A estas alturas de la gestión, a nadie escapa que a Juan Manuel Pulleiro le queda grande cualquier intento de cumplimiento de la seguridad como un derecho de la población salteña.

La prevención del delito, la investigación del crimen organizado, la respuesta efectiva del Estado ante el delito complejo y el cuidado de las personas, son mitos que no están a la altura de quien recibió preparación militar y terminó haciéndose cargo del arreglo de plazas, la poda de árboles y el riego de arbustos, desde el Plan de Recuperación y Mantenimiento de Plazas Barriales.

Como toda provincia norteña, Salta no es la excepción a la hora apoyarse en la tradición conservadora, y es por eso que se decidió erigir a Pulleiro, como representante del poder militar y como un reaseguro institucional ante una eventual crisis social y política, colocándolo a cargo de la Seguridad de la provincia. Desoyendo incluso los cuestionamientos de las organizaciones de derechos humanos y de mujeres que se hicieron oír en su momento y continúan con sus reclamos.

Lo cierto es que a estas alturas de las circunstancias la incompetencia de Pulleiro es una triste realidad. La configuración mental del funcionario, no concibe reglas de procedimientos específicas y extrañas a la actividad militar: las normas procesales penales. Imposibilitado de poder encuadrarse dentro de un sistema democrático, a la hora de  realizar declaraciones públicas, se le escapan aseveración como por ejemplo, señalar que nota cierta “animosidad” por parte de la Fiscal que tiene como fin abocarse a investigar los constantes casos de abusos policiales en la provincia. 

El funcionario, ha terminado devaluando cada vez más el ministerio que preside, sosteniendo su carencia de relevancia política e institucional. A estas alturas, ya no es extraño que el funcionario se aboque exclusivamente a participar de cuanta reunión o acto protocolar sea presidido por el primer mandatario y de paso, posar para las fotos. Con tan intensa actividad a la par del gobernador, hace tiempo que Pulleiro a decidido dejar reposar sobre su secretaria Elvira Fernández Cornejo, las decisiones superiores de su ministerio.

La mujer que en algún momento cobró protagonismo porque a su mismo jefe le traicionó el inconsciente y tuvo el mal gusto de enviar a un grupo equivocado de WhatsApp (en donde habían periodistas), una fotografía de su secretaria bajando las escaleras con pollera y medias de jugadora de jockey. La actitud de cosificación del ex militar fue pagada caro, ya que la secretaria se cobró la incidencia, y comenzó a cobrar un inusual protagonismo. Tanto que a hoy, hace alarde de un nivel de influencia que no ostenta ningún otro funcionario de esa cartera. 

Dicen que a tal punto es la confianza ciega del funcionario, que ha delegado sobre ella, todas las decisiones y comunicaciones que el ministerio debe mantener, incluso con la alta cúpula de la justicia provincial.  Uno de los últimos papelones protagonizados por la nueva mandamás del Ministerio de Seguridad tuvo que ver con la reciente toma de tierras en la localidad de Las Lajitas cuando un grupo de vecinos arengados por políticos de la zona ocuparon tierras.

Parece ser que Pulleiro se enteró recién al cuarto día de lo que estaba sucediendo. Como es habitual, el contacto de los fiscales, no fue con el Ministro de Seguridad, ni con su Secretario Benjamín Cruz, sino directamente con Elvira, quien a estas alturas testarudeaba con que tenían asegurada la suficiente cobertura de Seguridad para evitar que la situación se desmadre en el lugar. Sin embargo, resultó ser a la hora de los hechos, que sólo contaban con 16 policías para todo el departamento de Anta. 

Un error grosero que de haber mediado en el conflicto virulencia por parte de los vecinos que fueron a tomar las tierras, hubiese sido otro el cantar. Un riesgo importante el corrido y para ser tenido en cuenta a la hora de dejar en manos de neófitos de turno, la seguridad de la provincia.