La rebelión del público

 

ALEJANDRO SARAVIA

 

En el año 2014 se publicó un libro que habría de ser precursor de varios que con posterioridad tratarían similares temas. Se trata de “La rebelión del público”, de Martín Gurri, que anticipaba lo que habría de ocurrir con los sistemas politicos y, también, sería precursor de obras posteriores inmersas en esa misma temática, como “La revancha de los poderosos” del venezolano radicado en Estados Unidos Moisés Naim, o bien “Los ingenieros del caos” de Giuliano Da Empoli, autor que escribiera también “El mago del Kremlin”, una especie de ensayo-novela sobre un asesor estrella de Putin y que algunos analistas políticos locales, como Carlos Pagni, lo proponen como modelo del todopoderoso asesor de Milei, el monotributista Santiago Caputo.

Es de sumo interés esta obra de Gurri, así que haremos un vuelo de pájaro a su alrededor, al menos para anoticiar de su existencia, puesto que, de algún modo, estamos inmersos en lo que allí describe. En dicha obra el autor sostiene la existencia de cinco olas en la historia de la evolución de la humanidad: la primera es la de la invención de la escritura que condujo a una situación en la que el poder estaba en manos de una casta sacerdotal o bien una de mandarines; luego, con el desarrollo del abecedario se propician nuevas formas de organización social; otra ola es la de la invención de la imprenta de tipos móviles, época en que se producen las revoluciones, la protestante, la industrial, la francesa y la americana; luego viene la de los medios masivos de comunicación, caracterizada por el modo industrial de hacer esa comunicación, de modo vertical, de arriba hacia abajo. Ahora, en tanto, estamos en una nueva ola, la quinta, en la que se produce una expansión cataclísmica de las tecnologías de la información y comunicación, de modo tal que la verdadera transformación epocal fue la revolución en la relación entre el público y la autoridad.

Esta quinta ola se traduce en una sustancial modificación en la naturaleza y el contenido de la información; ha terminado con el control desde arriba que las elites ejercieron sobre el público durante la anterior era industrial. El agente perturbador, en consecuencia, es la información, que influye en definitiva sobre la distribución del poder. Acá se produce una ruptura entre el público y la autoridad al perder, ésta, el monopolio de la información. La obra describe un mundo en el que, como resultado de los cambios en la tecnología de la información, dos fuerzas estructurales se encuentran en permanente colisión: el público organizado en redes y la autoridad oganizada jerárquicamente. Dos modelos en pugna.

Esta situación, según el autor, nos enfrenta a serios riesgos que es necesario atender por el peligro que entrañan: la pérdida de referencias en los criterios de verosimilitud, cuyo ejemplo más palpable en nuestro tiempo es la preeminencia de lo que se conoce como posverdad en la que predominan los ingredientes emocionales en lugar de los racionales. Y el otro riesgo es la caída en el nihilismo o bien en la anarquía.

Quizás los episodios más trascendentes del fenómeno que estamos mencionando hayan sido los del Brexit, es decir el proceso que comenzara con el referendum del 23 de junio de 2016 en el que, imprevistamente, los votantes ingleses optaran por abandonar la Unión Europea, o bien lo sucedido en noviembre de ese mismo año 2016 con la primera elección de Donald Trump como presidente de Norteamérica. En nuestro país, claro está, ese fenómeno tomó foma con la sorpresiva elección de un outsider como Javier Milei.

El título del libro que comentamos, “La rebelión del público”, rinde homenaje a la obra más conocida del filósofo español José Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”, escrita en los años veinte del siglo pasado, momentos en que estaban en fermento las dictaduras fascistas en Europa. Y concluye singularmente con la cita de otro libro del mismo Ortega, “España invertebrada”, ya que de él extrae los elementos que deberían presentarse para forjar nuevas elites legítimas, elemento éste indispensable para superar los riesgos extintivos de la anarquía o el nihilismo.

Allí, dice el autor, que el poder del ejemplo sirve para elevar la vida a un nivel superior, por lo que un elemento aglutinador es la integridad en la vida y en la obra, atento a que una sociedad sana es aquella en que esos modelos ejemplares atraen al público hacia ellos por la mera fuerza del ejemplo. En cambio en una sociedad enfermiza la fuerza de la ejemplaridad se revierte y las elites buscan adular e imitar al público. Las cualidades que deberían tener estas nuevas elites son la honestidad y la humildad, todo ello sazonado con la virtud del coraje. Honestidad, humildad, coraje, es decir, ejemplaridad son los elementos que debe reunir la nueva dirigencia para ser tal.

Sería bueno que en las puertas de un nuevo proceso electoral los ciudadanos tengan esas virtudes presentes para elegir según ellas a sus nuevos representantes.