La campaña bettinista no podría haber tenido un final más bizarro. El diario familiar optó por dedicar las últimas horas de proselitismo a confrontar con un empresario mediático en lugar de apuntar a su principal contendiente. Cronología del bochorno que terminó subiendo al cuadrilátero a un actor impensado.

 

Tal como se esperaba, el intento de debate entre los principales candidatos a ocupar la intendencia se convirtió en un fin en sí mismo, muy alejado -por cierto- de los principios y valores democráticos supuestamente perseguidos. Los obstáculos planteados por el concejo deliberante y la posterior realización del debate en el Colegio de Abogados, hegemonizaron la agenda política de los últimos días, opacan-
do el contenido de lo allí expresado.

A pesar del avance institucional que supuso contar con la presencia de los 15 postulantes al gobierno municipal, las expectativas rápidamente se depositaron en el segundo round, que tendría lugar en una señal local y al que sólo fueron convocados la actual intendenta y el candidato de Vamos Salta, Emiliano Durand.

El escándalo montado en los estudios de Multivisión Federal dejó en claro que, para los candidatos que polarizarán la elección a intendente, el debate nunca fue un buen negocio. El senador provincial, que venía de una actuación moderada en la UNSa y que mantuvo hasta último momento el suspenso sobre su participación, actuó conforme a lo que dicen los manuales y las encuestas: La urgencia por debatir no es de quien lleva la delantera.

La intendenta, por su parte, asumió un tardío rol de retadora, exhibiendo una inusual desesperación a cuatro días de la elección. El baldazo de realidad cayó más tarde de lo previsto y, desde su entorno, apostaron a la silla vacía que eventualmente dejaría Durand. Pero el planteo no funcionó en ninguna de las dos ocasiones y no quedó otra que apelar al escándalo. En una penosa performance que incluyó el ingreso en patota al estudio televisivo y una serie de exigencias desencajantes a la producción, la intendenta Romero forzó la suspensión del programa. Lo que sobrevino a ese hecho fue una inusitada disputa entre propietarios de medios que descolocó a más de uno.

Los hechos

Lo que a principios de la semana pasada se había promocionado como un debate entre Durand y Romero, pasó a venderse como un programa especial en el que ambos candidatos participarían en bloques separados. El cambio de formato obedece a que en el medio se anunció que la UNSa organizaría un debate con la totalidad de los candidatos, el cual tuvo lugar el martes 9 de mayo.

Según explicaron las autoridades de Multivisión, ambos invitados acordaron posteriormente participar por separado y en horarios distintos. Para el gerente de la señal, Javier Matus, cruzar a Romero y Durand al aire hubiera sido “una falta de respeto a los otros 13 candidatos” que ya habían debatido el martes. Cabe preguntarse aquí si la gerencia pensaba igual cuando planificó el debate inicial, que excluía de antemano a los otros 13 postulantes.

Como sea, los avances transmitidos horas antes de la emisión ya anticipaban que el formato había sido modificado y que no habría cruces ni interpelaciones entre candidatos. Sin embargo, minutos antes del programa, la intendenta ingresó al estudio acompañada de un grupo de personas y exigió debatir con Durand cara a cara. Al no llegar a un acuerdo sobre las condiciones de la emisión, el senador por la capital decidió abandonar el edificio y la intendenta quedó a la espera de que el programa se transmitiera con ella como única invitada. Sin perjuicio de ello, la producción del canal decidió levantar la transmisión.

Todavía dentro del estudio, Romero aprovechó para enviar una serie de mensajes a través de sus redes, asegurando que Durand le esquivó al debate, a pesar que ya estaba previsto que no habría intercambio. La catarata de operaciones incluyó una serie de videos que mostraban a Durand evitando el contacto con la jefa comunal y que fueron realizados por los acompañantes de Bettina.

El punto cúlmine llegaría con la publicación de un artículo en el diario de la familia Romero titulado “Bochornoso: Emiliano Durand no quiso debatir con Bettina y levantaron un programa de TV”. Allí, entre otros señalamientos, se acusó a Durand de ejercer presiones sobre Multivisión y al canal de incurrir en censura. Un planteo desmesuradamente ridículo si se considera el vínculo carnal de la señal de Matus con todo inquilino circunstancial del poder, sea quien fuere que ocupe ese rol. Un simple repaso de las entrevistas otorgadas por el medio a la intendenta en los últimos días bastó para evacuar todo tipo de dudas.

Duelo de patronales

La respuesta del empresario poco habituado a enfrentar funcionarios no se hizo esperar y fue contundente. En un comunicado por escrito resaltó que “la intendenta se presentó en el canal ingresando al estudio con un grupo de personas que la acompañaron, y planteó un cambio de último momento en las condiciones establecidas”.

Al día siguiente, irrumpió en la programación habitual y se tomó poco más de una hora para editorializar al respecto. “La intendenta se sentó en la escenografía y dijo ‘yo de acá no me muevo hasta que haya debate’”, resaltó Matus. Su descargo giro en torno a la acusación de censura y estuvo acompañado de una serie de archivos en los que se mostraba a la intendenta frente a los micrófonos de la señal de Av. Perón.

La contraofensiva del romerato continuó minutos más tarde con la difusión de una conversación entre la intendenta, su jefa de gabinete, Agustina Gallo, y el gerente de Multivisión en la que se develan supuestas presiones ejercidas sobre el canal. La filmación, no obstante, no revela por parte de quién, ni por qué existieron dichas presiones, más bien tenía el objeto de desacreditar el extenso descargo del empresario evangélico.

Para entonces, la contienda ya había transmutado de una polémica entre candidatos a una batalla interempresarial, en la que los aparatos mediáticos comenzaron a jugar de manera explícita. “Matus, devenido de periodista en empresario al abrigo de la gestión de Juan Manuel Urtubey, tiene en su historial la única misión de ser un servidor del poder. Del poder de quien lo apadrinó y, luego, con el gobierno de turno”, publicó el matutino de zona sur en su edición del viernes.

La apelación al exgobernador Urtubey podría perfectamente reemplazarse por Juan Romero, y el apellido Matus por cualquiera de los socios del Grupo Horizontes, y la esencia del párrafo se mantendría inmutable. Y añade: “Por eso nunca entendió de qué se trata la libertad de expresión, el derecho a la información y la opinión con fundamentos profesionales. Por eso tampoco está en condiciones de desacatar, en definitiva, lo que le ordenan desde el Gobierno”.

En rigor de verdad, ni la señal de Matus, ni el diario de la familia Romero son, precisamente, ejemplos serios de libertad de expresión, pero mucho menos de desacato a las directivas del poder. No es menos cierto que la reyerta entre la hija de Juan Carlos y el empresario no muy amigo de las buenas condiciones laborales, apenas trasciende el microclima. ¿A qué obedece entonces tanta pirotecnia prelectoral? ¿Puede vincularse el desencuentro del pasado miércoles con el interés de la familia Romero en adquirir la señal de Canal 11?, ¿Estamos ante un reacomodamiento del escenario mediático pos-romerato?