Sara Castillo es una artista visual multifacética, Maestra y Profesora en Artes Visuales en las especialidades Escultura, Grabado y Pintura. Reside en la ciudad de Tartagal, donde su muestra “Lo diverso en el tiempo” estará vigente del 15 al 30 de mayo en el Centro Cultural Tartagal.
Mario Flores
Se trata de una muestra panorámica, no sólo por el planteo cronológico de cuándo datan las obras expuestas, sino también un recorrido por los procesos creativos de una artista que involucra diversos materiales y formatos pictóricos. Enmarcados en un análisis de lo humano, lo regional e incluso lo biológico, la obra de Sara Castillo es colorida y simbiótica: los óleos se combinan con cortezas de árboles autóctonos, espejos fragmentados (que reflejan el rostro del espectador al acercarse a ver el cuadro titulado, casualmente, “ADN”), técnicas de telar y otros experimentos visuales que implican un conocimiento de manipulación, donde las tonalidades recuerdan el paisajismo histórico, logrando un relato en imágenes. La serie “Manos”, de profunda sensibilidad, recupera el concepto de cuerpo dentro de un escenario onírico: son los ejemplos de una búsqueda expresiva en constante evolución.
El título de la muestra (“Lo diverso en el tiempo”) plantea una panorámica cronológica de tu trabajo pictórico, pero también la diversidad de materiales con los cuales trabajas ¿Cuáles fueron los criterios de selección para el armado de la exposición?
El tiempo de vida que tenés te va cambiando, eso me llevó a formular algunos criterios para solucionar cómo la iba a hacer a la muestra. Si bien yo expongo en varios lugares, estas son obras que las tenía ya embaladas. Se desordenó la muestra por el hecho de que era poco el espacio. La obra comienza a partir de 1985 (en 1981 comienzo a estudiar en la Escuela Provincial de Bellas Artes Tomás Cabrera), que es cuando hice mi primer cuadro. De ahí en adelante vinieron muchos otros y algunas series, como “Vida”, que eran todos espermatozoides en un mundo abstracto. La serie “Manos”, la serie “Mandalas”, la serie “Etnias” en la cual traté de rescatar la esencia de la artesanía de los pueblos chané, matacos y guaraníes, y trasladarla a mi obra destruyendo y construyendo con ese material.
¿Cómo fue el proceso de este proyecto que ofrece una vista retrospectiva de tu obra y a la vez una oferta actual de los temas que tocas en tus cuadros (el legado ancestral, lo humano y el paisaje regional)?
El proceso de construcción de la imagen que yo hago tiene que ver con el tiempo: los estados de ánimo, el lugar donde se vive, y las ideas que se me vienen a la cabeza, que a veces terminan asfixiando o agobiando, que las tengo que volcar. Cuando las saco, las termino plasmando en obra, ya sea en series o en imágenes sueltas. Proyectos o bocetos tengo miles, los cuales ahora que tengo mucho más tiempo, voy a ir construyendo a medida que termine de armarlos en mi mente, en el papel, en la tela
¿Cuáles son los mayores desafíos a la hora de inscribir una muestra en una comunidad? ¿Existe una cotización actualizada para las obras visuales?
Es un desafío que le presento a la comunidad. Nuestra comunidad de Tartagal no está acostumbrada a consumir arte, se trata de un proceso de construir ese consumo. Al tener este espacio monumental que es el Centro Cultural Tartagal, nos permite mostrar lo que hacemos. Años atrás presenté en Salta, Tucumán, en el Salón Borges de Buenos Aires, Italia y República Dominicana (donde obtuve una mención de honor) y muestras en formato virtual. Entonces en el contexto de Tartagal es una especie de reeducación que se hace hacia lo visual. Eso es lo que yo pretendo hacer porque yo soy autóctona, soy de Tartagal. Es un desafío mostrar lo distinto, lo loco de la imagen, la creatividad plasmada con materiales, cuando hacés que la obra hable y se exprese. Con respecto al valor económico (por aparte del valor estético), generalmente no se vive del arte. También es un proceso: la gente tiene que valorarlo, saber que lo que hace un artista es un trabajo, y que el trabajo se paga. Mis obras están cotizadas a un precio accesible porque verdaderamente me interesa que se adquieran, pero en una situación económica como en la que nos encontramos, se hace difícil.
La serie “Manos” marca un precedente en tu experimentación (que incluye distintos materiales y texturas) ¿Cuáles serán las próximas realizaciones?
Yo creo que, en el arte, hay que cambiar. No hay que encasillarse. Mi mente, que vuela a pasos agigantados con la imagen, no me puede permitir trabajar de la misma manera siempre: me gusta innovar, hacer cosas distintas. Porque yo hago una obra de arte para el público, quiero que ellos salgan gozando de una muestra. Y ahora lo pude visualizar en estos espectadores recientes, que salieron contentos de ver. Cuando yo construyo una obra, me hace feliz o no me hace feliz. Cuando no es así, la hago desaparecer. Todo lo que se presenta ante mis ojos, lo tomo como obras: como un pequeño detalle que se pueda extender en el espacio, ponerles un ritmo visual. Y en cuanto a mis futuros proyectos, me invitaron de Tucumán a exponer, donde haré una serie de mandalas en lana y trataré de trabajar relieves en lana. Eso será en octubre, y será otro cambio, si bien ya hago telar y lo manipulo dentro de la obra, representa otra cosa dentro de esta tendencia del juego de colores y técnicas. Hay que recordar que el valor del arte es una construcción arquitectónica flexible que se hace, lo hace la comunidad que debe aprender a consumir ese arte, nuestro arte.