En Olavarría siguen desarmando el escenario y el predio no fue devuelto a sus dueños. Sin vallas, cualquiera se mete en el lugar donde murieron dos personas. Recolectaron 145 toneladas de residuos.
Paquetes de cigarrillos, sobres de ketchup y mayonesa, tapitas y miles de latas, envases de vino en cartón, botellas de vidrio enteras y destruidas. Gomitas de pelo, breteles de corpiño, mochilas, gorros, muchas zapatillas (todas de un solo pie y diferentes), anteojos de sol, crema para las manos, preservativos usados, un cepillo de dientes violeta, una toalla. Billeteras, monederos, documentos, varias SUBE, tarjetas de crédito, un paraguas, paquetes de pañuelos descartables, encendedores y entradas para el recital del Indio Solari sin cortar. En el predio La Colmena, en Olavarría, hasta ayer y entre el barro, había todo esto. Si bien fuentes de la investigación confirmaron a Clarín que aún quedan pruebas por recabar en el lugar donde murieron dos personas, la zona no está vallada ni con custodia. Cualquiera puede entrar y salir, llevarse cosas y dejar otras en el campo de 600 metros de largo por 300 de ancho que se convirtió en un basural.
Según pudo averiguar este diario, entre el Municipio y la empresa de limpieza Malvinas retiraron unas 145 toneladas de residuos del predio y las inmediaciones. Sin embargo, falta mucho por hacer y los que viven cerca del terreno aseguran que se está actuando lento.
Durante la recorrida de Clarín por el lugar, no había personal de limpieza sino varios vecinos juntando latas de cerveza para vender por kilo. Desde Metales Cristina, uno de los tres galpones de Olavarría en los que aceptan los envases, calcularon que, entre todos los lugares, llevan juntados solo del predio unos 6.500 kilos de material. “Un kilo son 45 latas, por lo que estimamos que ya se compactaron casi 300.000”, aporta Fausto Eduardo Vázquez, dueño de Metales Cristina. Y quedan muchas más.
Para Mariano Porcel, ayer, era la tercera jornada de trabajo dentro de La Colmena. “En los primeros dos días llené de latas mi camioneta, me dan 6 pesos por kilo y junté 1.000 pesos. Esto es un desastre hermoso”, dice el hombre que es albañil y está aprovechando lo que quedó de la misa ricotera para ganar unos pesos extra. No tuvo dificultades para entrar ya que “solo están los que desarman el escenario”. “Estoy viniendo de 9 a 15 o 16. Hoy traje a mi hermano para que me ayude”, precisa.
Tiene competencia, pero es tan grande el lugar y todavía quedan tantas latas que no le importa. A unos 70 metros, Jésica Silva también junta. “El miércoles vinimos con una amiga e hicimos 900 pesos. Hoy (por ayer) ya llené siete bolsas”, relata la mujer, que es ama de casa y dejó a sus dos hijos al cuidado de su abuela para sumar esta changa.
Diego, que es recolector de residuos, está en la misma. Terminó su turno y se acercó a La Colmena para “hacerse unos magos y tirar hasta fin de mes”. Entre las latitas se encontró un documento de una chica de Morón y ya arregló para mandarlo por correo. Dice que puede caminar por ahí tranquilo porque hay buena onda con los de casco amarillo, que parecen lo más cercano a “una autoridad” dentro del predio pero no lo son.
Se trata de unas 35 personas encargadas de montar y desmontar el escenario. Por contrato, La Colmena debía ser devuelta el miércoles a su dueña, la ex Cooperativa Agraria, pero ayer la empresa contratada por la organización para retirar lo utilizado durante el show seguía dentro del predio. Sus trabajadores mostraban como trofeos los objetos que habían hallado entre la basura: un billete de dos pesos bastante roto, una pulsera de plata y una tarjeta de crédito.
Cruzando la calle Aramburu, la de atrás del terreno, Daniel está pintando el frente de su casa. “No me queda otra después del sábado. Esa noche los chicos saltaban por mi paredón. Para salir, avanzaban entre las casas porque si no los aplastaban. Tuve a varios desmayados en la entrada”, relata el vecino. Y agrega: “La mugre se sigue viendo, todavía falta. Pero comparado con lo que dejaron después del recital, mejoró bastante”.
A pocas casas vive Yanina con sus hijos. Según ella, los agentes del Municipio sólo limpiaron la calle. “De las veredas nos ocupamos nosotros y en el predio hay gente juntando por su cuenta, como si fuera un basural. Mis nenes jugaban por ahí. Ahora hay olor a pis. Además, tengo miedo de que aparezcan bichos. Me dijeron que encontraron una serpiente”, suma Yanina y se queja de que “las tareas de limpieza van lento”.
Fuente: Clarín