Asentada la polvareda analizamos a los consagrados y sepultados por las elecciones. Urtubey, Isa y Sáenz brillan más que nunca; Romero, Durand Cornejo y Julio San Millán perecen irremediablemente mientras sus asesores porteños Mateo Goretti, Roberto Starke y Enrique Borba pierden prestigio y bajan tarifas. (Daniel Avalos)

La política es una jungla que no huele muy bien aunque es la jungla en la que vivimos. Una que independientemente de las voluntades ciudadanas determina la direccionalidad de la sociedad y que por ello mismo incide hasta en la vida de quienes se enorgullecen de no tener vínculo alguno con la política. De allí que convenga precisar a los consagrados de las elecciones del domingo pasado y a aquellos otros que fueron sepultados por la misma.

Juan Carlos Romero, por supuesto, esta entre estos últimos. Ya hablamos suficientemente sobre él (“Final de cuentas y después”) aunque acá podamos resumirlo así: está condenado al ostracismo, a un alejamiento definitivo del poder político y a mirar resignado un discurrir político provincial que transitará por caminos que no lo rozarán. Fue el protagonista principal de una especie de tragedia griega al haber optado por todo aquello que no debía optar para que la obra tuviera otra impronta, confirmando así que también los hombres poderosos son libres hasta para dirigirse a su propia perdición. Veamos:

Optó por Mateo Goretti como estratega de campaña.

mateo goretti a las corridas

*Mateo Goretti a las corridas

Este hombre vinculado al macrismo es un desconocido en la provincia pero responsable principal de la catástrofe electoral que le bajará el precio entre los sectores de la política nacional que confían en “expertos” a la hora de planificar campañas. Goretti carga con varias culpas: la apabullante derrota por 14 puntos en abril; la promesa incumplida de achicar la brecha en mayo; y ser el inventor de la figura del fraude electoral. Invento que sólo sirvió para montar un espectáculo carente de cualquier gesto de grandeza y que culminó con una derrota por 20 puntos y una particular cobertura de las elecciones del diario El Tribuno: 23 páginas en las que nunca se utilizó la palabra “fraude” en titulares, copetes y resaltados. Sólo en la página 24 el diario mencionó algunas irregularidades que el resignado escriba prefirió denominar simples “fallas”.

Entre los muchos vasos comunicantes que vincularon a Romero con Goretti hay uno que parece central: la común convicción de que también los políticos y sus proyectos pueden empaquetarse y ofertarse con sofisticadas campañas publicitarias. Romero inauguró el método en la provincia y Goretti dice ser bueno en eso. Su empresa “Nueva Comunicación”, por ejemplo, asegura ser experta en vender “Comunicación Estratégica Corporativa” y brindar servicios de consultoría y gestión a organizaciones de los sectores de consumo, transporte, servicios, energía, finanzas, sistema previsional y seguros, educación, salud, entretenimiento y tecnología. Goretti resalta haber sido Gerente de Ventas de Shell y miembro o integrante de varios directorios (Cámara de Exportadores, de la Industria del Petróleo, del American Chamber of Commerce, del Instituto Argentino del Petróleo y Gas o de la Junta Directiva de la UIA). Como se ve, nada muy vinculado a experiencias electorales. De un listado de 43 clientes en su página web, sólo dos tienen algún vínculo con la política: el Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Sociedad Rural. El resto son bancos, aerolíneas, empresas telefónicas, alimenticias o de entrenamiento.

Julio San Millán es otro perdedor.

Julio San Millán, operador frustrado

Aceptó gustoso el rol que con la venia del propio Romero le encomendaron: encabezar la conjura contra el histórico operador del espacio, Ángel Torres. Fue premiado con el rol de armador político que siempre había estado en manos del propio Torres. San Millán fracaso en todo: no logró que puertas de dirigentes del interior ni de la capital se abrieran para el jefe; no evitó la diáspora de dirigentes y referentes del espacio; no identificó oportunidades políticas y electorales; no generó defensas políticas y mediáticas que amortiguaran los golpes dirigidos al candidato; tampoco previó el desenlace fatal y al parecer carecía de algo elemental para un operador político que se precie de tal: una agenda de poderosos contactos. San Millán sólo contaba con discutibles y pretéritos laureles en empresas de este tipo: una buena experiencia de armador en la época de Hernán Cornejo (1987-1991); la amistad con el propio Romero; y la preferencia de los hijos del exgobernador. Lo último explica que a San Millán ni siquiera puede atribuírsele enteramente el descabezamiento de Ángel Torres porque sólo exhibió arrojo personal para un plan diseñado por otros desde la comodidad de un escritorio. A Juan Esteban y Betinita Romero se les atribuye ese rol que ahora los maltrechos y desempleados soldados del romerismo identifican como una de las causas centrales de la derrota. Las motivaciones de los hijos no están claras aunque la profunda comunión espiritual de estos con la estética PRO, tan divorciada de la liturgia y las formas justicialistas a las que era adepto Ángel Torres, forman parte de la explicación. A Betinita, por ejemplo, se le atribuye la llegada del propio Goretti y de los asesores de la consultora Starkelab que redujeron todo a declaraciones, imagen y marketing desconociendo que sin armados con personas de carne y hueso que habiten a lo largo y ancho del territorio provincial difícilmente se llega a algo.

Roberto Starke y Enrique Borba, consultores porteños también vinculados al macrismo fueron los encargados de idear un discurso que en lo central siguió las recomendaciones del gurú macrista Jaime Durand Barba.

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Método que resultó con un Macri que cuando irrumpió en la política se presentó como ajeno a ella, pero difícil de funcionar con un Romero que desde 1986 es identificado como un político de pura cepa. De allí que cuando éste acusaba a Urtubey de responder a la lógica K identificada con lo pendenciero que genera rencores sociales mientras él decía personificar el consenso y el republicanismo; el urtubeicismo desmantelara el discurso recordándole que nada de eso practicó Romero en sus doce años de gobierno. No fue lo único. También Starkelab se inclinó a esa sentencia duranbarbiana que dice que “el elector vota ante todo con el corazón. Siente antipatía o simpatía por el candidato. Le cae bien o le cae mal (…) La gente común, normalmente, no vota por alguien que le cae mal a menos que satisfaga sus pasiones negativas”, generando un discurso romerista que se pareciera mucho a querer forzar amistades con salteños que sólo podían reestablecer un vínculo no por cuestiones afectivas sino por ecuaciones estrictamente prácticas: una gobierno con mayor capacidad de gestión por ejemplo.

Guillermo Durand Cornejo fue otro de los perdedores al quedar eliminado en las PASO aun cuando era el principal candidato de Macri y Romero. A él se le entregó toda la estructura y todos los recursos económicos. Romero perdió tiempo y esfuerzo en un personaje cuya singularidad siempre ha sido la de ser un funcionario poco inclinado a ser un astro con luz propia y que prefiere orbitar alrededor de otros a cambio de la comodidad parlamentaria declamativa. Por si eso fuera poco, las desencantadas segundas y terceras líneas del romerismo recuerdan cómo en el proceso previo a las PASO de abril, el presidente de CODELCO solía desechar apoyos demasiados plebeyos que desconcertados buscaban un espacio donde emigrar. Episodios que suenan increíbles aunque en el fondo no lo sea tanto. Después de todo, es el criterio de exclusividad propio de un habitué del Club 20 de Febrero convencido de que la distinción viene con el abolengo y que la elegancia es un valor sólo visible a las mentes sutiles, inteligentes y expertas. Valores patricios que sumados a la naturaleza propia del outsider que reniega de la política, de los partidos políticos, de la fidelidad a objetivos colectivos y que desconfía hasta de las bases sociales; lo depositaron en el lugar del que probablemente nunca quiso salir: la comodidad de congreso nacional.

Los ganadores

Obviamente Urtubey. Cerró definitivamente el capítulo Romero que siempre lo desveló y mostró una solidez electoral enorme que no se vio afectada por las críticas de las que es objeto por encabezar una gestión somnolienta y que se profundizaron en el verano tras las muertes de niños por desnutrición. La contundencia de los números ya fue registrada por este medio en la edición anterior. Contundencia bien reflejada por el intenso recorrido semanal de  Urtubey en los medios nacionales para asegurar -sin que nadie lo contradijera- que además de tener aspiraciones nacionales, ahora tiene también la fuerza para involucrarse en esa empresa que no prosperó tras ser reelecto en 2011. Urtubey, en definitiva, se ha ganado el privilegio de presentarse como el gaucho del norte dispuesto a conquistar una nación. Un gaucho bien distinto al Facundo que los unitarios aborrecían por amenazar el dominio de las “civilizadas” ciudades pro-europeas por parecerse mucho más al pincelado por Ricardo Güiraldes en “Don Segundo Sombra”. Ese libro escrito en 1926 cuando las montoneras federales ya habían sido aniquilada por la “civilización” y el folclorismo oficial reinventó al gaucho como un ser que mientras aprendía a amar la tierra y las costumbres del campo, terminaba convertido en un potentado estanciero.

Gustavo Sáenz es el ganador que menos se esperaba en las generales del domingo, aunque difícilmente esto pueda ser considerado una sorpresa.

Gustavo_Saenz

Y es que, aunque difícil, el caudal de votos propios recurrentes en otras contiendas no permitían descartarlo de un potencial triunfo como el que finalmente concretó: poco más de 116.000 votos; sólo tres mil menos de los 119.827 que habían logrado con Guillermo Durand Cornejo juntos en las PASO de abril; casi 8.000 votos más que los cosechados por el propio Romero (109.751) en la Capital; y casi 3.000 más que los del propio Urtubey que arrasando en todos los departamentos se impuso en Capital tras alcanzar 113.677 votos. Dos conclusiones políticas se imponen de cara al futuro: la imagen de Gustavo Sáenz cruza electoralmente al 100% del justicialismo capitalino; y ahora parece haber concluido algo que todo justicialista poderoso sabe a la perfección: que los famosos aparatos partiarios sí existen. Para confirmarlo conviene recordar que tras su triunfo en las PASO capitalinas de septiembre del 2013 hizo todo por enemistarse con varios dirigentes para luego descubrir en noviembre de ese año que le faltaban votos que sí había cosechado en las primarias. En abril de 2015 prescindió de esa actitud y además de evitar enemistades, silenciosamente fue poniendo el pie en pedazos de aparatos romeristas e incluso isistas que no son los que definen una elección pero que sí sirven para empujar la voluntad de los ciudadanos que es siempre la determinante en los resultados finales. Un detalle no menor: Ángel Torres, el operador excluido del romerismo en octubre del 2014 quedó vinculado a Salta con la candidatura del propio Gustavo Sáenz.

Miguel Isa lanzó su candidatura a gobernador semanas después de que su sector sufriera la peor derrota electoral de su historia en las legislativas de 2013: su hija había alcanzado en Capital sólo el 14% de los votos que la dejaron en un triste cuarto lugar por debajo incluso de Jasbel Singh, entonces candidata a diputada nacional por Salta Somos Todos. Aunque el lanzamiento de la candidatura a gobernador de Miguel Isa en diciembre del 2013 parecía una herejía a la ortodoxia justicialista que condena a quienes disputan el liderazgo al conductor, con los meses fue quedando claro que el objetivo real era la vicegobernación. Un objetivo que persiguió con disciplina espartana, ocurrencias dialécticas que desdramatizaran las tensiones que todos buscaban generarle con el propio Urtubey y asentándose en el trabajo que su fallecido hermano Daniel inauguró en la provincia y que luego con Ángel Torres se instaló definitivamente en la política salteña: los operadores políticos. Dos de ellos se destacaron: uno con experiencia en otras provincias y un joven todavía adepto a las mochilas se encargaron de evitar las lucubraciones complicadas que llevan a conclusiones confusas para susurrarle al jefe las cuestiones fundamentales, aceitar la fuerza propia, acondicionar el terreno a los planes de la misma, diseñar 3 o 4 movimientos claves que permitan alcanzar el objetivo y esperar con paciencia oriental el momento adecuado para iniciar los movimientos. Miguel Isa, finalmente, logró el objetivo. Algunos consideran que así corona su carrera política de manera jerarquizada para los que siempre lo vieron como Intendente de la Ciudad de Salta. Otros creen que su declarada ambición de gobernar la provincia tiene muchas chances de realización por todo lo hasta aquí dicho y porque evidentemente no representa ni lo que Wayar representó para Romero ni lo que Zottos a Urtubey.

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A medias, Marcelo Lara Gros también fue un ganador. Sólo a medias porque aun cuando logró retener una intendencia que parecía perdida, lo hizo por la decidida intervención de terceros que prefirieron evitar la vergüenza de explicar la derrota del intendente de la ciudad más populosa de la provincia después de la Capital, de un jefe comunal permanentemente respaldado por el gobernador y que además de la coparticipación y partidas como la del Fondo Federal Solidario y descentralización de la ayuda social se benefició en los últimos años de $170.571.213 que se destinaron a 58 obras incluidas en el llamado Fondo de Reparación Histórica. Miguel Isa y el propio Juan Manuel Urtubey fueron los que se involucraron en evitar la caída de Marcelo Lara Gros. El primero a través de operadores propios que en el Hotel Alto Verde de esa ciudad se reunían con cabezas de las listas oficiales que habían perdido con Lara Gros para recordarles la importancia de que éste no cayera en desgracia. Juan Manuel Urtubey, por su parte, viajo dos veces a Orán con el mismo objetivo. El viernes 17 de abril reunió en esa ciudad a todos los candidatos del frente oficialista y a los alaridos expuso que él mismo precisaba de Lara Gros y exigió decidido apoyó mientras condenaba la práctica de saltar de charco en charco. La segunda visita fue el día mismo de las elecciones. Voló a primera hora para fiscalizar las actividades que finalmente le dieron la re-reelección a un Marcelo Lara Gros cuyo triunfo sólo ratifica la condición de hombre fuerte del gobernador que persiguiendo la infalibilidad, se mostró dispuesto a hacer tronar el escarmiento.