Según el último informe de Fundara sobre violencia intrafamiliar, la zona sudeste de la ciudad es la que alberga a la mayor parte de las víctimas y victimarios que le ponen nombres, apellidos y DNI´s a las fojas judiciales. (F.H.)

Uno de los principales escenarios adonde anida la envestida machista es el núcleo familiar, adonde además de los roles asignados por la cultura patriarcal perviven dependencias emocionales y económicas que complejizan el abordaje. Según el más reciente informe de Fundara (Fundación para el Análisis y la Reflexión), las denuncias por violencia familiar remiten principalmente a los barrios donde el contexto económico presenta menos solvencia. Allí dónde hay mayores privaciones y flujos de ingresos inestables y de montos bajos, es donde se presentan mayor cantidad de casos de abusos, vejaciones y cualquier forma de coacción física.

Las denuncias presentadas formalmente fueron analizadas en base a los datos geográficos de los denunciantes y los denunciados. Para ello se dividió la ciudad en siete zonas (este, oeste, norte, centro, sudeste, suroeste y San Luis y alrededores). El cuantioso flanco sudeste se encuentra a la cabeza de ambos listados, es el sitio adonde están radicados la mayor parte de las víctimas y victimarios de la violencia intrafamiliar. La zona de la delegación municipal de San Luis y el centro son las que menor incidencia tienen de acuerdo a la sistematización realizada por la citada organización no gubernamental.

“En la ciudad de Salta, se observa que la zona más vulnerable o propensa a la violencia intrafamiliar es la zona Sudeste, donde se encuentran muchos de los barrios de menores recursos y con menor nivel de instrucción de las personas”, postula Fundara aunque sin aportar información que sirva como basamento para la caracterización de las barriadas. La definición prosigue: “la violencia familiar es en gran medida producto de la marginalidad, muchas veces asociada a las dificultades económicas, laborales, a la intensidad de horas dedicadas al trabajo, la mala alimentación, etc.”.

Cuidándose de no incurrir en una estigmatización infundada, los elaboradores del informe técnico añaden que “en hogares de alto poder adquisitivo, muchas veces ocultar la violencia doméstica responde a parámetros asociados al status quo y el mantenimiento de una imagen, acorde al rol social de los integrantes de la familia”. Advierten que se trabajó sólo con las delaciones realizadas efectivamente, y que por ello es de esperarse que muchas situaciones de violencia intrafamiliar hayan quedado invisibles en éste análisis.

El último trabajo de coyuntura de la fundación, referido a este “problema social que pone en riesgo la integridad física y psicológica de las personas”, hace notar que en todas las situaciones de violencia intrafamiliar se cumple un patrón de condiciones que se combinan. Eso la vuelve particular al abordaje, tanto de tipo jurídico como en cuanto a la contención íntegra. Los hechos de discordia en el hogar cuentan con tres características regulares según destaca Fundara: existen víctimas directas muchas veces inmovilizadas por el lazo con sus victimarios, hay víctimas indirectas que comparten el habitáculo, nunca se carece de un victimario que impone la violencia, y suele haber un marco de vulnerabilidad socioeconómica.

“La vulnerabilidad, que es quizá el peor de los fenómenos, ya que favorece a una limitación en el ejercicio pleno de los derechos de las personas, potenciando las posibilidades, no sólo de convertirse en víctima de un delito, sino de padecerlo en forma repetida y sin acceso a la ayuda y contención que necesita”, explicita la elaboración técnica que basa su análisis en los datos registrados por la Oficina de Violencia Familiar (OVIF) de la Provincia.

Curiosamente, el documento de la institución encabezada por Bettina Romero no aporta vinculaciones entre el contexto familiar y la violencia machista, no se brinda un desglose de cuántos de los casos analizados obedecen a ese tipo de flagelo a pesar que se lo signa como la tipología más repetida. Los datos históricos de la organización La Casa del Encuentro emparentan directamente el ultraje machista con los entornos domésticos, de hecho la mayor cantidad de femicidios se dan en lo que desde un punto de vista analítico se inscribiría en violencia familiar.