¿Recurso estratégico u oportunidad científica?, así titula el Investigador del CONICET, Bruno Fornillo, un artículo sobre las potencialidades del mineral que abunda en el NOA y Salta en particular. Para el autor su importancia radica en la oportunidad que ofrece para pensar la fabricación de baterías en el país.

Central para la fabricación de la nueva generación de baterías (utilizadas en celulares, tablets, notebooks, autos, y un largo etcétera), el autor resalta que el proyecto de ley presentado en abril de 2014 por los diputados Carlos Heller y Juan Junio, con el asesoramiento del Mg. Nicolás Gutman; es el más abarcativo de todos los presentados hasta ahora por incorporar los objetivos de otros y por haber logrado despertar un necesario interés público por el litio.

“La iniciativa sobresale por la amplitud de esferas que busca alcanzar (exploración, explotación, comercialización e industrialización), los diversos mecanismos que propone para regular la actividad (empresa, comisión, fondo) y, por último, debido al intento de brindar un marco de coordinación, regulación y fiscalización general. Además, más allá de las divergencias que pueda despertar, su espíritu muestra el sincero interés de contribuir a la sustentabilidad de la actividad litifera y a una participación política plural de su gestión. A raíz de estas indudables virtudes brindamos una serie de comentarios que apuntan a contribuir a pensar un régimen legal sobre un tema decididamente importante para el país. A continuación, primero ahondamos en una serie de características generales de este recurso para luego realizar unos comentarios específicos en diálogo con el proyecto de ley”, precisa el artículo publicado en el portal Región Norte Grande.

A la hora de precisar las ventajas del mineral, Fornillo destaca las siguientes razones

1) El litio es indispensable para la realización de baterías pero no es escaso (es el 27avo mineral más abundante del planeta y se encuentra adosado a otros 150 minerales) ni está distribuido desigualmente en el planeta (hay en China, Rusia, EEUU, Australia, Portugal, entre otros). Como no es escaso ni está distribuido desigualmente, hay suficiente litio para los próximos años en el mundo y los países dominantes contarán con él. En este sentido, el litio no es el “petróleo” ni las “tierras raras” -solo controladas por China-, es por eso que la Unión Europea quitó al litio de la lista de minerales que considera “críticos”, esto es, sobre los que debe asegurarse su abastecimiento, dado que sabe que a futuro dispondrá de litio independientemente de las circunstancias. Además, hay que hacerse a la idea de que el litio dentro de las baterías es un elemento importante pero para nada el único, no más difícil de conseguir que el cobalto o el grafito; y menos difícil de obtener que otros compuestos “físicos” de los acumuladores.

2) A raíz de ello, en el muy hipotético caso de que los tres países del Cono Sur nacionalizaran su producción y realizasen políticas coordinadas, de modo que el precio de la materia prima aumentara sustancialmente gracias a un casi monopolio, inmediatamente se harían rentables otras reservas de litio alrededor del globo, por tanto las ganancias nunca serían superlativas. En esta dirección, debemos tener en cuenta que el lugar del litio en el sector minero en el mundo es muy menor. En la Argentina, país que se ha convertido en el segundo productor mundial, ocupó tan solo el 1,14% de la producción minera nacional en el año 2011. Por lo cual, es fácil darse cuenta de lo acotado que es el mercado y, a pesar de que crezca, también lo seguirá siendo. En los tres escenarios proyectados a futuro (conservador, tendencia base, optimista), el consumo de litio oscilará entre las 400 y las 600 mil toneladas para el año 2025, es decir, el doble o el triple de lo que se demanda hoy, sin que represente un mercado de rentas extraordinarias.

3) La Argentina no tiene que temer por su abastecimiento de litio. De hecho, si el país se dedicase a la fabricación de baterías, tan solo con el 8,5% que le corresponde a la empresa provincial Jujeña JEMSE por la explotación del Salar de Olaroz sería más que suficiente para los próximos 30 años (8,5% es igual a 1487 toneladas anuales, con las que se podrían fabricar un millón y medio de autos eléctricos, sin contar que existen otros tantos salares disponibles para la extracción en nuestro país). En suma, la minería del litio es relativamente estratégica, no reporta grandes ganancias y el país cuenta con suficientes reservas como para considerarse aprovisionado.

¿Donde está, entonces, el valor del litio? En una dimensión realmente diferente a la minera. En rigor, está en la oportunidad que ofrece para pensar la realización de baterías en el país, por eso es necesario enfocarse en el área científico-técnico-industrial. El valor concreto está en el conocimiento científico-técnico y en la capacidad económico-empresarial para realizar y comercializar baterías. Una tonelada de carbonato de litio cuesta alrededor de 6.000 U$D, mientras que una batería de auto -que utiliza apenas 10 Kg-, entre 10.000 y 20.000 U$D.

Más que contar con el litio, la mayor dificultad es realizar la automatización industrial (de lo que no hay experiencia en la Argentina) o fabricar los separadores (elemento clave de la parte “física” de los acumuladores energéticos que solo fabrica Japón; mientras China, Corea y EEUU lo están intentando). Digamos entonces que la esfera central del litio no es la minera, ni se asemeja a la “mística petrolera”, sino que es un problema de ciencia y de emprendimiento tecnológico-industrial (por ello a uno de los únicos empresarios que alguna vez pensó seriamente en realizar casi todo el proceso de construcción de baterías en el país no le parecía en lo más mínimo problemático si, llegado el caso, debía importar el litio). Lo que debería vislumbrarse como central de este elemento químico para la Argentina no es el proceso de valorización del recurso en sí mismo, sino los esfuerzos para industrializarlo, agregar valor y lograr la fabricación de las baterías localmente.