El estudio “Madres y padres jóvenes en Argentina” revela las posibilidades de desarrollo que tienen los que pertenecen al grupo etario entre 14 y 24 años. Desigualdades económicas, discriminación laboral y una tendencia a la domesticación de la mujer. Además los números en Salta. (Aníbal Roldán)

Un estudio publicado hace pocas semanas revela cuáles son las diferentes posibilidades que tienen los jóvenes a la hora de desarrollarse en la sociedad. “Madres y padres jóvenes en Argentina: su participación desigual en los estudios, el mercado de trabajo y el cuidado de los hijos”, escrito por Carina Lupica, asegura que en la Argentina hay 7.579.138 jóvenes de 14 a 24 años de edad, lo que equivale al 18,9% de la población total del país, según el Censo 2010. Ese grupo es variado: mientras que algunos jóvenes pueden dedicarse sólo a estudiar, otros deben trabajar al mismo tiempo; mientras que otros no pueden hacer ninguna de las dos cosas. El informe explica que la combinatoria de actividades educativas, laborales y doméstico-familiares es muy heterogénea entre los jóvenes según sus deseos, aspiraciones y oportunidades individuales. Pero también difiere según género, pertenencia a distintos sectores socioeconómicos y si tienen o no hijos e hijas a edades tempranas.

En nuestro país existe una tendencia a mantener el status de hombre trabajador – mujer ama de casa. Eso se percibe incluso en la juventud actual y en sus posibilidades de desarrollo. Los hombres tienden a vincularse de manera más temprana con la actividad laboral superando ampliamente el porcentaje de mujeres jóvenes que sólo trabajan: lo hace el 33,7% de los hombres y sólo el 17,7% de las mujeres de 14 a 24 años de edad. Lupica explica que “entre las mujeres jóvenes persisten los problemas de discriminación y segmentación en el mercado laboral. Los estereotipos y prejuicios sobre los roles de los hombres y las mujeres en la sociedad permean de manera imperceptible muchas elecciones individuales y conductas en el mercado de trabajo y conforman las principales barreras que las mujeres encuentran al momento de trabajar de manera remunerada, incluso para aquellas con mayores niveles educativos. Entre los principales obstáculos para la inserción de las mujeres, se encuentran los siguientes: la solicitud de mayores credenciales educativas a las trabajadoras respecto de los trabajadores por parte de los empleadores, las desventajas que sufren en el ámbito educativo y laboral a causa de su maternidad, y su opción por carreras terciarias o universitarias humanas sobre las técnicas.”

La educación

El informe revela que existe una fuerte tendencia hacia la escolaridad como actividad principal entre los jóvenes de 14 a 24 años de edad, en particular entre las mujeres. El 53,5% de las mujeres y el 48,2% de los varones de ese grupo etario tienen como actividad principal el estudio de manera exclusiva. Para Lupica, esa tendencia es positiva, ya que se considera que la situación ideal es que todos los jóvenes finalicen los estudios secundarios y obtengan las mayores calificaciones técnicas o profesionales posibles para cumplir con los nuevos requerimientos ocupacionales y lograr una mejor inserción en el mercado laboral. También explica que las nuevas generaciones han superado el acervo de recursos educativos y tecnológicos en relación al de sus padres. Mientras en el año 2001 el 48,2% de la población de 25 a 29 años había finalizado los estudios secundarios y el 6,4% había completado el nivel universitario, en el año 2010 la proporción se incrementa al 57,4% y al 7,8%, respectivamente. Además, hoy los jóvenes tienen un mayor acceso y uso de las tecnologías de la información y del conocimiento, característicos del mundo productivo contemporáneo, viven en otra forma de sociedad, la de la globalización, con una rapidez y capacidades difíciles de imaginar en el siglo pasado.

Pero a pesar de los avances, no siempre es suficiente. El informe muestra que los jóvenes aún con mayores niveles de educación no tienen garantizado la transición del sistema educativo al mercado de trabajo debido a la calidad diferencial y a las deficiencias de los servicios educativos y a la devaluación de las credenciales educativas como puerta de entrada al mercado laboral. Para revertir esto, Lupica sugiere que “es necesario complementar las mejoras educativas con políticas que reconstruyan los eslabones perdidos en el tránsito de los jóvenes de la educación al trabajo, mediante los programas de acceso al primer empleo, capacitación con prácticas en el trabajo, la integración de la formación básica y técnica, el desarrollo de competencias tecnológicas entre los jóvenes, entre otros”.

Padres jóvenes hoy

En el informe, Lupica asegura que la división sexual del trabajo se acentúa cuando los hijos llegan a edades tempranas. Explica que cuando hay hijos en el hogar las probabilidades de ser estudiantes disminuyen notablemente entre las mujeres y los hombres jóvenes: el 40,3% de las mujeres de 14 a 24 años de edad sin hijos sólo estudia, en contraposición solo lo hace el 8,1% de las madres. Entre los hombres jóvenes, esos porcentajes son aún más diferenciados: 36% y 0,3%, respectivamente.

“Esta tendencia –continúa el informe- confirma la difícil compatibilidad entre crianza y enrolamiento escolar, pero no debe interpretarse en un sentido causal desde la reproducción hacia la deserción porque el sentido del vínculo puede ser el inverso, vale decir, la deserción escolar puede ser previa y probablemente influye en la reproducción a edades tempranas. Lo cierto es que la procreación y la educación son dos fenómenos mutuamente interrelacionados. Si los hijos llegan, se hace más difícil continuar con los estudios, puesto que se incrementa la necesidad de trabajar para el mercado y/o para el hogar y el cuidado de los hijos. A la inversa, cuando las mujeres y los hombres acceden y se mantienen en el ciclo escolar formal, los hijos nacen más tarde.”

Salta no está afuera

Según el Censo 2010, en Salta las mujeres entre 14 y 24 años que poseen hijos son 35.599 de un total de 441.869, llegando algunas a tener hasta doce hijos vivos antes de cumplir los 25 años. Lupica explica en el informe que la situación de inequidad y de exclusión de los espacios públicos de carácter educativo y laboral es más extendida entre las mujeres jóvenes que tienen hijos: el 60% de ellas no estudia ni trabaja, encontrándose en una situación de “domesticidad excluyente”. Revela que la alta proporción de madres jóvenes que asumen actividades domésticas como tareas exclusivas vuelve irrefutable la desigualdad de oportunidades y acceso al ámbito público entre las madres y los padres jóvenes, y entre las propias mujeres jóvenes según tengan o no hijos a edades tempranas. “Este fenómeno, que no es nuevo, tiene implicancias más significativas en el contexto social contemporáneo en el que el abandono escolar temprano y la baja participación en el mercado laboral genera amplias dificultades frente a la obtención de ingresos, perpetuando la vulnerabilidad de las mujeres en estos grupos sociales.”

El estudio concluye que mientras la maternidad conduce a las mujeres jóvenes hacia las labores domésticas, la paternidad acentúa la tendencia de la incorporación temprana de los hombres jóvenes en el mundo del trabajo. “Aquí se produce una paradoja, ya que mientras el mayor nivel educativo entre las mujeres jóvenes y la nuevas pautas culturales promueven la igualdad de los roles entre los hombres y las mujeres en el ámbito público y en la familia, la maternidad y la paternidad a edades tempranas parece fortalecer la clásica división del trabajo entre las mujeres y los hombres”, asegura Lupica.