Un trabajo antropológico analiza el papel de las mujeres guaraníes de Salta en la esfera doméstica y pública. Un repaso por las estrategias de autonomía femeninas, y la cadena de producción en donde aparecen las invisibilizadas “bagayeras”. (Andrea Sztychmasjter)

La observación etnográfica se centra en las mujeres de las comunidades guaraníes ubicadas a lo largo de la ruta nacional 34, en el departamento San Martin, especialmente en la comunidad de Yacuy. Se trata de una de las comunidades de mayor población de la provincia, ubicada a 18 km de la ciudad de Tartagal, a aproximadamente 50 km de la frontera con Bolivia.

La referencia al país vecino es importante en tanto el trabajo analiza la situación de las mujeres guaraníes en la economía familiar y en la participación política, son ellas quienes comercializan el producto agrícola y llevan a cabo el comercio transfronterizo. La investigación fue realizada por Silvia Hirsch, del Departamento de Antropología de la Universidad Princeton.

“Cada día, al amanecer, un grupo de mujeres viaja a Tartagal, a Pocitos o a Aguaray, portando bolsas llenas de maíz, mandioca, y zapallo, para vender y regresar por la tarde con efectivo y comestibles para alimentar a sus familias. Con el correr de los años, las mujeres se fueron organizando, y contrataron un colectivo que las busca en la comunidad. En Tartagal, tienen ya esquinas y veredas ya escogidas para vender”, refleja la investigación.

Así el trabajo describe las diferentes formas de organización laboral que tienen las mujeres guaraníes, que no hablan bien el castellano; sin embargo, “son hábiles a la hora de regatear, comprar y vender”. Entre esas actividades la venta de coca resulta una de las más recurrentes no solo por la alta demanda; las hojas son livianas y además fáciles de transportar.

El trabajo señala los sucesivos cambios cualitativos de la situación de las mujeres salteñas frente a los hombres y su participación en la vida de la comunidad. Marca como punto importante que a pesar de poseer herramientas para su autonomía, las mujeres de las comunidades no tienen la suficiente participación en la toma de decisiones ni en la estructura política, situación que varía en cada comunidad.

En el caso de las guaraníes, el trabajo menciona que son precisamente las mujeres quienes administran el dinero del hogar: “Por un lado, vemos a las mujeres dedicadas al trabajo doméstico de una manera constante e infatigable; por el otro, trabajan cada vez más fuera de su hogar. Entre los guaraníes, las familias son numerosas y las mujeres pasan gran parte de su vida amamantando y criando sus niños, ocupándose de lavar la ropa y preparar la comida, trabajando en la cosecha y, en numerosos casos, en el contrabando o en la venta de la producción agrícola”.

La antropóloga define que la mayoría de las familias de Yacuy se dedica a la agricultura; en particular, a la producción de maíz, mandioca, zapallo, batata y algunas hortalizas. Las mujeres en esta tarea colaboran en la cosecha y la venta del producto en las ciudades aledañas.

Las bagayeras

Definidas por la investigadora como bagayeras o paceras, son las mujeres que transportan la mercadería comprada por las guaraníes en Bolivia para luego ser trasladada a la Argentina. Pese a quedar invisibilizadas por las crónicas periodistas actuales que solo nombra a los “bagayeros” hombres, el trabajo señala los lazos comerciales y sociales que las mujeres han podido desarrollar en sus comunidades.

Las bagayeras percibidas por los de afuera y definidas por sus maridos como tímidas cuenta la autora del trabajo, son en muchos casos tan bilingües como sus esposos. Han adquirido conocimientos y se desenvuelven con habilidad: la experiencia de vender, regatear y hacer trueque las ha hecho diestras en la habilidad de generar ingresos para la familia. “Están familiarizadas con la frontera, conocen los negocios en los cuales pueden pedir fiado; están al tanto de las fluctuaciones del mercado en la zona de frontera, y saben cuándo es ventajoso comprar diferentes tipos de mercadería y donde se venderá mejor”.

Fuera de escena

El trabajo señala que si bien las mujeres tienen mayor independencia, ya que pueden salir de sus comunidades a vender el producto agrícola y administrar en consecuencia el dinero, aun no tienen acceso a la esfera política de la comunidad, y a la participación en la toma de decisiones.

Señala así que es necesario resaltar la importancia de las diferencias generacionales entre las mujeres guaraníes. Actualmente aparece un elemento que aún no ha sido estudiado y tiene que ver en qué dedican “el tiempo de ocio”.

La autora resalta que las mujeres guaraníes mayores de 60 años, en general, nacieron en Bolivia y se criaron en comunidades rurales; muchas de ellas sufrieron las consecuencias de la guerra del Chaco, la migración de sus padres y maridos a la zafra y el desarraigo de sus comunidades para fundar o instalarse en nuevas comunidades.

“Dado que la preparación de la comida llevaba mucho más tiempo que en la actualidad, las mujeres pasaban la mañana moliendo maíz para preparar harina, sopas o chicha. El agua para cocinar y lavar debía transportarse desde cierta distancia, y almacenarse luego en cantaros de cerámica o latón en las casas. En las comunidades en donde las mujeres tejían, además de las habituales actividades domésticas también debían hilar y tejer varias horas al día”.

En cambio, actualmente y según refleja el trabajo muchas de estas actividades domésticas se han modernizado y/o simplificado, como consecuencia el tiempo libre es mayor: “en Yacuy prácticamente no se muele ya el maíz a mano: todas las casas tienen canillas en sus lotes, la comida lleva menos tiempo de preparación y se han adoptado comidas de rápida cocción como los fideos y el arroz. Las mujeres, además, no utilizan el telar”.

El tiempo libre constituye una nueva dimensión en la vida de las mujeres de las comunidades y tal como señalan, la aparición de nuevos modelos en los roles en los que se desempeñan las “mujeres urbanas”. Consideradas así por los cambios mencionados que las encuentra cada vez más afuera del hogar, aunque siga siendo para movilizar la economía familiar.

Al reflejar estos aspectos Silvia Hirsch resalta que en Yacuy, las mujeres siguen sin tener participación real fuera de esta situación, no participan de los centros vecinales y no hay organizaciones femeninas. Como conclusiones la autora refleja: “En las oportunidades en que he preguntado a los hombres la razón por la cual las mujeres no participan más en los asuntos de la comunidades, responden ‘porque son tímidas’, ‘no les gusta salir de la casa’ o incluso ‘no hablan bien el castellano’. O bien, simplemente, que ‘las mujeres no saben de esas cosas’. Pero estas descripciones son claramente insatisfactorias: de hecho, las mujeres muestran una gran habilidad en vincularse con el espacio público fuera de la comunidad”.