlo hasta su lugar de origen, en el paraje de Las Vertientes.
En un video difundido por el concejal de Santa Victoria Este, Pedro Lozano el caso llegó a conocerse. Allí se lo ve al menor arriba de su bicicleta y describen “el chico está totalmente desnutrido y le dieron de alta del hospital. Es más, debajo del sol vinieron en bicicleta”.
El médico del Hospital de Santa Victoria Este, Dr. Pablo Casabella, en entrevista con Radio Nacional Tartagal, confirmó que el paciente menor de edad se dio a la fuga del nosocomio y que se realizó la exposición policial. Señaló que lo internaron porque presentaba deshidratación leve a moderada, déficit nutricional y sospecha de Tuberculosis, además de una malformación ósea.
Lo cierto es que ante el agravamiento de su salud, el paciente fue trasladado nuevamente al hospital de Santa Victoria Este, derivándoselo luego al hospital de Tartagal, donde falleció a raíz de un paro cardiorrespiratorio.
El caso del adolescente tuvo repercusión en los medios de comunicación por el grado estado nutricional del joven.
En el mayor país fabricante de alimentos de Latinoamérica, y donde se supone que a todos sus habitantes les debería sobrar qué llevarse a la boca, los niños de familias aborígenes se mueren por desnutrición o por enfermedades derivadas de una alimentación escasa. Un tema que todavía no está en la agenda de ningún político.
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