Un joven de 14 años, de la comunidad Las Vertientes, que sufre desnutrición fue dado de alta del Hospital de Santa Victoria Este a pesar de su grave estado de salud. Desde el nosocomio dijeron que el mismo se había fugado. Un informe de la UBA analiza las limitaciones históricas del acceso a la salud de indígenas. (F.R.)

El informe fue difundido por el Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, realizado por Mariana Isabel Lorenzetti. La frase que titula esta nota obedece a un testimonio que intenta explicar la mala atención que reciben las y los miembros de comunidades originarias en los hospitales públicos y prosigue: “nos atienden cuando ya estamos muriendo”, “muchos andan diciendo que el mataco es molesto, no sirve”.

Esta semana se hizo pública la historia de Fidel Frías, un joven de 14 años que sufre una extrema desnutrición y que a pesar de su estado fue dado de alta del Hospital Público de Santa Victoria Este. Desde el Nosocomio, informaron que el menor no había sido dado de alta sino que había huido del lugar sin motivos, ni razones. Sin embargo sus familiares, con muchas dificultades comunicativas, señalaron que lo que decían desde el hospital no era lo que había ocurrido, sino que el menor fue dado de alta por los profesionales, e incluso se negaron a trasladarlo hasta su lugar de origen, en el paraje de Las Vertientes. En un video difundido por el concejal de Santa Victoria Este, Pedro Lozano el caso llegó a conocerse, allí se lo ve al menor arriba de su bicicleta y describen “el chico está totalmente desnutrido y le dieron de alta del hospital, es más, debajo del sol vinieron en bicicleta”. 

El médico del Hospital de Santa Victoria Este, Dr. Pablo Casabella, en entrevista con Radio Nacional Tartagal, confirmó que el paciente menor de edad se dio a la fuga del nosocomio y que se realizó la exposición policial. Señaló que lo internaron porque presentaba deshidratación leve a moderada, déficit nutricional y sospecha de Tuberculosis, además de una malformación ósea.

Medicina hegemónica 

El informe en cuestión analiza el vínculo entre el sistema público de salud local y las comunidades indígenas a través de las prácticas locales de la Atención Primaria de la Salud (APS), pero para ello la autora explicita cómo los wichí desafían las interpretaciones hegemónicas que explican sus condiciones de salud, reconstruyendo las condiciones sociales donde se inscriben las experiencias de sufrimiento. 

El artículo titulado “Experiencias de sufrimiento, memorias y salud en las comunidades wichí de Tartagal”, señala que en el departamento de San Martín, la apropiación del territorio por las actividades agroindustriales, hidrocarburíferas y madereras ha desencadenado una conflictividad social en las relaciones interétnicas entre criollos e indígenas. Esto produjo, explica el artículo, que las comunidades indígenas tengan que desplazarse y arrinconarse en espacios más deteriorados.  Esta situación además se ha diseminado por otros departamentos como Rivadavia, considerado como el más pobre del país.

“Tales actividades han provocado una severa degradación ambiental, comprometiendo el espacio de autonomía relativa de sus economías domésticas al reducir los recursos disponibles del monte. Con la reactivación del mercado de tierras y la instalación de las empresas agrícolas, no sólo se extendió la superficie destinada a la plantación de soja, con el consecuente desmonte, sino también se produjo un deterioro ambiental agravado por las fumigaciones de agroquímicos que comprometen la salubridad del agua y de los espacios en los que viven las comunidades”. 

El informe de Lorenzetti cita un relevamiento llevado a cabo por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y la Universidad Nacional de Salta que señala que las comunidades no poseen titularización de sus tierras: “en la gran mayoría de las comunidades (83,6%) los títulos de las tierras están en manos de terceros, llámense empresas, iglesias. En el caso de las comunidades urbanas y peri-urbanas, de las 96 relevadas en el Dpto. de San Martín, el 86% no posee títulos del terreno donde vive. Un 76% de los títulos de propiedad están a nombre de particulares y el 10% de los terrenos se encuentran bajo la figura de lotes fiscales”.

El pan de cada día

El artículo de la UBA analiza las experiencias de sufrimiento narradas por los wichí y sus expresiones en torno a sus construcciones de salud-enfermedad. La autora, para ello, contextualiza la forma de vida de las comunidades. “Las recurrentes referencias al ‘tiempo de antes’ y al de ‘ahora’ de los wichí con relación a sus condiciones de salud me condujeron a explorar el peso de la memoria en las vivencias de sufrimiento relatadas durante el trabajo de campo”, señala la investigadora y explica: “Mientras que para los promotores de salud el deterioro físico es la marca que devela cierta irresponsabilidad por parte de las familias en su propia sustentación –en su capacidad como seres autónomos–, por el contrario, para los wichí sus cuerpos ‘sin fuerza’ devienen en testimonio donde anclar sus reclamos de salud y darles veracidad”.

Como ejemplo cita la expresión de un hombre wichi de unos 50 años –en relación con su preocupación con respecto a la desnutrición y muerte infantil–: “antes no se conocía enfermedad como ahora; el aborigen no enfermaba así, ahora sí, sin fuerzas quedamos”.

En el relato citado se hace referencia a los cambios en la alimentación y las consecuencias para su salud: “Antes se comía corzuela, quirquincho, conejo, acutí, pero gente gordo, bien sana. Ahora la gente come arroz, fideo y papa. Antes no… Yo como fideo y siempre estoy enfermo, no sé por qué”.  Otro comenta: “Ahora se consumen muchas cosas con muchos químicos, pero antes era todo natural. Nuestra alimentación era natural. Se ven cosas que antes no había: personas wichí, y de otras etnias, con diabetes… enfermas de vesícula. Esas cosas no se conocían antes y creo que tiene que ver con la alimentación. Chicos desnutridos nunca supe y eso que parecía que no había alimento como hoy. El gobierno manda muchos programas para salvar a los chicos de eso. Y sin embargo sigue habiendo más desnutridos. Mandan los bolsones que no traen nada”.

Salud no tan pública 

Aunque los relatos citados en la investigación fueron tomados durante los años 2011 y 2012, la situación no ha mejorado en la actualidad.  Durante el tiempo en el que el trabajo citado se realizó, medios locales y nacionales se hacían eco de las muertes por desnutrición de originarios, en aquellas notas periodísticas se señalaba que más del 70 % de los aborígenes en Salta no tenían cobertura de salud, a lo que el gobernador de la provincia respondía que “los aborígenes no van al hospital por razones culturales”. En pleno 2019 la situación no ha mejorado ni un poco.

Lorenzetti finalmente analiza las relaciones entre criollos e indígenas y las problemáticas que devienen de las fricciones interétnicas, que tienen que ver con los cambios que las comunidades  tuvieron que sufrir por el avance de criollos en sus territorios, modificando sus modos de subsistencia. “En el campo de la salud, tales tensiones emergen cada vez que los wichí buscan confrontar las imputaciones que se les atribuye desde el sistema de salud público, si quienes realizan las intervenciones de salud asocian el nivel de criticidad de los aborígenes a que ‘no tienen cultura de trabajo’, ‘esperan a que todo se les dé’, ‘no les gusta trabajar’. En contraste, para los wichí su situación de inestabilidad e incertidumbre se relaciona con ese progresivo e incesante avance criollo. Tal como me señalaban: ‘ya nos queda nada… todo está alambrado’, ‘antes no había dueño, éramos libres, se podía campear, buscar animalito, la miel, la tusca. Ahora ¿cómo hemos quedado?….sin nada’”.