La justicia se encuentra investigando un millonario fraude que involucra al empresario Eduardo Levín y su hijo Rodolfo Levín Cohn. Los damnificados: sus propios familiares. (Nicolás Bignante)

Hace poco más de un mes, Cuarto Poder adelantó que llegarían novedades explosivas en torno a una escandalosa denuncia por estafa que involucra a miembros de la familia Levin, y que la justicia ya se encontraría investigando. Hoy salen a la luz los entretelones del fraude intrafamiliar, como así también los detalles de la operatoria pergeñada por miembros del clan empresario para perjudicar nada menos que a otros consanguíneos.

Relatábamos días atrás que, a través de sutiles alteraciones en la redacción de un fideicomiso familiar que administraba bienes por u$s8 millones; Eduardo Levín, su hijo Rodolfo Levín Cohn y el abogado Washington Álvarez lograron estafar al resto de la familia por un monto que ronda los u$s100.000. Se supo también que desde la Fiscalía de Delitos Complejos llamarían a prestar declaración más temprano que tarde a los acusados, habida cuenta del tenor del asunto y de los apellidos involucrados.

Entre los perjudicados directos de la maniobra se encuentra nada menos que el poderoso empresario Marcos Levín, otrora dueño de firmas y negocios que hoy son comandadas por su hermano Eduardo. Según pudo conocerse, la defraudación de los acusados en perjuicio del resto de la familia, se remonta al año 2008, cuando se concretó una de las operatorias más importantes de la familia empresaria: El traspaso de la compañía Nivel Seguros S.A., por entonces en manos de La Veloz del Norte, a Eduardo Levín.

Exactamente el 1 de febrero de 2008, la familia Levin hizo efectiva la venta de la compañía a Eduardo con un plazo de gracia de un año para concretar el pago. Al día de la fecha, el comprador adeuda -y se niega a pagar- unos u$s363.000 a sus parientes, que trasladado a pesos representarían unos $21.054.000, sin contar intereses. Dicha compañía posee un gigantesco predio en calle Yrigoyen con una superficie de 18.000 metros cuadrados, cuyo valor de mercado es de u$s5.000.000. Lo acordado en el fideicomiso era que dicho terreno debía ser escriturado a nombre de la familia Levín, quienes otorgarían a cambio el inmueble de calle Laprida 51, que hoy tiene un valor de u$s450.000 y una extensión de 1.800 metros cuadrados. Eduardo no sólo se quedó con el edificio de calle Laprida, sino que además nunca entregó el predio de calle Yrigoyen, abusando de la confianza de su parentela.

Este, sin embargo, no sería el único hecho que generó resquemores entre los miembros de la familia. En el año 2012, tras el derrumbe de ocho dársenas de la terminal de ómnibus, Eduardo levín compra el 50% de las acciones de Terminal S.A., con la promesa de poner en valor el espacio de arribo para miles de turistas. «Se van a trasladar las boleterías arriba. Pondremos escaleras mecánicas, cosa que la parte de abajo donde están las boleterías se transforme en un centro comercial. Si llegamos a un acuerdo con el shopping, quizás haya una posibilidad de hacer un «mini-shopping», cosa que la gente que venga del interior, llegue ahí, haga sus compras y se vuelva a su pueblo», fantaseaba Eduardo durante la conferencia de prensa.

Lo cierto es que aquella venta se concretó por el irrisorio valor de u$s200.000 pagaderos en 20 cuotas de $s10.000; pero eso si, con cláusulas e intereses durísimos en caso de mora, atendiendo al antecedente de Nivel Seguros S.A. Las condiciones, no obstante, no fueron impedimento para que Eduardo vuelva a incumplir. De las 20 cuotas, sólo pagó 5; llegando a acumular al día de hoy una deuda de u$s2.900.000.

Tal parece que en la familia empresaria las deslealtades se dirimen en la justicia. Desde ciudad judicial lo saben y, de hecho, hicieron trascender que la convocatoria a los implicados llegaría más temprano que tarde. Como dice el viejo refrán: «La sangre te hace pariente, pero la lealtad te hace familia».