La literatura salteña ha dado un giro en este inicio de siglo y conversamos con uno de sus partícipes, el escritor Juan Manuel Díaz Pas, quien hace poco defendió una tesis de licenciatura que ahora publica con la Editorial Alto Yuyo: La revuelta de los aldeanos. Literaturas Plebeyas en la Argentina del siglo XXI. (R.E.)

Juan Manuel, además de ser escritor, ha montado una editorial autogestionada que lleva adelante junto a Mónica García y en la que han publicado dos libros de poesía: Cuero, de Mariano Pereyra y El pan del consuelo, de Jesús Ferreyra. Ahora está por presentar el tercer título oficial del catálogo Alto Yuyo, pero esta vez dedicado a su tesis de licenciatura para la carrera de Letras de la UNSa. Conversamos en una extensa entrevista que acotamos para rastrear dos conceptos claves que plantea en el libro que nos pueden ayudar a comprender no sólo la literatura salteña de este nuevo siglo, sino también otros momentos de las letras de Salta y -por qué no- del NOA, Argentina y Latinoamérica: la fronterización y la plebeyización.

11124633_10153628337301840_106041608_n

Antes que nada, Díaz Pas nos hace una advertencia respecto a La revuelta de los aldeanos: “No se trata de una antología ni de un juicio moral a X escritores, tampoco es el estudio de una generación; sino que se trata principalmente de analizar un problema que excede lo estético y es un problema político, tiene que ver con el derecho a la enunciación. Una pista para poder pensar el acceso a la enunciación es la ciudadanía, quizás no es la única ni la última dentro de un estado nación, dentro de instituciones que son parte, sino material, ideológica dentro de ese mismo estado, como la literatura nacional, la crítica literaria y, dentro de eso, la ciudadanía nos lleva a pensar cómo formular espacios de enunciación, es decir, quién puede hablar, escribir y tomar la palabra para usarla creativamente. Ese el gran problema que me parece tiene que ver con la literatura de Salta, más que si son oligarcas o no, o de la generación del 40, del 60, de la carpa o si esta es una nueva generación”.

Una vez realizada esta salvedad, entramos de lleno en el tema: “Me interesan más esos momentos en los que la literatura puede dar cuenta de cierta heterogeneidad de enunciadores, porque es fácil escribir sobre los yutos o villeros pero es difícil encontrar un poema de un yuto o de un villero. Mucho más difícil es encontrar una reseña de este tipo de textos. Entonces ¿quién es el que habla ahí? El que habla es siempre el académico o el escritor de profesión que maneja y domina el lenguaje literariamente. La idea fue a pensar esto como un proceso de largo alcance que no se limite al siglo XX o XXI a partir de dos procesos básicos que son la plebeyización y la fronterización; la manera de pensar la literatura de Salta atravesada por esos dos vectores que nos podrían dar ciertos indicios de esa heterogeneidad”.

En este sentido, Juan comenta que le prestó atención a “qué momentos aparecen relatos, imágenes, representaciones, voces, discursos e incluso en qué momentos están omitidos en la literatura más canónica o en cuáles aparecen como emergentes en la literatura más reciente, por quienes comienzan a producir después de 2002”.

Fronteras y plebeyos

Entonces para comprender un poco más de lo que va esta revuelta de aldeanos, Juan Manuel nos intenta explicar los dos conceptos que mencionamos antes: “La plebeyización tiene que ver con aquellos que no son contados como parte formal y relevante de una sociedad: las mujeres, indígenas, homosexuales, los que no tienen trabajo, los drogadictos, los presidiarios, los enfermos y podemos seguir individualizando. Personas que pareciera que no forman parte de la sociedad por un lado y por el otro no pueden hablar dentro de ella, sus palabras no son escuchadas, relevantes, no importa lo que digan y todo lo que hagan pertenece al viento o pertenece al ruido, al orden de lo que no tiene sentido. Entonces lo plebeyo es la aparición, de alguna manera, no sólo de estas voces no tan aceptadas, sino también de esos cuerpos que son los que nos van a dar esas palabras, esos relatos acerca de sobre todo la violencia, la exclusión, experiencias corporales que son impugnadas por cierta moralidad relacionada con el decoro oligarca aristocrático de Salta, pensando en el catolicismo extremo de muchos de sus representantes más señeros”.

“Por otro lado eso nos conduce a la construcción de fronteras que por una parte son sociales, pero pensando en los discursos nos conducen a territorializaciones en donde la lengua ya no es sólo un objeto que se puede manipular técnicamente con la conciencia de un letrado, sino que desciende a la animalidad, a los lugares del cuerpo que están más cercanos a ella y tiene que ver con lo gutural, lo protoglotal, lo que está antes de la lengua como técnica articulatoria de un sentido; entonces ahí donde pareciera que hay ruido en realidad hay una impugnación de una experiencia de la lengua que es lo que transforma también la experiencia de la lengua literaria. Eso se observa muy claramente en el trabajo que hace José González en Crack y Sobre la distorsión. Hay una manipulación de una lengua que se retrotrae, pero no porque esa animalidad sea una condición natural, sino al revés: si esto es la humanidad entonces quizás es mejor ser animal, algo que plantea también muy claramente David León al final de su libro Jaguares, o tal vez sea una interpretación mía, pero él inicia lo que yo creo es un pensamiento post-humano, que tiene que ver con la extinción del humano como la clave para la continuidad de la vida en el planeta. Este es un indicio de esta construcción de una frontera, en el sentido no de un límite ni de una barrera, sino pensando en que una frontera marca que existe algo más allá, a donde los curiosos van a ir a buscar. La idea de frontera nos permite ver más allá. Por más que nunca vayamos a ir a ese lugar o hacer esa experiencia, existe algo más allá”.

Volviendo al tema de la plebeyización, nos comenta: “Lo plebeyo sería casi un movimiento de creación de una exterioridad. Yo soy un plebeyo, no me cuentan dentro de la sociedad, entonces lo que hago es irme, me voy afuera y veo todo desde ahí. Luego volvés pero a insertar en ese núcleo homogéneo algo así como un virus plebeyo y a través del él lo que hacés es buscar las falencias del sistema, pero ya tenés poder, no sos un subalterno. En ese sentido se diferencia de los estudios coloniales porque sos plebeyo pero no subalterno, creás tu propia política y tus propias formas de poder si querés, o no, pero no sos subordinado a nadie. Ninguna de estas prácticas está subordinada a nada que le sea exterior, de manera ideológica o material”.

“La idea era ir haciendo un paralelo entre lo que sería lo plebeyo, en cuanto a la construcción de un discurso en donde la enunciación da cuenta de otra sensibilidad, que no es aristocrática para nada, sino que es muy crítica del sistema capitalista. Esa interpretación podría entrar fácilmente en una descripción de muchas obras de autores argentinos, latinoamericanos contemporáneos que marcan por un lado esa plebeyización y por otro la frontera respecto de la hegemonía de la crítica sobre la literatura de Salta, tanto la que se produce en el Río de la Plata -o en otros lugares- bastante folclorizante de esta literatura, o la que se produce acá mismo partiendo desde Dávalos (desde Bernardo Frías, si querés), desde Atilio Cornejo y su genealogía, desde muchos saberes que no tienen que ver con la literatura pero sí forman un orden discursivo muy conservador y muy excluyente de la diferencia, la heterogeneidad cultural y social, que llegan hasta nuestros días, hasta Santiago Sylvester y se siguen produciendo en muchos autores que son relativamente jóvenes que crecen bajo ese aura letrado, porque ahí hay un pensamiento en acción, no se trata de algo improvisado, sino que hay una interpretación cultural y lo que son las políticas culturales que tienen que ver, también, con el Estado, de alguna manera. La interpretación de Sylvester de la poesía joven del NOA, por ejemplo, tiene que ver con una cierta afinidad con el realismo sucio ¿y qué es el realismo sucio?, ¿existe algún realismo que no sea sucio? Esto se da a partir de un cierto temor de contagio, porque lo que llaman realismo sucio está escrito en primera persona y esa primera persona se autoficcionaliza como escritor, entonces lo que hace es mancillar ese lugar de enunciación privilegiado del escritor; porque qué es lo que hacían Balzac, Victor Hugo, Solá, nunca hablaban en primera persona, se distanciaban con el recurso de la tercera, entonces por qué es sucio el realismo, porque ensucia al escritor, es él quien está metido en la mierda, no es que la mira de afuera. Ese temor de contagio es lo que hace a escritores como Sylvester argumentar así, olvidando quizás que se trata también de otras fases históricas del capitalismo, donde los cuerpos son muy importantes, tenés que pensar en el avance de la técnica, de todo lo relacionado a la vida virtual, cómo eso le va restando experiencia sensible a los cuerpos. Entones qué hacen los cuerpos, si no pueden gozar, también sufre, y si pueden gozar hablan de ese gozo de manera pletórica, en la cresta de la ola. Me parece que ese es el gesto político que él no puede comprender”.