Mayra Díaz, prima de Cristian Ezequiel Gallardo, asesinado a golpes por la Policía salteña el lunes, escribió una carta para La Garganta Poderosa donde describe la violencia que recibió el joven.
El domingo Cristian salió a bailar y a la vuelta, durante la madrugada del lunes, se sentó en la vereda de la casa de un amigo a charlar y beber con él. Cuando vieron venir a un patrullero entraron rápido porque es una contravención tomar a esas horas en la vía pública de Salta y tenían miedo de los constantes malos tratos de las Fuerzas de Seguridad. Pero la policía entró a la casa pateando la puerta. Su amigo saltó una tapia y se fue, pero él no logró huir. Allí, la concubina de la casa pedía a gritos que lo suelten y por eso le pegaron con la cachiporra en las costillas. Ahí empezó lo peor, cuatro oficiales lo golpearon salvajemente.
Hay un video que circula, filmado por una vecina, que es tan claro como estremecedor. Se escucha a Cristian gritando de dolor y pidiendo por su mamá. Les ruego que lo vean, pero mírenlo bien, observen las sombras y escuchen los golpes y los gritos. Me es imposible creerlo, ni los animales merecen que los maten así. Es muy fuerte, inventaron que había delinquido y que se murió al descompensarse en el trayecto a la comisaría porque tenía ataques de epilepsia. Mi primo no tiene ninguna enfermedad, no fue una muerte natural, ¡lo mataron a palos! Le reventaron un ojo, tenía el lado izquierdo del cráneo hundido, las muñecas marcadas por las esposas, tajos en la rodilla, en la panza y en los brazos. Parece una burla, pero en el acta de defunción figura “muerte indeterminada”.
Pero esto no va a quedar así. Ya radicamos la denuncia, tenemos videos y testigos del caso. Hoy nos enteramos que el oficial Ricardo Llaves y los sub-oficiales Jorge Olea, Ricardo López y Lucas Osuna están detenidos; los cuatro de la dependencia del barrio Democracia, en la localidad de Santa Cecilia. Los vecinos los conocen bien, no es la primera vez que hacen algo así. En nuestros barrios esto es algo que pasa seguido, no alcanza con tener que pelearla cada día más por un plato de comida. Ayer nomás salieron miles y miles de familiares a exigir justicia por sus hijos, hermanos, primos, amigos asesinados por las Fuerzas de Seguridad. Y esta vez nos tocó a nosotros.
Cristian era sumamente puro, muy bueno. Mi papá lo llevaba desde chiquito a jugar al fútbol, y era fanático de River. Nuestra familia es muy trabajadora, él había vuelto a Embarcación, el pueblo donde vive gran parte de nuestra familia, cuatro meses atrás y consiguió entrar a una finca para cosechar, cuidar plantas y para laburar con la albañilería. Todo lo que juntaba, trataba de mandárselo a la madre de sus hijitos, Maximiliano de seis años y Mateo de dos. Hoy están sin un padre, y la madre debe conseguir urgente otro trabajo para subsistir. Nosotros solíamos juntarnos a comer unas pizzas y charlar; lo último que me queda de él, son los momentos más nuestros, este fin de semana nos pasamos el sábado charlando y cocinando y el domingo fuimos a la cancha juntos.
Hoy sólo resta pedir justicia y algún tipo de acompañamiento estatal,
es imprescindible organizarnos para que pare de una vez toda esta impunidad policial.