El Milagro dejó una postal política digna de los manuales de comunicación macrista. Al parecer, las vacaciones en Europa ablandaron el corazón de la intendenta Bettina Romero, quien se mostró dadivosa con lustrabotas y periodistas.

 

En tiempos de Milagro ningún mandatario está dispuesto a desaprovechar la sobreexposición mediática que el evento otorga, mucho menos si el clima religioso aporta cierta liviandad y condescendencia a las requisitorias de la prensa. Como solía repetir el exgobernador Juan Manuel Urtubey: «en tiempos de Milagro, no se habla de política», aunque para sus adentros, ni él mismo creía en el axioma.

El Milagro y la política, como se sabe, nunca transitaron por vías separadas. Las imágenes de la edición 2022 del evento antisísmico lo dejaron bien en claro. Los registros del gobernador Gustavo Sáenz haciendo pogo con peregrinos de Cachi, son un buen ejemplo; aunque, sin dudas, la performance bettinista se llevó el galardón.

Y es que el contacto repentino con la realidad de la intendenta capitalina derivó en una escena tan jocosa como trágica. A pocos metros de la catedral basílica, una joven mantera y un muchacho lustrabotas se acercaron para hablar con la jefa comunal. La primera, para informarle acerca de las dificultades del gremio para hacer la moneda en el Campo de la Cruz. El segundo, simplemente para pedir algo de morfar.

La evidente incomodidad de la intendenta motivó incluso a sus colaboradores a querer apartar al chango mendicante, actitud que fue reprochada por la mandataria. La interpelación se transformó en show luego de que se escuchara la frase: «Vamos a comprar un sandwich».

Las cámaras siguieron a la intendenta hasta la galería de calle Mitre donde funciona una conocida sandwichería. Allí preguntó a los cronistas de exteriores si habían desayunado. «¿De cuál quieren? ¿Pebete?», consultó. Rápidamente se sumaron algunos niños al convite.

Bettina Romero y Jorge Altamirano pagando los sandwiches

Mientras dialogaba con la prensa, una vendedora ambulante la interrumpió para expresarle su malestar por el traslado de los feriantes al desértico Campo de la Cruz. Fue entonces cuando cedió la palabra a la interventora de Espacios Públicos, Susana Pontussi. La conversa se cortó cuando, desde el negocio, avisaron que el pedido estaba listo y había que poner los billetes.

«¿Quién tiene mi cartera?», consultó Romero a su entorno. Se la acercaron de inmediato y de la billetera desató un Yaguareté. Los movileros presentes se quedaron pensando en que se quedaría corta, pero rápidamente acudió al auxilio el secretario de Protección Ciudadana, Jorge Altamirano, o como muchos lo llaman, nuestro Sergio Berni doméstico. «Una vecita que te jugués Altamirano», le gritaron desde atrás.

Las malas lenguas divulgaron que la repartija de sanguchitos entre movileros se habría hecho con el mismo criterio con el que se reparte la pauta. Por supuesto, a esta redacción no llegaron ni las migas.

 

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