Adrián Valenzuela y Guillermo Durand Cornejo calientan motores de cara a la disputa por una banca en el senado. Ambos aborrecen la política pero desean vivir de ella y cuentan con el respaldo de dos oficialismos repletos de políticos. (Daniel Avalos)
Uno fue periodista durante años y el otro se hizo conocido asesorando también por años a los consumidores por televisión; uno es relativamente joven y dicen que tienen hambre de banca, el otro ya no es nada joven y dicen que aún no se recupera del golpe que significó que el gobierno nacional lo privara de la posibilidad de renovar su banca en la nación; uno lo descubrió hace poco y el otro hace muchos años, pero ambos concluyeron que el rol de conductores mediáticos resultaba un atajo para desembarcar en el parlamento. A diferencia de otros candidatos que corrieron a conducir programas para alcanzar lo mismo, Adrián Valenzuela y Guillermo Durand Cornejo -de ellos hablamos- primero fueron celebridades mediáticas y luego candidatos; ni el más joven ni el más viejo conocieron nunca una unidad básica, casas radicales ni marchas callejeras que requieran llevar un bombo a cuestas, calzar vinchas partidarias y gritar consignas con el puño en alto; tal carencia que alejó a ambos de las congregaciones sudorosas fue reemplazada por un contacto entre ellos y las masas a través de pulcros estudios televisivos y radiales; desde allí ambos le hablaron a televidentes o radioescuchas que centralmente parecen ese personaje a quien el viejo Bernardo Neustad llamó “Doña Rosa”: hombres y mujeres que por pagar impuestos creen que son merecedores de que el Estado tenga como prioridad exclusiva resolver el problema individual de la propia Doña Rosa a quien importa poco si ello perjudica a terceros; quienes conocen al uno y al otro aseguran que ambos son felices cuando la gente ve en ellos lo que ellos pretenden que vean; aunque si esto no ocurre, les importa un pito porque se regocijan escuchando los mandatos del simple y personal capricho. Ambos utilizaron sus programas para gritar que la política y sobre todo los políticos los asquean aunque el viejo hace 20 años que vive de la política y el más joven aspira ahora a vivir de ella; eso no es todo: ambos son impulsados por castas políticas que descubrieron que es más fácil apoderarse de la popularidad de terceros que ayudarán a conservar el orden vigente que formar a militantes que aspiren a generar órdenes y equilibrios nuevos; el uno y el otro son la resaca de la borrachera de una clase política que en algún momento se divorció de los intereses de la sociedad para convertirse en una casta que sofocando la emergencia de nuevos liderazgos se dedicó a perpetuar mezquinos privilegios; dicen que el más joven de los outsiders está sólo tres puntos por debajo del más viejo; y dicen que esto significa que muy probablemente el primero se imponga al segundo en octubre próximo aunque eso importe muy poco porque lo verdaderamente grave es que uno de ellos será senador y ambos representan lo mismo: el fracaso de la política, la impotencia de la militancia y la desoladora sensación de que todos hicimos algo muy mal.