La muerte del alumno de nueve años en el Hogar Escuela dejó en evidencia la precariedad de los establecimientos educativos y cómo la desidia estatal deja librada al azar la vida de miles de niños. (DOM)

Esto también podría haber sido una tragedia. El 18 de abril un ventilador de techo se desprendió y cayó sobre dos menores de 14 y 12 años, quienes estaban tomando clases en la escuela de Comercio, ubicada en calle Leguizamón al 100. Las estudiantes fueron auxiliadas por una docente y un preceptor y luego fueron atendidas por profesionales médicos: diagnosticaron politraumatismos.

Esto también podría haber sido una tragedia: durante semanas los padres de los alumnos de la escuela Clara Saravia Linares de Arias denunciaron que había 4 aulas en peligro permanente de derrumbe. A una la clausuraron en marzo y las otras tenían hasta la semana pasada puertas y ventanas cruzadas por cintas de “peligro”. “La primer aula se fisuró en marzo ¿y qué pasa hasta ahora? no tenemos respuesta, supuestamente en dos semanas van a arreglar las 4 aulas que están rotas pero tenemos todos los niños amontonados y la directora no quiere dar la cara… son más de 60 niños por aula y yo creo que no es justo”, dijo la madre de un alumno. La escuela estuvo además sin agua por mucho tiempo, con los problemas higiénicos que eso genera. En todo este primer semestre ni un solo obrero mandó el Ministerio para arreglar esas aulas. Los albañiles fueron recién el lunes pasado a la tarde, 5 horas después de la muerte del niño del Hogar Escuela

Esto también podría haber sido una tragedia: docentes y estudiantes de la Escuela de Arte Luis Felipe Wagner de Orán cursaron gran parte del año en aulas destruidas. Tuvieron que armar una protesta para que alguien los escuchara: sacaron los talleres a la calle para llamar la atención. “El tiempo pasa, los arreglos nunca se hicieron y el peligro continúa latente”, dijo Patricia Segovia, integrante de la Comisión de Apoyo a la Escuela.

Esto también podría haber sido una tragedia: se trata del Profesorado de Salta, donde hay aulas inundadas con derrames cloacales. Había riesgo de electrocución y por eso se evacuó a todos los estudiantes de geografía. La protesta viene de larga data. Hace un par de meses habían solicitado mejoras edilicias, pero es obvio que no llegaron y es por eso que salieron nuevamente a la protestar. “Es toda una carrera la que está inundada, está inundada con aguas cloacales, vemos un foco infeccioso importante y se suspendieron las clases. Sin embargo nadie de arriba, de la dirección nos vino a avisar algo, todos estamos afuera, esperando que se nos informe algo”, dijo una alumna. La chica también sostuvo que hace dos meses se comprometieron a que en 45 días refaccionarían los baños y las aulas y no hicieron nada. Mientras en el Profesorado rebalsa el líquido elemento, en la escuela Bartolomé Mitre falta. La encargada del establecimiento, Beatriz Saravia dijo que los chicos no tienen cómo lavarse las manos. Se las arreglan como pueden: “Las ordenanzas traen agua con el balde, se limpian los baños con lavandina y dejan baldes con agua. Y los chicos que quieren tomar agua van a la cocina en donde están los vasitos servidos con agua”, dijo la mujer.

Esto también podría haber sido una tragedia: sucedió el 10 de mayo de este año. Por riesgo de derrumbe chicos con capacidades diferentes debieron ser evacuados del taller de la escuela Manuel Castell, que funciona en Florida al 500, al lado de un edificio provincial en el que están haciendo refacciones. Según informó una emisora local, la Directora de la institución aseguró que cerca del mediodía los obreros le avisaron que habían saltado las baldosas en el taller y que había caído el revoque de la pared, por lo que le recomendaron que vacíe la sala, ante un peligro de derrumbe.

Esto también podría haber sido una tragedia: Hilda Ruiz, Vicedirectora del Nivel Primario de la Escuela Normal informó que el salón de actos está clausurado por peligro de derrumbe y algunos baños no están en condiciones. “Tenemos el salón de actos que lo clausuraron porque hay peligro de derrumbe de techo, tenemos grietas en los baños y se hicieron notas de pedido pero nunca más se supo, todos los años hay que renovar las notas de pedido pero no hacen nada inclusive cuando fue el viento fuerte se cayó una rama de árbol, tenían que venir a cortarlo, tampoco vinieron”, dijo la autoridad de la escuela. Sobre la caída de la rama enfatizó: “gracias a Dios no pasó nada porque no era un momento en que no había niños en el patio”. También en el Hogar Escuela hay docentes que advirtieron a la Directora sobre árboles secos, para que sean cortados. No se sabe si la directora envió notas o no al Ministerio de Educación. Se sabe, sí, que esos árboles siguen ahí, y que son un peligro latente para otros chicos.

Esto también podría haber sido una tragedia: «Denuncié la semana pasada las condiciones edilicias de mi escuela de barrio San Remo y fui sancionada a través de un acta donde se me llama la atención desde la dirección con la excusa de no seguir la vía jerárquica. Por esta censura que se traduce en sanciones y persecución, es que los docentes no se animan a informar y denunciar lo que pasa en sus escuelas», dijo la Prof. Eva Erazo, integrante de Tribuna Docente. El gobierno siempre ha reaccionado así: cuando alguien realiza un reclamo, no trata de solucionar el problema, sino que reprime al que hizo público su reclamo. El caso más evidente de esta necesidad de acallar al que critica se dio en 2011, cuando alumnos de la escuela de Bellas Artes “Tomás Cabrera” realizaron múltiples protestas, incluyendo cortes de calle. Demandaban mejoras edilicias básicas. El gobierno respondió con palos. Por la represión tuvo que renunciar el jefe de la Unidad Regional 1, Roberto Flores, quien estuvo a cargo del operativo policial.

Esto terminó en tragedia: Ezequiel Cardozo tenía 9 años. Una maestra lo describe como un chico inteligente, inquieto. “Se sabía la Biblia de memoria- comenta esta maestra-, vos le decías decime tal versículo y él te los recitaba…”. La pared podría haber caído unos segundos antes o después y hoy Ezequiel seguiría vivo. Dejar esa pared ahí fue permitir que el azar interviniera sobre la vida de una criatura, de la misma manera en que interviene sobre la de tantos otros, como se ha podido enumerar en esta nota. Y dejar librado al azar la vida de miles de niños es una forma de convocar a la tragedia.