Desde España, el pensador salteño analiza la explosión del narcotráfico en Rosario y su relación con Salta. Su mirada sobre el rol del Estado, las reacciones de los funcionarios y algunas ideas sobre qué se puede hacer para erradicar este flagelo.

 

Desde hace varios años que Luis Alberto Caro Figueroa vive en España. Pero no deja de mirar y pensar en Salta y en nuestro país. En la entrevista que brindó a la periodista Marcela Pérez, en el programa de radio Interactiva, Caro Figueroa comparte una particular mirada sobre el narcotráfico en el país, que llegó a todos los medios del mundo, luego de que la familia de Lionel Messi fuera amenazada.

A continuación, transcribimos las respuestas más agudas de la entrevista, que comenzó con la pregunta sobre cómo veían allá lo que sucedía en la Argentina con el narcotráfico.

«Días atrás me llamó mi hijo Agustín, que vive en Madrid y me comentó con una gran sensación de sorpresa lo que había visto en la televisión: una especie de linchamiento colectivo a un personaje al que se había señalado como autor del crimen de un niño de corta edad. A este hombre le rompieron toda la casa, le robaron todo lo que había adentro y lo habían lesionado gravemente. Claro, mi hijo lleva prácticamente toda su vida viviendo aquí y no había visto eso nunca y me preguntó mi opinión. Yo le dije que esas cosas desgraciadamente pasan en Argentina y no hay que sorprenderse, porque el fenómeno del narcotráfico y del crimen organizado está muy difundido, solo que ahora está cobrando más visibilidad.

Hace casi 34 años un gran filósofo, Norberto Bobbio, escribió una una recordada carta a los italianos para alertar sobre los peligros que para la democracia representa la existencia de las mafias, es decir del crimen organizado. Yo asumo que al hablar de redes de narcotráfico en Salta no estamos hablando de un fenómeno delictivo aislado o un fenómeno al paso, sino que estamos hablando de organizaciones criminales con un enorme poder de influencia sobre el Estado y con presencia en lugares mucho más importantes, aunque menos visibles que los barrios más pobres y periféricos. Y cuando digo Salta, lógicamente podemos extrapolar a otras partes del país, pero usted sabe que, en Salta desde hace tiempo, se habla insistentemente del poder oculto del narcotráfico y del crimen organizado.

Norberto Bobio decía que el poder democrático en todas sus formas de ejercicio tiene que ser un poder visible, ya que si no es visible no puede ser controlado por los ciudadanos a los que el poder está dirigido. Este filósofo decía que la democracia huye del poder que se enmascara y eso es absolutamente cierto. Por eso cada vez que nos enfrentamos a áreas oscuras del Estado (que en Salta las hay muchas), allí donde los asuntos no se pueden ver con claridad porque alguien se empeña en ocultarlos, empezamos a sospechar automáticamente que la situación no es demasiado legal. Algo malo está pasando en las mismas entrañas del Estado y probablemente nada nada sea más contrario a la democracia que el poder oculto.

Es fácil imaginar que el poder del narcotráfico, que por definición es oculto, se caracteriza por obrar en secreto y con una máscara cubriéndole el rostro, ¿verdad? Entonces este filósofo decía en aquella carta famosa que la democracia es o debería ser esa forma de gobierno y de convivencia cívica, en la cual a través de la representación política y del voto popular se procura satisfacer los intereses comunes y Generales de la Comunidad. Una definición de democracia magistral. Muy breve y muy descriptiva.

 

En Salta felizmente no hemos llegado a tener zonas liberadas y a vivir bajo el dominio de un Estado que coexiste con otro estado oculto e invisible. Es inadmisible desde todo punto de vista la existencia de dos estados. No puede haber un Estado visible y otro Estado invisible. Si existiesen estas figuras, esas dos caras, es señal de que alguien tiene metido el pie tanto en uno como en el otro. Es decir, están de los dos lados. Entonces, a eso hay que mirarlo bien y sobre todo en Salta, donde tendemos generalmente a mirar para otro lado».

P:- Ahora la pregunta del millón es ¿cómo se combate estas mafias del narcotráfico? Es el gran dilema, porque lo que uno puede ver es que el narcotráfico compra voluntades. Desde aquellas mujeres que son usadas como mulas o como camellos, hasta jueces del poder de turno.

«La presión que ejerce el poder narco sobre la Justicia Federal, sobre todo el norte de la provincia, es algo que excede la figura de un solo juez. Hace unos días me preguntaban en un programa de televisión, qué pensaba de las medidas que había tomado el presidente Bukele en El Salvador con las pandillas de delincuentes. Dije que el combate contra las pandillas en un Estado de Derecho se debe librar con el máximo respeto hacia los derechos humanos porque en ellos se juega nada menos que la superioridad moral de la organización política sobre la organización criminal.

Pero esto no es nada. Bastante más serio es lo que está pasando en Filipinas, que es un país muy densamente poblado, en donde el presidente está instando a los filipinos a matar a los presuntos delincuentes y drogadictos. La investigación realizada por organizaciones de medios y grupos de derechos humanos ha demostrado que la policía filipina ejecuta de manera rutinaria a sospechosos de drogas desarmados y luego planta armas y drogas como evidencia. Esto del plantado de armas no les va a resultar para nada descabellado a los salteños, porque también en estos días se va a juzgar a unos policías que han falsificado pruebas y plantado evidencias falsas en la investigación del crimen de las turistas francesas. Lo que hay que preguntarse es si ese o el del Salvador es el modelo que tenemos que seguir en la Argentina para combatir un fenómeno tan pernicioso y tan disgregador como este».

 

P: ¿Consiste la voluntad política en librar esta batalla? Es la octava vez que van tropas federales a Rosario. Parece que es para distraernos un rato y después volvemos a lo mismo porque no existe esa verdadera voluntad política.

 

«Es la afirmación que hizo el presidente de la Nación en el caso Rosario, diciendo «algo habrá que hacer allí». Es una cosa inadmisible. Es el Estado el que tiene a su disposición una serie de recursos que no están en manos de él por su bonita cara. Él tiene la obligación de ponerlos en marcha y no simplemente decir «mire aquí hay un problema y algo habrá que hacer». Si el poder provincial pide el auxilio de las fuerzas federales, las fuerzas federales no se pueden negar bajo ningún concepto y tienen que emplear en su mayor cantidad de recursos y cooperar con toda la eficacia y la contundencia.

 

Hay que pensar mucho más allá de las elecciones y cambiar la forma que tenemos de hacer algunas cosas. Cosas que no son demasiado complicadas, por ejemplo, la forma en que construimos nuestros barrios. Parece una tontería, pero en Salta los barrios comienzan con la construcción de las casas, mientras que aquí por donde yo vivo las viviendas es lo último que se construye de los barrios. Nadie empieza aquí a levantar una casa si antes no hay pavimento, si no hay luz o no hay agua. A pocos metros donde yo vivo se construyen primero los jardines, se coloca el riego para las plantas, se ponen los contenedores de basura, se montan las paradas de los colectivos, se construyen los polideportivos, las bibliotecas, los colegios, los centros de salud, mucho antes de que haya una sola persona viviendo en el barrio nuevo. Una persona pobre en Salta comienza a habitar una vivienda pública y a menudo no tiene más que esa vivienda. Son barrios carentes de infraestructuras básicas, que se convierten rápidamente en lugares marginales en los que el delito ocupa un lugar prominente. Antes de que llegue la luz y el pavimento, llega el delito.

Pero hay otras formas que son un poco más complejas. Estoy hablando de una renta básica para todas las personas por el solo hecho de existir. Sé perfectamente que esto requiere un enorme esfuerzo por parte del Estado, pero si hay otros países que han conseguido hacerlo habría que pensar cuáles son los motivos por los cuales nosotros no podemos hacerlo y, sobre todo, por qué no podemos pensar en hacerlo. Alguna gente dirá que la renta que reciben las personas a cambio de nada irá a parar al alcohol o a las drogas, pero se ha comprobado en muchos países que han hecho esta experiencia que una enorme mayoría de perceptores de la renta básica universal e incondicional emplean la renta para mejorar su vida, para organizar su tiempo de una manera más provechosa, para formarse, para seleccionar mejor sus trabajos, porque no se trata de que la gente deje de trabajar, sino de todo lo contrario. Para muchas mujeres, la renta va a servir para alcanzar esa independencia económica que les es imprescindible para que puedan ejercer en plenitud todos sus derechos.

Mientras sigamos condenando a la pobreza a cientos de miles de salteños lo que estaremos haciendo es entregarlos atados, no a todos por supuesto, a las redes del narcotráfico».